Gol Caracol
Resultados de fútbol
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Hace ya varios años, cuando no existían las transmisiones de fútbol por televisión como las conocemos ahora, la única forma de vivir un partido si no se estaba en el estadio era por medio de la radio y sus narradores polifacéticos, ya que además de brindar terrenos de juego imaginarios a sus oyentes, también eran capaces de convertir el sofá de cada hogar en la mejor tribuna para inclinarse al escuchar que tu equipo se acercaba al área rival. Aquellas transmisiones estaban marcadas por la emotividad del relator y la claridad que aportaba el comentarista a su trabajo, dándole un respiro en su acelerado relato y con apuntes certeros dilucidaba el partido que cada oyente había creado en su cabeza. Los relatores de fútbol y comentaristas de esa época erigieron su labor como un oficio más que una profesión, ya que muy pocos realmente asistieron a la universidad para perfeccionar su arte, sino que pasaban de locutores o reporteros radiales a ser los hacedores de memorables transmisiones de manera empírica. En la actualidad es muy difícil volver a sentir la magia con la que se vivían las transmisiones de antaño, ahora los narradores tienen que compensar el poco espacio que queda a la imaginación de los oyentes con frases y expresiones exageradas que pretenden darle una identidad a cada relator, pero que en realidad lo que hacen es que cada vez se pierda más el talento de anticipar una jugada y se caiga con mayor frecuencia en los vicios que atentan contra el buen uso del lenguaje y la construcción realista de la fantasía futbolera. Siempre he creído que una de las labores más complejas pero a la vez más gratificante es la de comentarista, ya que hay que tener una comprensión desarrollada del juego y sus causalidades. El mejor comentarista no es aquel que todo lo ve malo y le queda fácil desde un cabina con aire acondicionado y corbata criticar a los jugadores, el mejor es aquel que logra combinar la capacidad de masticar el juego y sus complejidades tácticas y técnicas para dejarlas servidas en la mesa del oyente y con datos oportunos logra darle un contexto, aportando en cada juego algo más que sus básicas opiniones. Como oyente y espectador de fútbol, además de periodista, creo que es necesario si queremos que el nivel de nuestra liga aumente y podamos tener estadios con iluminación adecuada y terrenos de juego acordes al espectáculo, que de la misma forma las transmisiones de los partidos también se destaquen por su calidad y responsabilidad con los televidentes. A usted: ¿Qué le aportan los comentaristas y relatores del fútbol colombiano en cada transmisión? Daniel Santamaría Jaramillo. @Danielsaja03
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Estamos ante un mal que podría ser sudamericano, pero que en Colombia cada vez se evidencia más y más: el hincha bipolar. Ese que cada que su equipo mete un gol o gana un partido, es el hincha que más apoya, el hincha fiel y ejemplar que siempre ha creído en su equipo. Para hablar con ejemplos concretos, es el hincha más feliz del mundo después de un Junior 4-0 Jaguares, o después de empatarle a Nacional y ganarle a Medellín, en el Atanasio. Lo malo es que ese orgullo y felicidad sólo les dura ocho días. Si en la próxima fecha Junior empata con Envigado o con Pasto o pierde con Huila, se convierten en "Hulk", literalmente. No miden su furia y lo hacen saber a través de redes sociales (Twitter y Facebook las preferidas). Palabras de grueso calibre contra jugadores que han tenido una buena regularidad como Andres Felipe Correa, insultos contra el DT del equipo (olvidando que es toda una gloria para la institución) y eternas peleas sobre quién es mejor hincha que el otro. En un partido alaban a Viera hasta más no poder y en el otro por un error en la salida del excelente portero, lo satanizan y piden su salida del equipo. Salen buenos estos queridos hinchas... He llegado a la conclusión (lógica y obvia) de que nadie es más hincha que nadie. Al momento en que le queda una pelota al delantero de turno todos nos paramos del asiento (ya sea en el estadio o en la casa), contenemos la respiración y gritamos profundamente GOL mucho antes de que la pelota bese la red. Pero también es fácil concluir que Junior no tiene hinchas sinceros. Al finalizar el partido con Huila leí a un amigo twittero afirmando que ya Junior estaba eliminado. Otro decía que era mejor no entrar a las finales. Otro decía que Alexis era un brutazo. Amigos, el fútbol es impredecible. ¿O acaso no recuerdan la final del 93 en la que el DIM ya estaba celebrando y el "Nene" les aguó la fiesta?, ¿o acaso no recuerdan el gol de Ribonetto?, ¿o acaso no recuerdan cuando todo el país daba por hecho que habría final capitalina y menospreciaron el poder del equipo tiburón? "Junior nunca gana en ese frío tan (inserte la grosería de su preferencia)", me dijo un amigo. Yo les digo que confío plenamente en Viera, en Velez, en Correa, en Tesillo, en Cuéllar, en Mac, en Toloza si vuelve, o en el que le toque salir a jugar. Confío en ellos, porque ellos son JUNIOR. Mi equipo. Yo no soy enemigo de las críticas. El que las quiera hacer que las haga, pero mientras existan opciones para clasificar, amigos, dediquémonos a apoyar. Gracias, Por: Pedro Cantero // En Twitter: @insolado
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Falcao, Ronaldinho, Messi, Cristiano e Iniesta no sólo son grandes figuras del balompié, también han sido buenos hijos. Ellas son sus progenitoras.
