"Es repugnante ser representado por esta gente" respondió alguna vez Sócrates, figura de la selección brasileña en la década de los 80’s cuando le preguntaron sobre los dirigentes de fútbol de su país. João Havelange, de 96 años, presidente de la FIFA desde 1977 hasta 1998 cuando le cedió su mandato a Joseph Blatter, debió renunciar a su cargo en 2011 como dirigente decano del Comité Olímpico Internacional (COI) acusado de haber recibido coimas por parte de ISL durante su periodo como presidente de la FIFA. Por su parte Ricardo Teixeira, de 66 años y ex yerno de Havelange, debió renunciar a principios de 2012 a la presidencia de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y a la jefatura del Comité Organizador del Mundial 2014 acusado al igual que Havelange de haber recibido sobornos millonarios por parte de ISL, comercializadora de los derechos audiovisuales de los Mundiales hasta su quiebra en 2001. A Havelange y Teixeira no solo los une su lazo familiar, también han tenido episodios controvertidos a lo largo de su carrera como dirigentes: Havelange fue condecorado por el dictador Jorge Videla luego de la disputa del Mundial de 1978 en Argentina, mientras que Teixeira fue investigado por apropiación indebida de fondos y lavado de dinero. También fue conocida su mala relación con Dilma Rousseff, de dura política anticorrupción, la presidenta de Brasil jamás aceptó recibir a Teixeira y en más de una ocasión evitó saludarlo en actos oficiales desde su asunción. La tensión aumentó cuando Teixera eligió como su sucesor en la CBF a José María Marín, un dirigente manchado por su relación con la dictadura militar (1964-1985) durante su mandato como gobernador de San Pablo en 1983. Dilma Rousseff, militante política que a sus 22 años fue torturada en la época de la dictadura creó una comisión de la verdad para investigar crímenes perpetrados durante la dictadura. Si la relación entre Rousseff y Teixeira era tensa, con Marín simplemente ha sido nula. Desde un comienzo Rousseff apoyó la candidatura de Brasil como sede del Mundial en 2014, en uno de sus discursos más recordados, la presidenta expuso las cualidades que tiene Brasil y los avances económicos y sociales que ha tenido el país desde su mandato, asegurando que el que asista al Mundial “Va a encontrar un país que está muy bien preparado para acoger la Copa del Mundo con toda la infraestructura necesaria, con un eficiente sistema de transporte, con avanzada tecnología de comunicación y con mucha seguridad”. "Voy a decir algo loco, pero menos democracia a veces es mejor para organizar un Mundial", expresó Jerome Valcke, Secretario General de la FIFA con una sonrisa cómplice refiriéndose a las dificultades que representará para un país como Brasil organizar todo lo que implica un Mundial en los plazos establecidos por el máximo ente del fútbol mundial. Poco tiempo antes de que se empezara a disputar la Copa Confederaciones hubo malestar entre un grupo de estudiantes paulistas por el aumento del boleto del transporte público, lo que motivó una gran movilización en San Pablo que posteriormente se propagó a otras ciudades de Brasil. A los estudiantes, organizados por el movimiento Passe Livre que pretende un transporte público gratuito, se les unieron sindicatos y miles de ciudadanos insatisfechos con la política del gobierno de invertir en la organización del Mundial cuando Brasil pasa por una de sus peores crisis en materia de vivienda y educación. Un país donde 13 millones de personas están desnutridas diariamente y que ocupa actualmente el puesto 85 en el Índice de Desarrollo Humano destinará en la organización del Mundial de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016 cerca de 30.000 millones de dólares, tres veces la cantidad que invierte en su programa de lucha contra la pobreza. Para la gente se está despilfarrando el dinero público en algo que solo disfrutarán extranjeros y adinerados. Habrá doce estadios nuevos, porque el Maracaná se renovará por completo. “Estadios como los de Brasilia, Natal y Fortaleza, donde ni siquiera hay equipos en segunda división, terminarán siendo elefantes blancos, que con el tiempo quedaran abandonados, como sucedió en Sudáfrica” señalan reconocidos periodistas brasileños. Será una inversión millonaria que el pueblo jamás verá ni podrá disfrutar, la mayor parte del dinero que proviene de las entradas y derechos de televisión irá directamente a la FIFA. El pueblo indígena brasileño también se manifestó y salió a las calles para mostrar su descontento con la realización del Mundial y los desalojos que han sufrido distintas etnias por las reformas a estructuras que son patrimonio histórico y cultural del país. A pocos metros del mítico estadio Maracaná está situado el Museo del Indio, una casona antigua que ha sido utilizada por los integrantes de la tribu indígena Maracaná para mostrar su cultura y artesanías al mundo desde hace más de 50 años, pero con la renovación del estadio, la gobernación de Rio de Janeiro les dio un ultimátum para que desalojen ya que se demolerá y se construirá allí un centro comercial para el inicio del Mundial en 2014. “Nos quieren expulsar para derrumbar nuestra casa, esto no es correcto ni justo, la historia muestra que siempre perdemos, que siempre estamos en desventaja” expresó afligido Daniel Puri, indígena Maracaná. Falta menos de un año para que se de inicio al Mundial, todos los ojos del mundo estarán en Brasil, si la Copa Confederaciones es solo una prueba de lo que se verá, las masivas movilizaciones son solo un aviso de lo que puede llegar a pasar en un país donde el pueblo reclama a gritos inversión en salud, educación, vivienda, transporte y asuntos de primera necesidad. El fútbol ha sido desde siempre la mejor herramienta para ocultar abusos y carencias de la política en la sociedad, las cuales con el tiempo renacen y nos hacen caer en cuenta de nuestra verdadera realidad. Por: Daniel Santamaría Jaramillo. Twitter: @danielsaja03
Actualizado: enero 25, 2017 11:46 a. m.