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En medio de la tristeza que produjo el fracaso de Santiago Escobar en la Copa Libertadores 2012 llegó este pereirano, que en solo dos meses ya levantaba su primer título; para despedirlo le ponemos el toque brasileño que lo convenció de ponerle fin a su exitoso ciclo en Atlético Nacional. ** Rafael Toloi mira cabizbajo el césped húmedo del Estadio Morumbi, con más de cuarenta mil personas en vilo, cerca un gigantesco Franco Armani alza los brazos, como un boxeador celebra un nocaut, acaba de atajar un penalti decisivo. Un minuto después Luis Carlos Ruiz toma carrera, dispara de pierna derecha y engaña a Rogério Ceni ¡Goool! Me levanto como poseído por una fuerza sobrenatural y, sin importarme que esté en medio del trabajo, comienzo a correr mientras musicalizo ese instante con un grito de felicidad. Atlético Nacional vuelve a jugar una final de Copa Suramericana doce años después. Se me pone la piel de gallina cada vez que recuerdo ese y todos los momentos de felicidad que nos dio Juan Carlos Osorio. ¡Cómo olvidar! Su corrida por la lateral, al mejor estilo de Mourinho, para celebrar con Stefan Medina un golazo frente al Medellín, los papelitos secretos que muchas veces le dieron la vuelta a un partido complicado, el abrazo con Juan Pablo Ángel, que bajo su mando se despidió con éxito del equipo de sus amores o ese conmovedor momento en que sus jugadores lo cargaron en hombros, mientras la tribuna cantaba: “De la mano del profe Osorio la vuelta vamos a dar”. Tantas alegrías que da hasta rabia despedirlo entre derrotas. Porque nadie, ni el más optimista, imaginó que con él Nacional disputaría nueve finales, ganando seis títulos y jugando copas internacionales durante sus tres años frente al equipo. Gracias a su trabajo recuperamos la versión de Edwin Cardona que todos extrañábamos, cuando siendo juvenil ilusionó a Colombia con toques de crack; Stefan Medina nos recordó la valentía de un guerrero que deja todo en la cancha; Sherman Cárdenas le demostró al país que no le quedó grande la camiseta de un equipo histórico y que aquella promesa del Bucaramanga, creció para convertirse en un genio del balón; Macnelly Torres se convirtió en ídolo y enamoró a los hinchas verdolagas; descubrimos lo mejor de Daniel Bocanegra, y nos sorprendimos con el rendimiento que logró de jugadores como Farid Díaz, Wilder Guisao y Orlando Berrio. También estoy seguro de que el ‘profe’ Osorio se va con el desconsuelo de haber perdido la final con River Plate, a pesar del partidazo en Medellín; con la frustrante eliminación frente a San Pablo en la Copa Suramericana 2013, y el decepcionante partido versus Defensor Sporting, después de la épica victoria sobre el Atlético Mineiro de Ronaldinho. Y créanme, ese dolor solo lo puede sentir un verdadero hincha de Atlético Nacional. Por ahora se le acabaron las hojas a esa libreta llena de rayones donde se gestaron tantas alegrías, se muda para el estadio donde fuimos gloriosos otra vez y Nacional le recordó al mundo por qué es uno de los grandes de América. No puedo ocultar que la garganta se me seca y solo pienso en darle las gracias a Osorio por su trabajo, por las postales inolvidables de un equipo que tuvo partidos de colección. Buena suerte en Brasil y no dude que lo esperamos para que cumpla su promesa: gane un titulo internacional y se tatúe en el brazo el escudo de Atlético Nacional. Por: Carlos Londoño López / Twitter: @SARGAN18