“Lo importante es que sumamos”, destacó el entrenador del Deportivo Cali, el señor Héctor Cárdenas. Sí, lo dijo así, sin vergüenza, al reconocer, como debe ser, porque la realidad no tiene escondedero, que su equipo, nuestro amado verdiblanco, había estado desorientado, desordenado, ansioso e impreciso. Mejor dicho, para ahorrarnos el verso habitual, para Cárdenas, y para todos los que vimos el encuentro, Alianza no nos ganó porque no quiso. Simple como eso.
“Estaremos clasificados tres fechas antes”, dijo también Héctor en alguna de sus elocuentes (pero vacías) ruedas de prensa. La noche del domingo de las madres ese sería su regalo, les quedamos debiendo como nos debe fútbol –y mucho-, el Deportivo Cali. No estamos clasificados y enfrentaremos al líder Nacional en el Atanasio, y cerraremos con Millonarios en nuestro estadio. Nos complicamos, como por variar, solos.
Espero y quiero clasificar. Tendría que ser muy duro de cabeza para desear lo contrario con mi equipo amado, pero, en serio, lo que se ve en la cancha es tan mezquino, tan pobre, tan poco trabajado, que siento una gota helada corriendo por la espalda. Pensé que era miedo, pero no, al final los jugadores se acomodan por voluntad o premio y lo sacan adelante, o sea que miedo no es. Digamos que es amor propio, pena por pasar y seguir jugando a nada, es decir, a seguir en lo de Cárdenas/Pautasso. Mamita querida, tengo que parar a orar un rato. Amén.
“El grupo está mentalizado para crecer tras cada partido y lograr lo que queremos”. Sí, eso también lo dijo, no recuerdo si textual o no. Caería en el error de algunos periodistas si así lo asegurara (sin pruebas y tal), así que diré que, como en el Chapulín, “la idea es esa”. Pero seamos francos: ¿hay idea?
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Yo los veo correr bastante, de un lado a otro, al punto que terminan extenuados y veo a Murillo haciéndole el relevo a Orejuela. Veo a Pérez marcando al rival y de vez en cuando a Abel. Veo a Camilo jugando de libero y a Sambueza de centro delantero. Poco orden, mucho sudor.
Veo, también, a nuestro mejor zaguero, salvo por un partido, en la banca. No sé, estoy confundido, y antes de llenarme de rabia me da es tristeza al sentir que tenemos todo, como ya lo dije, todo para hacer mucho mejor fútbol y aspirar, como es el manifiesto del club este 2017, por la décima y más. Pero así no veo cómo, la verdad.
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“Los resultados priman”, dijo Cárdenas. Y en eso no se discute, pues desde que regresó al banco del Deportivo Cali solo ha encajado dos derrotas. Una injustificable en el clásico y la otra en Luque por la Copa Suramericana, en la que pasamos de ronda por gol diferencia. Dos derrotas es su estadística; de resto, victorias, una de ellas contundente y empates algunos, como el Alianza con un alto grado de suerte, mucha, mucha suerte.
Salís a alas redes sociales y encontrás de todo. Los hinchas que creen en el proceso y sienten que lo visto en el Estadio Deportivo Cali las últimas fechas es parte de un bache que superaremos. Eso es optimismo.
Los que prefieren no clasificar, destruir todo, cancelar contratos y atacar a la junta directiva por el único punto débil que tienen, lo deportivo. Estos hinchas que esperan la fecha siguiente para que, no sé su motivación o razón, darle la razón a Carlos Antonio Vélez, y a muchos otros presuntos enemigos del club con el único fin de poder decir, cobardemente tras una arroba de Twitter y sin pisar el estadio nunca: “Te lo dije”. Eso es pesimismo (entre otros).
Y, también sentís mucho dolor, rabia, impotencia y malestar. Tratamos de buscar razones, tenemos hipótesis variadas. Hablamos de motivación, de preparación, de táctica, de técnica, de estrategia. Sacamos calculadora, buscamos no culpables sino razones, nos libramos de excusas, encaramos lo que tenemos con objetividad. Eso es realismo.
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El común denominador: cero conformismos porque, gracias a Dios, nuestra hinchada de eso poco.
Para mí, reconociendo que los resultados se han dado más o menos, hay una conclusión que, tristemente, se dio en 2014: Héctor Cárdenas todavía no está preparado ni emocionalmente ni académicamente al ciento por ciento para manejar al Deportivo Cali.
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Puede, ojalá, que desde el próximo domingo en la visita a Nacional el equipo y su cuerpo técnico decidan darme un motivo para creer en ellos y me tapen la boca. Podría ser, pero eso es para el optimista. Yo sigo siendo realista. Soy de recuerdos, no de promesas.
Trato -de verdad lo hago- de entender el respaldo que tiene desde nuestro presidente en lo que he llamado “una apuesta a doble o nada ” porque, tranquilamente, sus aspiraciones políticas pueden complicarse merced de la pobreza del fútbol del club en su plantel profesional.
Mirá que ya se escuchan algunos nombres y sus propuestas electorales. Algunas son ideas, proyectos, otras no pasan de promesas. Ahí encajaría un Cárdenas sin problema, porque lo de él es hablar, hablar y hablar. Lo mismo que varios jugadores que, a pesar de declarar que se “jugarán la clasificación” salen a la cancha a esperar que el partido se termine para irse a casa mientras trotan en la cancha, manotean y pretenden mostrar entrega.
Vienen dos partidos clave ante rivales de mucho más peso que los últimos, con todo respeto, dos que enfrentamos. Cárdenas y Pautasso, una vez más, en sus manos y la forma en cómo lleven a los muchachos.
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Soy hincha enamorado del Cali, pero porrista no, así que muestren que aquello que proclaman es, o al menos, se acerca a una realidad o, en una autocrítica severa, pidan ayuda o simplemente acepten la realidad. Menos palabras, más acción.
Vamos Cali, sigo creyendo, pero no me gusta depender de la suerte o de un fallo arbitral. Quiero fútbol, ese que siempre vi de chico con mi papá. ¿Es muy difícil?
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Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá.