"Nadie supo lo que estaba pasando, todos creíamos que
íbamos a aterrizar porque el piloto ya lo había anunciado y estábamos esperando
eso", sostuvo Tumiri en una conferencia de prensa en Cochabamba, Bolivia,
donde se recupera de sus lesiones.
El técnico aeronaútico Erwin Tumiri y su compatriota
boliviana, la azafata Ximena Suárez, sobrevivieron al accidente junto a otros
cuatro pasajeros. El aparato se desplomó a tierra con 77 personas, entre estas
el equipo de fútbol del brasileño Chapecoense.
"Todo fue muy rápido, de un momento a otro vibró el
avión, se apagaron las luces y se prendieron las de emergencia", relató, y
desmintió versiones periodísticas de que hubo pánico en la nave y que él tuvo
tiempo para tomar recaudos para salvar su vida.
"Ni me puse en medio de maletas ni hubo gente gritando
levantándose de sus sillas como dijeron por ahí", señaló.
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Fue la azafata que le alertó que "algo está
pasando", relató, y "luego se apagó toda la luz y en cuestión de minutos
comenzó a vibrar el avión y pasó directamente el impacto. Sentí como una
hojalata doblándose, sentí el golpe y ya desperté boca abajo en una
pendiente", de donde fue rescatado por brigadistas colombianos.
Mientras, el gobierno boliviano encontró indicios de
irregularidades en el funcionamiento y operaciones del avión Lamia, según el
ministro de Obras Públicas y Servicios, Milton Claros. Como primera medida
destituyó a altos funcionarios aeronáuticos y abrió querella contra el técnico
que dio luz verde al vuelo.
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Una de las principales hipótesis que se maneja es que el
avión se precipitó a tierra porque se quedó sin combustible faltando poco para
llegar al aeropuerto de Rionegro, que sirve a Medellín.
Lamia dijo en Bolivia que la nave, un BA-146 modelo RJ85,
debió haberse reabastecido de combustible en el poblado boliviano de Cobija, en
el extremo norte del país, para continuar su ruta hacia Colombia.