Caminaba desprevenido por la calle, cuando una humilde mujer se acercó. Sin mediar intervención alguna de su parte, le dije :“ señora no tengo dinero”, a lo que respondió: “ No busco eso. Solo quiero saludarle".
¡Vergüenza! Que lamentable mi equivocación, por precipitud o por presunción. La invite “A café” para resarcirme pero cortésmente se alejó.
Como a Don José, el cantante urbano discriminado en Medellín. Yo también lo hice, entendí mi error y me prometí nunca recaer.
Cuantos de aquellos que hoy elevan las voces solidarias no reconocen haber rechazado un limosnero, un habitante de la calle, un cantante en un bus, o a un transeúnte que pide una dirección, porque en su aspecto no causa buena impresión.
Hace 15 años encontré al Palomo Uzuriaga (QEPD) meditando su retiro, sentado en el banco de un parque al norte de Bogotá. Rememoraba sus veinte años de futbol profesional, su incapacidad para el ahorro, sus dichas y desdichas, glorias y decepciones y su intención de regresar a su comuna de infancia en Cali, para reencontrarse con su pasado. Cuando lo hizo, allí, trágicamente, murió.
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Entre anécdotas e historias enfatizó su decepción por no haber ido a un mundial. Él, que había anotado el gol del triunfo para la clasificación de Colombia a Italia 90 en la repesca ante Israel. Él, que había sido figura en el título de copa de Atlético Nacional. Él, recordado como histórico en Independiente de Argentina, que había recorrido el mundo, admirado por sus largas zancadas, su sonrisa espontanea, su futbol alegre y sus goles con emoción, excluido sin razón alguna de la selección, por caprichos de quienes dirigían, en contravía de la tribuna que lo amaba. Fue otro “Don José”.
Cuantos entrenadores, periodistas o aficionados, afirman con hostilidad, que con tanto negro en nomina, no se puede campeonar. ¿No es eso rechazo premeditado? O despotrican de los árbitros por sus tendencias sexuales como si esto condicionara ecuanimidad y conocimiento. Le ocurrió a un entrenador reconocido, no contratado en un laureado club, por feo, porque su pinta no gustaba al mandamás.
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También yo he sido “Don José”. Rechazado por colegas, por vericuetos legales del pasado, con heridas cerradas. Algún día comentaré, quienes y porqué.