La silbatina, que era esperada, fue similar a la que hubo en 2009 en otra final de Copa entre los mismos protagonistas. Barcelona y Bilbao son los equipos más representativos de Cataluña y el País Vasco, respectivamente, dos regiones en las que el sentimiento nacionalista de pertenencia a un territorio independiente de España está más arraigado.
La protesta fue una forma de reivindicar ese sentimiento entre parte de las hinchadas.
También se escucharon cánticos contra la presidenta regional de Madrid, Esperanza Aguirre, quien sugirió que el partido debía suspenderse si había una protesta masiva contra símbolos nacionales.
Cuando los dos equipos saltaron al terreno de juego minutos antes del partido, sonó el himno nacional como es habitual en esta cita. A pesar del volumen de los altavoces y de la duración de 27 segundos del himno, más corta de lo habitual, la silbatina se dejó sentir con fuerza entre una inmensa mayoría de los 55.000 aficionados de ambos equipos que abarrotaron el Vicente Calderón.
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El príncipe de Asturias, que presidía el partido en sustitución de su padre el rey Juan Carlos, también fue silbado.
El monarca, todavía convaleciente de una operación en la cadera derecha, no pudo asistir al partido. La popularidad de la monarquía ha caído en picado en los últimos meses tras conocerse episodios como el accidente del rey mientras cazaba elefantes en África.
De hecho, se pudieron ver algunas personas luciendo caretas de elefantes, con las que irónicamente querían recordar a Juan Carlos su polémico viaje en mitad de la peor tempestad económica de los últimos 30 años en España.
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Previamente, unas 500 personas participaron en una marcha de corte ultraderechista en defensa de la unidad de España y en contra de las protestas contra símbolos nacionales.
La manifestación, vigilada por un amplio dispositivo policial, discurrió sin incidentes por el centro de la capital española.
La silbatina provocó una intensa polémica a lo largo de la semana en España, cuando la presidenta Aguirre dijo que el partido debía suspenderse si se pitaba masivamente contra símbolos nacionales.
Una decisión que fue rápidamente descartada por las autoridades.
Un total de 2.300 agentes velaron por la seguridad del partido en el estadio y las zonas más céntricas de Madrid, en una jornada que transcurrió sin incidentes significativos.
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