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No será lo mismo que en la UEFA Champions League 2012/13. Si muchos están esperando que se repita lo de hace dos ediciones, pues la verdad las circunstancias son totalmente distintas: el FC Barcelona tiene mucho más poder ofensivo y un juego más equilibrado, Lionel Messi no ha tenido un año lleno de lesiones, no hay temas extras que afecten (caso Tito Vilanova), Bayern llegará con varios lesionados/recién recuperados y el juego del Bayern de Pep no es igual de vertical que el de Heynckes. Así que no, Bayern no volverá a humillar escandalosamente al FC Barcelona. MSN vs la defensiva del Bayern Munich. Aquí podría estar la diferencia. La MSN llega en extraordinario estado sobre todo Neymar y Suárez y la defensiva del Bayern Munich no ha la pasado nada bien en 2015. Dante es una mala broma, Boateng ha sufrido en sus últimos partidos, Benatia difícilmente llegará, Badstuber está lesionado, Rafinha no es garantía y Bernat, a pesar de ser un tren a la ofensiva, sufre en duelos individuales. Difícil, muy difícil, que la endeble defensiva bávara frene a una MSN en estadio de gracia. Mediocampo, duelo de poder. El jugador de mediocampo más recuperador lo tiene el FC Barcelona: Sergio Busquets. Y, en estos momentos, Bayern tiene en Thiago al jugador con mayor sentido de distribución y creación. Andrés Iniesta está volviendo, habrá que ver cómo llega a esos partidos. Y Rakitic cada vez le vemos mejor. Vital lo que pueda hacer Lahm en recorridos y proyección acompañando a Alonso. El regreso de lesionados. Si todo sale conforme a los reportes médicos, Lewandowski, Javi Martínez y Benatia estarán; Ribéry y Bastian podrían jugar uno de los dos partidos, y Alaba no podrá ver actividad. Si vuelve Ribbery, FC Barcelona sufrirá, porque Dani Alves y Jordi Alba van al ataque constantemente. Ojalá todos los que estén cerca de recuperarse lo hagan. Partidos como estos se disfrutan más cuando ambos conjuntos juegan con lo mejor que tienen. Por otro lado tenemos a Thomas Muller, goleador de mundiales, el futbolista que, a pesar de no ser un superdotado técnicamente, lee el juego como nadie más lo hace. Ojo al juego entre líneas del jugador alemán. En varios partidos de este curso hemos visto que FC Barcelona deja un espacio bárbaro entre líneas y, si Thomas se acomoda, se los puede comer vivos. Pep Guardiola vuelve a casa. Será un partido especial. El DT más ganador en toda la historia del FC Barcelona vuelve al lugar donde creció, se formó, la rompió como futbolista y comenzó/brilló como entrenador. Sentimientos encontrados que podrían jugar en contra del estratega catalán si no son bien canalizados. Luis Enrique, por su parte, tendrá un reto durísimo. Esta clase de citas distinguen a los buenos entrenadores de los grandes. Eso si, los que no son hinchas de estos equipos a disfrutar esta partidazo. Por: Duvan García // Twitter: @DanGarciia6
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Nació en Santa Marta, creció en distintas ciudades de Colombia y hoy en día sus camisetas con el número nueve atrás son reconocidas, deseadas y admiradas en todos los rincones del planeta. Goleador, esto es para vos. Nadie ha celebrado tanto un gol de Falcao como lo ha hecho un colombiano. Por más de que le haya salvado el pellejo al técnico Daniel Passarella cuando, jugando para River Plate, anotó una tripleta ante el Botafogo en la Copa Sudamericana; por más de que le haya dado un campeonato a Diego Simeone y a los de la banda cruzada o, por más de que el Porto haya vuelto a ser un grande de Europa, con un aporte de 17 goles de Radamel en la Europa League –un récord histórico de la competición–, y por más de que el Atlético de Madrid le hubiera dado fin a sus tiempos oscuros en la segunda división con la consecución de la Copa del Rey y la Europa League, de la mano de Falcao, ninguno de ellos ha celebrado tan eufóricamente un gol del ‘Tigre’, como lo ha hecho un colombiano. Los colombianos requerimos de ídolos. La sociedad siempre busca a quién seguir, en quién creer. Sucedió con el ‘Pibe’ Valderrama, con ‘El Tino’ Asprilla, con Juan Pablo Montoya, con Camilo Villegas e incluso con algún tenista, pero las esperanzas se quedaron en eso: en esperanzas. No se trata de menospreciar el trabajo de otros deportistas, pero al colombiano le hacía falta un referente –curiosamente del campo futbolístico– que lograra que las calles se inundaran de pasión y alegría, que Barranquilla se vistiera de amarillo y un partido de la Selección significara paralizar el país entero de inmediato. Octubre 12 de 2012. Esta es la fecha en