No es que deba hacerlo, pero la vida de René Higuita ha estado siempre en polos opuestos. Su grandeza es indiscutible, al igual que sus escándalos. Es duro ver a un ídolo que se transforma de momento por las gracias del marketing. Lo es porque de alguna manera desportilla el estereotipo que el niño recoge en su infancia. Es el caso de Higuita: el arquero que pudo sobrevivir a todo como deportista y que quiso cambiar por un instante su apariencia como si se tratara de barro mojado. El ídolo se recuerda en la cancha con una pantaloneta apretada, sacos de colores chillones, guantes Reusch marcados con su nombre, melena ensortijada y un lunar negro grande estampado en su mejilla izquierda. Pero han pasado los años. Cuando Higuita llegó a Millonarios, en 1985, la revista del equipo bogotano costaba 180 pesos. Hoy en día ese dinero no alcanza para pagar más de dos hojas blancas. Quizá por eso, por el tictac inclemente del reloj, las nuevas generaciones pueden recordar al arquero más por haber querido cambiar su físico en un reality que por haber sido un revolucionario del fútbol mundial. Están los videos, las fotos, los recuerdos y, aun así, esto sería insuficiente para asimilar su dimensión. Triste realidad, sí, aunque factible. A pesar de todo, “Higuita siempre será Higuita”, sentencia Francisco Maturana. Y es cierto. El adiós del portero sólo cierra un nuevo capítulo de la leyenda viviente. Las despedidas son para los muertos. “El Loco” se ganó de antemano su pedazo de cielo por ir contra la corriente, por sacar la grandeza de un tuerto en un mundo de ciegos. Hizo todo por Colombia en el Mundial de Italia, desde las atajadas y salidas más increíbles hasta uno de los peores errores en la historia del fútbol contra Camerún. Alzó la Libertadores; fue capaz de interceder por un secuestrado; pagó cárcel; visitó en La Catedral a Pablo Escobar; dio positivo por doping; le pegó un puño al periodista César Augusto Londoño; hizo el famoso escorpión en Wembley; marcó golazos de tiro libre y fue protagonista de otros hechos que dimensionaron, para bien o para mal, su figura. ¿Por qué tenía entonces Higuita que cambiar su físico? ¡Para qué! -reclamo injusta y atrevidamente-. Lo pienso más ahora, cuando él acaba de salir de una enfermedad llamada toxoplasmosis, la cual, según dijo, le cambió la perspectiva de vida. ¿Para qué hacerse una liposucción, aumentarse el mentón, quitarse el lunar, cambiar de peinado y otros menesteres? No lo entiendo todavía, así de eso haya pasado un lustro. Si existe el error, no es de él. Ni más faltaba. El yerro es creer que uno puede apoderarse, aunque sea un poco, de sus ídolos. Decidir por ellos o ver cierta especie de derecho adquirido por la adulación. Eso nunca afectó a René, que hizo y deshizo, o viceversa, tantas veces como gustó. En eso radicó parte de su éxito. Higuita, que comenzó su carrera como delantero y la sella como gran arquero, vuelve al plató. Y la escena no deja de ser emocionante: dice adiós uno de los mejores jugadores de fútbol de la historia. Él, por fortuna, cada vez se parece más a sí mismo. Vean su rostro. No hay ninguna operación que pueda cambiar lo que es. Tres frases de y para René "Todos tenemos problemas económicos. Pero yo, la verdad, nunca me he preocupado por la parte económica. La base que tengo es que nacimos desnudos y así nos vamos”: Higuita. Tiene problemas para descolgar centros. Ésos son sus únicos puntos débiles. "Si no, sería Dios": Maturana. “Algún día, en mitad de un partido, llamarán por teléfono a la portería de Higuita y alguien, quién sabe quién, contestará que ha salido”: Jorge Valdano.
Actualizado: enero 25, 2017 02:40 p. m.