El proceso de paz como la selección Colombia, dos escenarios definitivos para la salud mental de los colombianos, merecen respeto y por esa misma razón hay que dejar de manosearlos. El fútbol, que sí es deporte nacional, altera las emociones, los estados de ánimo y en esa medida es una representación social de masas, que a su vez cataliza el concepto de Nación. Cuando juega Colombia olvidamos que vivimos en medio de un conflicto, cuando gana Colombia, todos tenemos puesta la ‘Amarilla’ y nos identificamos más que nunca con ella, cuando la tricolor sale a un terreno de juego no hay diferencias, no hay discriminaciones, no hay poder, no hay ambición, hay orgullo, pertenencia y una muestra de país en torno a un equipo de fútbol. Tal vez por esa razón en los últimos 14 años, tiempo que llevamos sin ir a un Mundial, hemos sufrido tanto. Es tan cierta esta afirmación que el Mundial sub 20 que se disputó el año pasado en nuestro país, disparó la imagen de Juan Manuel Santos, nuestro señor presidente. Los gobernantes también aprovechan de esa Nación alterna que construimos con base a dolor (como raro). No puedo pasar por alto cuando el expresidente Álvaro Uribe Vélez nos vendió esa cortina de humo postulándonos para realizar el Mundial del 2014, que ahora pertenece a Brasil, escondiendo, por ejemplo, su escándalo con los Falsos Positivos. Sí, es tan fuerte la representación social del fútbol en Colombia, que nos hace olvidar por un momento que nos roban, que matan, que cada día que pasa somos más pobres, así nos llenen de estadísticas que pretendan mostrar lo contrario, y que, por ejemplo, estamos a portas de iniciar un nuevo proceso de paz. Se invirtieron más de 4 millones de dólares para traer a un tipo de la jerarquía de José Pékerman con la única intención de regresar a la mayor cita futbolística del planeta, y el argentino la tiene clara, ya lo dijo, “no se preocupen, Colombia va a ir al Mundial”, ahora es momento de que nosotros, desde la distancia apoyemos, las críticas germinarán con vigor si el objetivo final no se cumple, ese día él se tendrá que ir y la hinchada tendrá todo el derecho de sentenciar el trabajo hecho durante un proceso. Pero, por favor, no ensillemos la bestia antes de montarla, ni tenemos el mejor equipo de América ni tampoco vamos a pelear el último puesto con Bolivia, con todo el respeto que se merece la selección del antiplano. Para qué hablar de táctica a estas alturas, yo tengo mi formación ideal para esta tanda de partidos frente a Uruguay y Chile, pero juegue quien juegue, seguro todos gritaremos y endiosaremos o crucificaremos al que se tome el rol protagónico, llámese Falcao, James, Jackson, Yepes, Ospina, etc. Lo mismo pasará con Juan Manuel Santos, presidente de un país absolutamente pasional. De este proceso de paz depende una reelección inminente para 2014, (casualmente el mismo año en el que se disputa el Mundial de fútbol) o una curva descendente directo al fracaso, como le pasó al Partido Conservador desde la zona de distensión que se inventó Andrés Pastrana en el anterior proceso de paz. Aunque no nos digamos mentiras, seguro si vamos al Mundial reelegirán a Santos así el conflicto no haya terminado. Por: Jaime Andrés Barbosa (http://twitter.com/janbaro )
Actualizado: enero 25, 2017 12:00 p. m.