que, en mi opinión, Falcao selló para la eternidad su estampa de crack e ídolo futbolero en Colombia. En medio del calor de Barranquilla y luego de 45 minutos de fútbol cerrado por parte de Paraguay, el fútbol atractivo de José Pékerman con la ‘tricolor’ encontraba la defensa más difícil de romper hasta ese momento en la eliminatoria. Sin embargo, en el minuto 52 Falcao recibió una pelota al borde del área, enganchó, dejó en el piso al rudo Da Silva y, con pierna zurda, la mandó al ángulo opuesto, dónde el arquero Barreto no llegaba ni con vuelo chárter. La vida le puso obstáculos a Falcao desde pequeño, como si le estuvieran ‘midiendo el aceite’ para comprobar que el samario se convertiría en una leyenda a prueba de fe y trabajo. Su primera gran muralla fue decidirse entre el fútbol de su papá y el béisbol de moda en Venezuela, país donde vivió alrededor de cinco años durante su infancia. Superado esto, Radamel tuvo que dejar su hogar a sus 15 primaveras para trasladarse a La Pensión, una residencia de River Plate en la que convivió con ochenta jóvenes provenientes, como él, de las afueras de Buenos Aires. Una vez radicado en Argentina, el adolescente Falcao se despertaba todos los días y veía con anhelo, desde su ventana, un costado del estadio Monumental, en donde luego forjaría uno de los ciclos mas importantes de su carrera. Además, mientras sus compañeros se iban de vacaciones para sus casas, él se quedaba solo, en un lugar lleno de sueños. Mientras todos querían salir a conocer la vida cosmopolita del gran Buenos Aires, Falcao se iba a orar a la capilla, para tratar de sembrar la semilla del cristianismo en el equipo de la banda cruzada. Antes de cumplir 19 años de edad, Falcao García tuvo tres graves lesiones: un tobillo operado, una pubalgia y un ligamento cruzado. Pero como Radamel no tiene limites, las pudo superar sin contratiempos y en su debut como titular ante Independiente anotó y el estadio Monumental conoce, por primera vez, los zarpazos que era capaz de dar el ‘El Tigre’. Luego, llega la historia que ya conoce el mundo futbolístico entero. Falcao pasó la prueba y ahora todo sería éxito para él: goleador histórico de la Europa League, goleador de una final europea con Porto, dos goles en su segunda final europea con Atlético, tres goles en su tercera cita en la Supercopa europea ante el Chelsea. “Falcao no tiene techo”, decían, ¿acaso el cielo tiene un principio y un fin?. En el cielo, ahí está Falcao, y por más de que no haya integrado las filas de la Selección Colombia para el Mundial de Brasil, por más de que hoy en día James Rodríguez sea el referente del fútbol colombiano en el mundo, y por más de que su paso por el Mónaco haya sido doloroso y en Manchester United no haya rugido, Radamel Falcao García le devolvió al fútbol colombiano su baile, su goce y nosotros volvimos a creer que España, Brasil, Alemania, Argentina y los demás, no son tan invencibles y superiores como creíamos. Todo eso sucedió desde que Falcao anotó en el último suspiro ante Bolivía en la altitud de 3.600 metros de La Paz y lo celebró precisamente enviando un mensaje a todos aquellos que todavía no creían en él. Colombia jamás había ganado en el estadio olímpico Hernando Siles, pero con gol de García se logró. Luego, abrió el camino para la goleada 4-0 ante Uruguay en Barranquilla y marcó el gol de la remontada 1-2 en el partido ante Chile en Santiago, encuentro que terminaría 1-3 con anotación de Teófilo Gutiérrez. Sin embargo, la pincelada de oro sería firmada aquel 12 de octubre de 2012 del cual ya habíamos hablado. Tras abrir el marcador y poner en posición ventajosa a nuestra Selección, Falcao decidió brindarle a los colombianos un rugido más y una excusa para emborracharse mientras todos alardeaban que Colombia tiene el mejor centro delantero del mundo en la actualidad. Elkin Soto envió un pelotazo hacia el área contraria, Falcao entre dos defensas controla la pelota, se deshace de sus marcadores y ante el arquero paraguayo decide picarle la pelota por encima, para dejarlo ardido de la impotencia. Después de esa anotación la cámaras del Gol Caracol registraron a un eufórico Carlos Valderrama gritando a todo pulmón “¡qué golazo tan hijueputa!” y cuando todos perdíamos la voz, él, Falcao García se devolvía para el medio campo mirando al cielo y agradeciéndole a su mejor amigo, a Dios, por iluminarlo esa tarde. Pero la vida no es fácil. Luego de anotar dos penaltis definitivos contra Chile en Barranquilla y empatar 3-3 un partido que en medio tiempo perdía Colombia por tres goles a cero, después de asegurar de esta forma la clasificación