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Los periodistas también lloran

La noticia era monumental: semifinal de una Copa del Mundo, las dos mayores potencias en la historia del fútbol frente a frente, un resultado abrumador, un reto periodístico enorme y, de pronto, el centro de medios quedó en silencio. Un periodista brasileño, con la camiseta de su selección, la misma que acababa de ser eliminada humillantemente de la Copa del Mundo, estalló en llanto. Por supuesto, no fue el único. Un país gigante lloró por la peor humillación que ha sufrido en su casi siempre gloriosa historia futbolística. El día había comenzado, claro, de otra manera. Brasil recibió con batucada su undécima semifinal. Claro, no tenía a Neymar, no tenía a Thiago Silva, pero 200 millones de brasileños pensaban en todo menos en ser eliminados por Alemania. A fin de cuentas, en el único duelo entre los dos en una Copa del Mundo, la canarinha había logrado su pentacampeonato mundial con un 2-0 en Japón y Corea 2002, y esta vez, con todo Belo Horizonte de su lado, con todo el Mundial de su parte, no había por qué pensar que iba a ser diferente. No importaba la condición social, no importaba el lugar, Brasil era uno solo, un gigante de 200 millones de cabezas que iba por su hexacampeonato Mundial tras eliminar a Colombia en el partido de la polémica. Sin embargo, la alegría pronto se convirtió en tristeza y la tristeza en una sensación de estar viendo lo imposible. No fue uno, ni fueron dos, fueron siete los goles de Alemania y los brasileños, entusiastas en un comienzo, fueron retirándose de los lugares en los que decidieron acompañar a su selección. Era increíble: 5 goles en 30 minutos, algo nunca visto, algo que ni el más optimista de los alemanes habría pensado, algo para la historia, pues nunca se había dado en un partido de Copa del Mundo. Pero la cifra fue peor. No sólo se trató de que Miroslav Klose le quitara el récord de goleador de los Mundiales a Ronaldo convirtiendo el segundo de la tarde; desde 1930, cuando Uruguay aplastó 6-1 a Yugoslavia y argentina hizo lo mismo con Estados Unidos, nunca una semifinal del torneo más importante de la FIFA había tenido tal paliza. Y esta fue la peor. Los brasileños, por supuesto, pasaron de la frustración a la negación, y de ahí a la risa nerviosa de quien prefiere burlarse de la tragedia para no hacerle frente. Fue 7-1. Una paliza histórica.  La peor en la historia del pentacampeón del mundo, cuya derrota más abultada había sido el 6-0 a manos de Uruguay en la Copa América de 1920 disputada en Chile. La más dolorosa desde el Maracanazo de 1950 frente a los celestes, que hoy parece un dulce de mora. Brasil, la selección más poderosa de todos los tiempos, sufrió una goleada que nunca será olvidada ni por sus hinchas ni por el fútbol, ni por los periodistas que la vimos y presenciamos cómo un colega no la pudo resistir. Todos los que hemos perdido sabemos qué se siente. En Twitter: @PinoCalad

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