Siendo un niño huyó de la guerra de los Balcanes, tras el asesinato de su abuelo. Después de tantas penurias, ahora a los 33 años, en plena madurez dominó el balompié en el 2017/2018, por eso su recompensa.
Modric se coronó este lunes, con el premio 'The Best' de la FIFA al mejor jugador del mundo, en un reino de galardones individuales reservado a Leo Messi y Cristiano Ronaldo.
El reconocimiento del mundo del fútbol con su tercer premio este curso, tras ser reconocido como mejor jugador del Mundial por la FIFA y de la 'Champions' por la UEFA, eleva a los altares a un futbolista de equipo que hace jugar mejor a los que le rodean.
Convertido en el mejor futbolista de la historia de Croacia, la vida de Modric no fue sencilla. El fútbol fue el mejor refugio para una realidad difícil de asimilar para un niño. Lejos de cualquier infancia común, la explosión de la guerra de los Balcanes atacó directamente a la humilde familia de Luka en la aldea de Zaton Obrovacki. Con 6 años, vio cómo su abuelo, con su mismo nombre y apellido, era asesinado a disparos por militantes serbios.
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Su padre se enroló en las filas croatas que batallaron por la independencia mientras el pequeño Luka escapaba del horror junto a su madre, Jasminka, y su hermana pequeña Jasmine. Y con su inseparable balón, hasta alojarse en un modesto hotel de Zadar, pasó por albergues para refugiados.
Sus recuerdos escapan de la realidad que le tocó vivir y lo que a día de hoy tiene presente Luka fue la cantidad de niños con los que podía jugar al fútbol sin salir del hotel por el peligro que corrían.
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La mala alimentación que le dieron perjudicó a su físico y a los 10 años regresó a su hogar para dar los primeros pasos en el mundo del fútbol en la cantera del Zadar, después de haber sido rechazado por las canteras de los grandes clubes croatas por su físico endeble y sus piernas finas.
Modric no recuerda balas, solo el balón. Y junto a él inició una lucha en la que saldría ganador. Con 16 años fue fichado por el Dinamo de Zagreb y lo primero que hizo para huir de la vida de hotel fue comprar con su primer sueldo una casa a sus padres. Valores y personalidad formada en una vida dura.
Aún tendría que demostrar más que otros para triunfar. Dos cesiones, al Zrinjski Mostar de Bosnia-Herzegovina, donde fue mejor jugador del torneo, y al Inter Zapresic croata, en el que, tras ser nombrado jugador revelación, su carrera entraría en una velocidad de crucero que ya nadie frenaría. Se convirtió en líder del Dinamo de Zagreb durante cuatro años en los que conquistó seis títulos.
No pasó inadvertido al radar del Tottenham, que no dudó en lanzarse a por el que se convertiría en aquel momento en el fichaje más caro de su historia (27 millones de euros).
Cuatro cursos en los que su dimensión creció tras un inicio marcado por las lesiones. El centrocampista bajito y veloz, que atraviesa líneas enemigas con lucidez para el pase, encontró en el estilo inglés un sitio perfecto para sus cualidades. La Eurocopa 2012 terminó de consagrarlo.
Y se convirtió en el gran objetivo del Real Madrid, el gran deseo de Luka, que tuvo que declararse en rebeldía para salirse con la suya. Treinta millones de euros más incentivos provocaron el traspaso y la llegada del nuevo cerebro del fútbol madridista.
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Con él al mando, llegaron la Décima y tres 'Champions' más consecutivas en un ciclo de leyenda blanco.
Jugador que marca época al que terminó de catapultar un Mundial 2018 en el que sólo le faltó el broche de ganar la final.
Su familia fue el centro de su discurso. Con la que superó los momentos más duros que un niño puede vivir. El futbolista al que la guerra hizo más fuerte.
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