luego de 15 años sin clasificar a un Mundial de fútbol, Falcao tendría que perderse la fiesta y cederle el protagonismo a James Rodríguez, quién no desaprovechó la oportunidad. Falcao volverá, será figura de la Copa América y desde algún equipo europeo hará nuevamente historia. Esta temporada simplemente es una prueba más que le pone la vida antes de su consagración final. Un hombre de fe, un deportista serio y disciplinado está a punto de convertirse en un genio eterno y nosotros seremos los afortunados de presenciarlo. Gracias Radamel. Gracias Falcao. Te esperamos de vuelta y sabemos que tienes preparada una fiesta para Colombia y un par de trucos de magia más para los amantes del fútbol. Por: Constantinos Papailias // Twitter: @locogreek
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Feria del Libro de Bogotá, un evento comercial, sí, pero maravilloso: la oportunidad de acercarse a autores, mundos, realidades; la posibilidad de participar en tertulias que van mucho más allá del ego de "yo escribí esto, tu aquello"; un evento para todos que cada vez le abre más las puertas a los futboleros. Porque hay que decirlo de frente: la Feria y, en general, la industria editorial colombiana descubrieron que a los colombianos nos gusta leer de fútbol. Claro, hay un efecto comercial detrás: la serie de libros sobre la Selección Colombia, la clasificación al Mundial y las figuras que lo lograron que inundó el mercado desde el 2013, con biografías sobre Falcao y James (siempre me han parecido curiosas las biografías de alguien que tiene menos de 25 años y está vivo, y ahora hay tres, ¡tres!, sobre el 10, dos de ellas de argentinos que son unos magos para vendernos humo), y con grandes reportajes sobre cómo llegamos a Brasil 2014 (incluyendo la de Javier Hernández Bonnet, y la Gabriel Meluk, Mauricio Silva, José Orlando Ascencio y Federico Arango, que para mi son las dos más completas: Estos son los libros sobre James, Falcao y la Selección Colombia que encontrará en la Feria). Pero cuando se mira más allá de lo coyuntural queda lo trascendente y ahí, justo ahí es cuando uno como futbolero debe esculcar en los pabellones de la Feria. Cada año recomiendo lecturas sobre fútbol que se pueden encontrar en la Feria Internacional del Libro de Bogotá pues creo firmemente que el fútbol es un cuento, un drama, una comedia y una épica perpetua, todo al mismo tiempo, y en este 2015 quiero contarles de la forma más humilde posible (pues no hay nada más ególatra que decirle a alguien más: mira, léete alguito) los libros sobre fútbol que más me han gustado: Mis favoritos: - Fiebre en las gradas: se lo tiene que leer, no sólo porque Nick Hornby es un escritor tan creativo como gracioso (y está muy bien traducido), sino porque es la historia personal de un hincha del Arsenal al que la pasión por su equipo lo lleva a contar su vida según los diferentes momentos y partidos de los gunners. Debe ser uno de los mejores libros de fútbol que hay. - Soccernomics: puede ser la mirada más interesante que se haya escrito sobre el fútbol como industria cultural. Simon Kuper y Stefan Szymanski hacen un análisis económico para explicar el éxito de determinados equipos y el fracaso de otros. Brillante. - Juego sucio: fútbol y crimen organizado: Declan Hill puede romperle el corazón a más de un inocente que piensa que el fútbol es sólo bello. Se trata de una investigación periodística seria y muy profunda sobre cómo las mafias de todo el mundo usan y abusan del fútbol profesional. Por supuesto, Colombia tiene un buen lugar en estas páginas. - Historias negras del fútbol argentino: otro señor periodista, Alejandro Fabbri, le cuenta cómo la política y los intereses económicos han manejado el tan famoso y tan pasional fútbol gaucho. Es una joya. - El fútbol a sol y sombra: todos nos tenemos que leer más de una vez esta obra maestra de Eduardo Galeano. Cuando el romanticismo por el fútbol le falle (por ejemplo, después de leer a Declan Hill o a Fabbri), consúltelo. - Guía políticamente incorrecta del fútbol: lo confieso: es el libro que soñé escribir, pero lo hicieron los periodistas brasileños Jones Rossi y Leonardo Mendes y a ellos les quedó mucho mejor de lo que yo lo podría haber hecho. Historias breves sobre el origen del fútbol y sobre grandes mitos de este deporte, por supuesto centradas en Brasil, el balompié carioca y el paulista. Tal vez por eso aún pueda yo contar la versión colombiana... (suspiro) - Bestiario del balón: los autores son amigos de la casa y por eso puede sonar a zalamería, pero este libro es una joya. Es más, si no tiene plata para comprarse este