El astro portugués del Real Madrid vivió momentos complejos cuando se marchó, solo, de Madeira, para poder jugar en Lisboa. Estuvo a punto de dejar el fútbol.
"El período más difícil de mi vida": así resume Cristiano Ronaldo sus años de formación en Lisboa, donde el nativo de Madeira aterrizó con apenas 12 años. Entre lágrimas, partidos de futbolín, culturismo y ambición ilimitada.
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Toda una adolescencia transcurrida en el Sporting de Portugal, club formador que dejó a los 18 años, marcada por sentimientos de nostalgia y soledad, superados solo por su talento y fuerza de carácter.
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"Cuando Cristiano aterrizó en Lisboa fue un verdadero shock para él. Para alguien de Madeira, era una ciudad enorme, donde la gente era mucho más distante", explicó a la ‘AFP’ José Semedo, desde entonces uno de los mejores amigos del delantero del Real Madrid y la selección de Portugal.
Más de veinte años después quedan pocas huellas de la vida en la capital portuguesa del cinco veces ganador del trofeo Balón de Oro.
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El antiguo estadio del Sporting, donde residió con otros jóvenes del club, fue destruido para permitir la construcción de un nuevo recinto con motivo de la Eurocopa 2004.
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Muchos de los restaurantes que solía frecuentar se cerraron, al igual que la sala de juegos donde gastaba sus modestos ahorros en videojuegos de carreras de autos y partidas de futbolín.
Incluso la pensión ‘Dom José’, ubicada en el centro de la ciudad, donde pasó sus últimos años en la habitación 34 antes de partir al Manchester United, se vendió el año pasado.
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Burlas y peleas
Semedo recuerda sobre todo las burlas que sufrió el joven Cristiano por su fuerte acento de Madeira.
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"Se enojaba y peleaba mucho. Traté de protegerlo, pero a veces regresaba llorando a casa", explica el actual jugador del Setubal quien, como su amigo, luce diamantes en ambas orejas y músculos bajo la ropa ajustada.
El fin de semana, Ronaldo veía como sus amigos visitaban a sus familias, mientras él se quedaba en la residencia, pasando varios meses sin ver a sus padres.
Al cabo de medio año, durante las vacaciones de Navidad, estuvo a punto de desmoronarse y regresar a Madeira. Pero, conscientes de su enorme potencial, el club y su familia evitaron tal desenlace.
Leonel Pontes, el hombre que lo captó para llevarlo al Sporting, tomó entonces bajo su protección a un niño que tenía dificultades obvias para integrarse y que cambiaba regularmente de escuela debido a su "inestabilidad emocional".
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Figura paterna
"A esa edad, necesitaba a alguien que pudiera reemplazar a sus padres. Yo también soy de Madeira, y sabía exactamente lo que significaba abandonar la isla", recuerda Pontes, actual entrenador de las categorías juveniles del Sporting.
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Lo despertaba todas las mañanas, controlaba su comida, lo llevaba a la escuela y al aeropuerto, en contacto permanente con sus padres. El exasistente de la selección portuguesa de 2010 2014 hizo de todo para garantizar que el niño prodigio floreciera en Lisboa.
"Me convertí en su entrenador. Era extremadamente exigente con él, porque podía permitírmelo gracias a nuestro vínculo, y era consciente de que era un jugador extraordinario", explicó su antiguo tutor, actualmente comentarista en la radio portuguesa.
Una vez superado el sentimiento de desarraigo inicial, Ronaldo logró desarrollar su talento de forma metódica e implacable.
Culturismo a escondidas
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"Nuestro pasatiempo era entrenar. Hacíamos culturismo, aunque estaba prohibido a nuestra edad y regresábamos con los brazos hinchados, así que para evitar ser descubiertos usábamos mangas largas y decíamos que teníamos frío", reveló entre risas Semedo, quien también recuerda largas sesiones de uno a uno en la cancha de fútbol-sala, y a su amigo tragando dobles raciones en la cantina para fortalecerse, además de prestar especial atención a los velocistas de la sección de atletismo de para mejorar su técnica de carrera.
'CR7' evolucionó incluso por encima de su categoría de edad y se convirtió en imbatible. "En cada torneo fue elegido mejor jugador. Driblaba a tres, cuatro o cinco oponentes y la única solución era hacerle falta. Nada lo intimidaba", explicóz Semedo.
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"Entonces, su principal ambición era unirse al primer equipo del Sporting", esgrime Pontes.
"Un día, durante una carrera de calentamiento, le pidió al grupo que fuera más rápido", rememora el técnico. "Le dije que era inútil y me respondió muy en serio: 'Cuando sea el mejor del mundo, ya no dirás eso'. Y tenía razón".
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