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James, otro Rivelino

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James Rodríguez, volante de la Selección Colombia - AFP

Esta en nivel. Sin duda el Bayern Munich lo preparó para Colombia y para el mundial. Hay, con él, expansión de optimismo y tanta confianza. “Su discurso” futbolero es otro. Se mueve con inteligencia e infiere en cada acción, especialmente cuando sus pases dan profundidad o amplitud al juego. Es capo. Sus tiros directos volvieron a ser el preámbulo del gol. El ruido a su lado no aturde porque lo produce el mundo del futbol celebrando su regreso. Fue figura en la anterior cita en Brasil y quiere serlo en Rusia.

Pero hay marcada dependencia de su rendimiento. No hay alternativas tan  influyentes como la suya en la nómina. Los demás invitados son soluciones transitorias. Lo suyo es determinante en cada minuto del juego.

Colombia gira  alrededor de su talento, el que en contacto con Falcao es línea directa  al gol.

Es james en su versión autentica, convencido de que no hay  competencia por su puesto. Es número fijo, sostenible, determinante. Casi insustituible.

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Hay expertos que afirman que sin él la selección es plana y carece de recursos para romper muros defensivos.

Que él es valida estrategia y que no hay otra. Quizás en esto peca Pékerman que con tiempo suficiente poco preparó recetas alternativas. Como Brasil sin Neymar o Argentina sin Messi, reducidos en su potencial y en su rendimiento.

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Colombia es hoy un conjunto de individualidades , en ocasiones dispersas, a las que les cuesta interpretar el juego colectivo. James aparece entonces como  solución, como tambor mayor, porque su talentosa zurda enlaza todo el juego.

Cuando lo veo recuerdo a Rivelino, de Brasil, siempre con la cabeza arriba, la  mirada periférica, el control del balón, del pase y del  juego; impecable en los traslados e implacable ante la red.

James es el hombre… James es el plan.  

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