maravilloso anecdotario del lado B del campeonato colombiano, le recomiendo meterse al blog del que surgió el libro de Nicolás Samper, Federico Arango y Andés Garavito. - Autogol: pasándonos a la ficción, recomiendo esta gran novela de Ricardo Silva que muestra el patetismo del ser colombiano con el trasfondo del asesinato de Andrés Escobar. Ficción tan cercana a la realidad que duele. - Los amos del juego: el investigador Ignacio Gómez (subdirector de Noticias UNO y en mi concepto uno de los adalides de la libertad de prensa en este país) desenmascaró en los 80′s la oscura relación del fútbol y el narcotráfico. Es un libro rarísimo, no lo va a encontrar en la Feria, pero es básico para entender muchos cómos y porqués. Por supuesto, a Gómez le tocó utilizar un alias, el de José Ignacio Rodríguez, para cuidar su integridad tantas veces amenazada desde que hacía parte de la Unidad Investigativa de El Espectador. - Puro fútbol: la recopilación de los cuentos futboleros del gran Roberto Fontanarrosa, hincha de Rosario Central y autor de “19 de diciembre de 1971″, para muchos el mejor relato sobre la pasión que genera la pelota. Si lo ve, cómprelo, sin dudar. - Calcio: Juan Esteban Constaín hace un relato maravilloso indagando sobre los orígenes del fútbol en la Italia renacentista. Si le gustan las novelas históricas, esta puede ser una de las más originales que puede encontrar. - Once cuentos de fútbol: un gigante de las letras como Camilo José Cela (el mismo de esa obra maestra que es La familia de Pascual Duarte) era un hincha furioso de la pelota, más si jugaban los equipos gallegos (Celta de Vigo o Depor La Coruña). Toda la épica, toda la tragedia, toda la humanidad del fútbol está en estas páginas. Es de las mejores cosas que se puede leer, y no me refiero sólo al fútbol.
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Las ligas de Alemania, Inglaterra, España e Italia tendrán participación ‘cafetera’. A continuación los partidos para que se programe.
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Antes de empezar a desarrollar este texto, tengo que aclarar que tengo tan solo 23 años. Eso significa que desde que tengo conciencia nunca vi a Diego Armando Maradona patear un balón en un partido oficial. Este puede ser el motivo por el que mi imagen del ex futbolista argentino sea muchísimo más mala que buena.
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El Viejo estaba haciendo lo que más le gustaba, mirar un partido de fútbol con su nieto. No compartía que en los últimos años la FIFA había cambiado muchas reglas, porque pese a que los arcos eran más grandes, y los balones cada vez más chicos y en los tiros libres ya no había barrera, cada vez había menos goles. También lamentaba que hubiesen quitado los árbitros, desde hacía unos años habían sido remplazados por un programa de computador que identificaba hasta el más mínimo roce y tenía la capacidad de calcular milimétricamente la intencionalidad del agresor. "¡Qué mal día ese que sacaron a los árbitros!", recordaba, “ahora a quien le voy a echar la madre”; cada vez que su mujer le recordaba su mal genio, le decía “anda a quejarte a la FIFA, de malas, ya no hay árbitros, te toca aguantarte mi mal genio”. Eso sí, rememoraba que ese día todos se quejaron, hasta los mismísimos hinchas del hijo bobo, como el malnacido de su cuñado, que puso también el grito en el cielo: que como así que ya se habían aguantado que extraditaran a los dueños de la perrera, que se habían aguantado que los metieran en la lista Clinton, que se habían aguantado bajar hasta la C, y que para volver a subir les había tocado sacar como cuatro caletas y comprar a medio mundo, pero ¿que saquen los árbitros? Mi mompa, ésa si es la más grande de las cagadas, ahora a quien vamos a comprar, con lo bonito que era ver a esos muertos de hambre haciendo fila para botarles un billetico, ahora qué diablos vamos a hacer, será contratar hackers, había dicho, pero eso ya no es tan romántico. ¡………GOOOOOOLLLLLL DEL TULUAAAAAAAÁ…………..! Gritó el narrador, fue un grito cansino, casi sin ganas, pero fue suficiente para sacar al viejo de sus pensamientos y para que sonriera viendo a su nieto saltar de la emoción. Cuando el niño se calmó, y se dio cuenta que la sonrisa del viejo no era por el gol en sí, sino por su alegría, retiró su atención del televisor para preguntarle lo que hacía tiempo le quería preguntar pero que nadie lo dejaba. “Abuelo, si a ti te gusta tanto el fútbol, ¿por qué no tienes equipo?" El Viejo respiró profundo, casi como un suspiro, mientras se sumergía en esos recuerdos teñidos de verde que hoy no