Como cualquier amante del fútbol, por más que sea periodista, soy hincha de algún equipo. Ese equipo, gracias a Dios, nunca ha descendido. Y digo gracias a Dios porque después de lo que viví en la cancha de All Boys el domingo último descubrí que me costaría asimilarlo bastante más de lo que pensaba.
Desde el tercer gol de Boca, los ojos de la gente ubicada en la platea se empezaron a humedecer. Faltaba menos de 10 minutos. Cuando el árbitro pitó el final, las lágrimas de los hinchas genuinos se volvieron incontenibles. Los aplausos -quizás más conmovedores que las mismas lágrimas- enmudecieron el llanto. Ver a un niño de 10 años consolando a su padre de 40 no es una situación habitual en la vida cotidiana. Sí en una cancha de fútbol tras un descenso. Claro, el niño después de no lograr su objetivo se terminó uniendo a la tristeza de su papá y el abrazo en el que se fundieron fue más propio de un funeral que de una tribuna de un estadio.
Observar una escena así, por más que no se tenga nada que ver con el equipo, le hace un nudo en la garganta a cualquiera. Y después de decir eso tengo que admitir que, de no haber estado trabajando, hubiera dejado salir más de una lágrima... También están los adultos más grandes. Esos que vieron crecer al club y que disfrutaron las buenas y sufrieron las malas. Gente de 70 años en adelante que posiblemente no vuelva a tener la posibilidad de ver a su club en Primera División. Los grandes descienden, pero saben que en un corto lapso van a volver. Los chicos, los de barrio, nunca tienen esa certeza. Así como pueden volver a la A, también pueden seguir en picada. Los de adentro también lloraron. Los jugadores. Los que sudaron la camiseta durante todo el campeonato, pero no pudieron alcanzar su objetivo. Ellos son la esencia de todo. Y en una situación así, más aún los juveniles. Aquellos que crecieron en ese club y lo aprendieron a amar y a agradecerle cada día por darle la oportunidad de cumplir su sueño de ser profesionales. Ellos sólo se empeñaron en besar el escudo, secar sus lágrimas con la camiseta y dejarse consolar por los más grandes. El descenso es la situación adversa del fútbol más dramática, pero creo que en Argentina lo es aún más. Tan así que no me atrevo a decir si es más jodido vivirlo para un seguidor de un club grande o para un hincha fanático de un club chico. Twitter: @pabloriosg