Millonarios se parece a su técnico. Cuando el argentino Miguel Ángel Russo habla no dice nada. Y cuando el equipo juega como lo hizo contra Santa Fe tampoco juega a nada. Una cosa es Alianza Petrolera y otra, muy diferente, uno de los equipos más ganadores de los últimos años en Colombia, como lo es el conjunto santafereño. Y en el clásico quedó claro.
Hablar con Russo es como escuchar una película en inglés, pero sin saber inglés. En las ruedas de prensa, sus declaraciones no sirven para responder sino para confundir. Preguntarle sobre un jugador es recibir una explicación del fútbol colectivo, cuestionarlo sobre el rendimiento en determinado partido es escuchar, de vuelta, una oración gastada como: “Un día no podemos ser los mejores y al otro ser los peores”.
Ni siquiera acotándole, enfatizándole, delimitándole el interrogante:
– Profesor, ¿tal futbolista está listo para jugar?
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- Y, viste. Qué te puedo decir. Tú tienes afán por saber y yo no tengo prisa…
El semestre pasado, Millonarios se caracterizó por usar y abusar de las bandas. No era una de sus armas de ataque. Era la única. Pero contra Santa Fe se desdibujó inclusive en ese aspecto.
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Quiso abrir el campo y quedó encerrado; quiso utilizar el juego aéreo y justamente por allí recibió el gol; quiso acelerar contra el arco rival y terminó estrellado; quiso tener volumen de ataque y quedó expuesto en defensa. Para esto último, Russo volvió a tener una de sus respuestas: “En el fútbol, cuando más veces pierdo el balón, más me desprotejo defensivamente”.
Una cosa es como el adiestrador argentino quiere jugar, y otra como el grupo es capaz de hacerlo. Hasta en esa contradicción, Millonarios se parece a su técnico.
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