sabía si lo mantenían vivo o lo estaban matando, entonces, con una media sonrisa de esas que más parecen de tristeza, le respondió “Es cierto, hoy no tengo equipo, pero lo tuve, y vaya que lo tuve, y que grande que fue, prácticamente infinito. Al ver los ojos curiosos del niño, le hizo una promesa que no sabía si podía cumplir: “Quieres saber realmente qué es un equipo de futbol, uno de verdad, termina de ver ese partidito de aficionados, damos una vueltica y sabrás de mi boca que es un equipo que mientras existió fue grande de verdad”. Mientras trascurría el partido del Tuluá, por ese entonces el único equipo que quedaba del Valle en primera división, el Viejo trataba de hilvanar su historia, de separar sus recuerdos, los hechos reales de las fantasías, y cómo hacerlo, si ese pasado mitológico y majestuoso de su Deportivo Cali del alma, estaba enmarcado en momentos inverosímiles, en historias mágicas e irrepetibles, a veces por lo tristes, a veces no. Ya algo se le ocurriría para contarle a su nieto, algo que no fuera tan triste; ya había llorado lo suficiente como para hacer llorar al niño. El niño contaba los minutos para que acabara el partido, estaba ansioso de escuchar la historia de su abuelo; muchas veces lo había visto llorar en silencio, y algo le decía que de una vez por todas, esa tarde sabría la razón. Apenas terminó el partido, lo miró y le hizo saber que no tendría escapatoria, que no habría excusas válidas para aplazar ni el paseo ni la historia. El Viejo, esta vez sí, suspiró completo y resignado fue a prender su carro, mientras su nieto, sin pensarlo mucho se subía y se abrochaba el cinturón. Cuando llegaron al estadio, allá cerca al Aeropuerto, El Viejo no había comenzado a hablar, el niño respetaba su silencio, pero comenzó a pensar que su abuelo de verdad estaba comenzando a enloquecerse, como decía la abuela, ¡De lo viejo te estás volviendo loco!, le había escuchado gritarle. El niño no entendía por qué su abuelo lo traía a un estadio de beisbol, si se suponía que le iba a hablar de futbol, efectivamente el abuelo se estaba enloqueciendo, pensó para sí. Al ver el estadio, al Viejo se le humedecieron los ojos, pero fue lo suficientemente fuerte para no derramar alguna lágrima. Se bajaron del carro, y el Viejo comenzó su relato. Este estadio que ves al frente, le dijo, que hoy no sé ni cómo se llama, fue un estadio de fútbol, “El Coloso de Palmaseca” le decíamos. Pero no solo fue un estadio, fue hogar del más grande club de fútbol que existió en la historia de Colombia, el Deportivo Cali, el único, el infinito, mi equipo. El niño sintió que una ráfaga de energía pasaba por su cuerpo apenas escuchó el nombre del equipo de su abuelo, no entendía como ese nombre tan simple, en boca de su abuelo, era capaz de estremecer cada uno de sus músculos al oírlo, en ese instante el niño comprendió qué parte de la vida era la que le faltaba al abuelo en esos últimos años, en ese momento entendió la nostalgia de su mirada, entendió sus lagrimas solitarias, entendió por fin por que el abuelo siempre parecía que estuviera esperando la muerte; pues claro si es que le faltaba ese soplo mágico, esa vitamina invisible que solo da el fútbol, que solo da el sentirse hincha del equipo amado. Y El Viejo, que en realidad sí estaba un poco desquiciado, comenzó a hablar como poseído, todos sus recuerdos retenidos por tantos años comenzaron a salir a borbotones en su relato, sin orden cronológico, con pasión, como si todo aquello hubiera sucedido al mismo tiempo, en el mismo partido, y le contó de un mono de cabello ensortijado que le decían Pibe, y un negrito que lo acompañaba que le decían Kuntakinte, y que entre los dos enloquecieron al mundo. Le contó de un narizón argentino, que después fue campeón mundial, "gran técnico el que tuvimos", le dijo, como nos cambió la vida; y el negro chiquitico aquel, ese que en el Monumental todavía recuerdan, les pinto la cara a las Gallinas, pero claro si era nuestro plato predilecto, siempre lo ha sido, aquí en el Valle, el sancocho de gallina, ¿te gusta?, me alegra que te guste; y el Mago, si hubieras visto que clase tenía el Mago, aún vive en Italia, ¡qué central por Dios!, es que siempre tuvimos grandes ahí, siempre, desde el Polaco hasta Mabeto, que fueron inmensos también, no me lo vas a creer hasta los malos parecían buenos, tuvimos un negrito, pata-brava que llamábamos “Yo-no-fui” ese sí fue campeón de campeones, no sabemos cómo llegó a River y terminó en Italia, con un pasaporte comunitario, que de dónde lo sacó, aún nos lo preguntamos. Le contó de aquel argentino que llamaban El Tanque, que hiciera el primer gol del Cali como equipo profesional, y le habló de los míticos goles del inca al que llamaban Valeriano; y como no iba a recordar al Tigre y sus inconfundibles goles de cabeza y al Mortero, que tiros los del Mortero, los arqueros se cagaban no más al verlo. El Viejo seguía cabalgando en sus recuerdos, y confundía los partidos y las fechas, y en la misma alineación y en el mismo partido los colocaba a todos, las atajadas inolvidables de Zape y de Calero, la exquisitez de Umaña, la claridad meridiana de Miguel Escobar, y a la inolvidable samba de Iroldo; qué grande fue Don Alex, él los trajo a casi todos, repetía. Que no se quede nadie sin nombrar, decía, que no se queden los Tranvías, ni Desiderio ni Escobar; que no se me olviden ni los goles de Ramírez Gallego ni la magia de Loayza, que no se me olviden ni ese central maravilloso que le decían La Mosca, ni al Maestro, al verdadero Maestro que nos hizo felices como jugador y como técnico; y que técnicos tuvimos, como les extrañamos a Pancho y a Vladimir. Continuaba su perorata sin lógica, los jugadores y los hechos solo unidos por el lazo invisible de su pasión desmesurada, hablaba sin ton ni son, de Don Humberto que fue grande pero también chiquito, de ese puntero genial que fue Bernao, y de un ex ídolo 23 que le pegaba como los dioses; repetía sin cesar cánticos de las barras, repetía como si de verdad hubiese sido narrador, los goles de la Guaracha y los de Ángel María, y los de la Gambeta y los de Don Victor. Y enaltecía la grandeza que le dieron al equipo el Pecoso y el Carepa. Es que fuimos grandes, siempre fuimos grandes pero hubo veces que lo fuimos más; y remembraba las gestas históricas del mismo equipo que le ganó a las gallinas el Monumental, que mi verde del alma fue el mismo que quedo muchas veces campeón, que la mayoría de las veces jugó bonito, que fue una fábrica de estrellas, cuna de campeones nos decían, siempre tuvimos las mejores divisiones inferiores del país. Lentamente se quedaba sin aire, y sin recuerdos, sin recuerdos buenos, claro, en un intento de supervivencia, año tras año su mente había olvidado muchos jugadores, técnicos y directivos que solo habían causado dolor. En un resquicio de su mente se escondían Nayares, Charrias y Priscilianos; se ocultaban muchos de su especie, se ocultaban con Carreños, Celines y Cuartas. Era mejor así, que no salieran a flote, que no empañaran la imagen de esas vivencias maravillosas en el Pascual, porque al Viejo no se le podía olvidar el Pascual, ese estadio que también fue testigo de nuestra grandeza, aunque nos tocó compartirlo con la Delincuencia, esa misma Delincuencia un día lo abandonó, el mismo día que salió de Cali para jugar en Bogotá, de donde era realmente. En Cali nadie los extrañó, ni siquiera el Pascual, que ahí sí se quedo sólo, pero hacía rato estaba muerto, el mismo día que nos fuimos a jugar al Coloso. Trataba de alargar el relato, prolongar su agonía, evitar lo inevitable, hacerle el quite al destino; trataba de aplazar la pregunta que veía venir, le tenía miedo y no sabía por qué le temía si tantas veces la había enfrentado sólo, si tantas veces había creído responderla, si tantas veces se había dicho que tenía que coger el toro por los cachos, carajo, que él debía aceptarlo, que el equipo no estaba y que por qué ya no estaba si era tan inmenso, tan infinito, tan sublime pero no había sido eterno, maldita sea. Ahora sí fue, se dijo, y nunca se sintió tan hombre, nunca se sintió tan varón como para responder lo que su nieto le estaba preguntando en ese instante, por qué diablos si era tan grande ese equipo se había acabado, por qué ya no estaba. "Dejá de hablar tanta paja abuelo, si ese equipo era verdaderamente grande nunca debió haber desaparecido." "Y creés que no lo sé, y creés que no me lo cuestiono", le replicó, "si lo hago en cada instante de esta podrida existencia que cada vez es más larga, más vacía sin mi Deportivo Cali del alma". "Que cuando fue el comienzo del fin, no lo sé". "No sé si fue cuando comenzamos a construir el coloso y no podíamos, o cuando se nos venció el recibo del gas y no teníamos como pagarlo, o cuando dejamos ir al barrosito para los Estados Unidos, o cuando elegimos al señor del arroz en la junta, o cuando en la misma junta nombramos a un viejito que se nos fue a los dos días, al mismo viejito que nos creó años antes un sindicato que nos hizo ser humillados en Santa Marta, por rabia al Pecoso. ¿Te acordás? ya te lo nombré, sí el que nos hizo olvidar de un ayuno de más de 20 años y cómo le pagamos, es que somos unos desagradecidos ¿sí o no? O cuando no nos dimos cuenta que el mundo cambiaba y seguimos eligiendo una junta de cometeros cada cuatro años, cuando todos los grandes se convertían en Sociedades Anónimas, o cuando vendimos el negrito de Santo Tomas por un puñado de monedas porque necesitábamos pagar la nómina, o si finalmente vendimos el estadio que era lo único que nos quedaba. Realmente nunca me pregunte qué tan grave fue esa gripa que mató a mi equipo, esa gripa que se fue convirtiendo en cáncer, ese dolorcito de cabeza punzante y molesto que fue creciendo hasta convertirse en parálisis. Solo supe que fuimos carcomidos por dentro, sin darnos cuenta, que quedamos como un cascarón vacío, que cuando vendimos el estadio nos vimos las caras y supimos que no quedaba nada, que las sedes, las inferiores y el equipo habían sido vendidos o se debían, que solo quedaba el Coloso, y con él se iba el equipo, y faltaron pocos días para que en una tarde marchita, maldita, se firmara la liquidación de la sociedad, y todo ese resto de huevones que fuimos socios, no teníamos nada que decirnos, nada que pelear, nada que hacer, que impotencia tan berraca, estábamos ahí firmando la muerte de lo que más queríamos, nuestra muerte misma, lo sabíamos y no hicimos nada, solo firmar." "Y de quien fue la culpa, me dirás, ¿de quién?; creés que no me lo pregunto, pues no iba a ser de esos directivos que nosotros mismos elegimos, y mientras nos anestesiaban no nos dábamos cuenta que nos estaban clavando, pues la culpa fue de nosotros, los hinchas y los socios, que nos enfrascábamos en discusiones bizantinas y estériles que no llevaban a ningún lado, mientras esos desgraciados saqueaban el equipo nosotros peleábamos si el Carachito era mejor que el Chigüiro, o si era volante o lateral, y le llevábamos estadísticas de hasta cuantas veces se rascaba las pelotas en un partido; a veces pienso, que la verdadera razón por la cual Carachito nunca fue vendido y jugó hasta entrados sus cuarenta años, siempre en el Cali, fue para que nosotros como idiotas útiles, permaneciéramos embobados y rabiando con su presencia, sin darnos cuenta que el problema era otro. Sí, fuimos nosotros, los hinchas, también protagonistas de primera línea en esa debacle histórica, claro si era que nos creíamos de otro planeta, que sabíamos mucho de fútbol pero al final no sabíamos nada de nada, le dábamos durísimo a todo el mundo, canteranos, técnicos y extranjeros, los chiflábamos desde el segundo piso sin misericordia, eso cuando íbamos al estadio, porque éramos hinchas de Internet y televisión, y nada nos tenía contentos, si hasta en el dos mil cinco fuimos campeones por última vez y ni eso nos sirvió, parranda de cretinos fue lo que fuimos. Y estamos acá, muchos años después, capaces de vender lo que nos queda de huesos, por repetir ese momento, por volver a vivirlo, pero no es posible ya, nunca más será posible, es nuestra condena." Cuando terminó su relato, se sintió tan liviano y tan puro como nunca lo había estado, tal vez por el hecho de sacar toda esa maraña de imágenes que le atormentaban, tal vez por aceptar su pedazo de culpa en la desgracia. Entonces dedujo, sin temor a equivocarse, que su duelo había terminado, demasiado tarde eso sí, pero ya se quitaba ese lastre en su espalda que hacía sus pasos cada vez más pesados. Pensó que todo lo que tenía que hacer en su vida ya lo había hecho, y por fin se supo libre, verdaderamente libre. El niño, mientras tanto, que apenas había respirado, escuchando atónito la historia más inverosímil que habría de escuchar jamás, solo atinó a mirar a su abuelo como nunca lo había mirado, grande, verdaderamente grande, como si hubiera sido inundado de repente por la inmensidad de su pasado, y sólo en ese instante único e irrepetible, supo que su abuelo realmente estaba loco, pero no por lo viejo como decía la abuela, el abuelo había estado loco toda la vida; supo que el fútbol nunca sería lo mismo para él; supo que lo abandonaría; supo que su equipo nunca lo estremecería como vio hacerlo con su abuelo; entendió la única verdad incuestionable, que el fútbol no tendría sentido sin el Deportivo Cali, el fútbol como magia había muerto el mismo día que murió el más grande, el infinito, el verdadero; que el fútbol como religión no tenía sentido sin su único Dios, el Deportivo Cali. Caracas, mayo 11 de 2010 Por: Nelson Ricardo Bobadilla Rey / @nelsonbobadilla
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Gol Caracol
¿Sabía que García Márquez le iba al Junior, Sartre acompañó al PSG en los últimos años de su vida y que la autora de Harry Potter es del West Ham? El fútbol da para más de una novela.