Lo que era trámite, fue pesadilla en la Selección Colombia, en su debut frente a Japón, en el Mundial Rusia 2018.
El acostumbrado equipo rebelde, atrevido, alegre y ganador, se paseó por el campo, nervioso, sin recursos, maniatado y sin reacción.
Solo una fervorosa arremetida al final, comandada por James Rodríguez y Falcao García, desbordados como todos, elevó la temperatura con el sueño imposible del empate.
Sin duda, la expulsión de Carlos Sánchez condicionó el trámite. Pero también contaron la alineación imprevista, inexperiente, la ausencia de James y el relevo de Cuadrado.
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Luego llegaron las fórmulas obtusas del entrenador José Pékerman, impedido de asociar el equipo reestructurándolo en sus funciones, de combinar su juego, de potenciar los bloques y arropar a Falcao, solitario y con forzadas opciones de gol en su histórico estreno.
Fue una salida en falso que dejó en claro la incapacidad para gestionar la inferioridad numérica y la adversidad en el resultado. Enseñaron tantas veces los estrategas cómo hacerlo.
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Pékerman esta vez extravió el libreto.
Claro quedó que sin James no hay equipo. Juan Fernando Quintero, rebosante en talento, tiene tanque de moto pequeña y sabe poco de correr, ocupar espacios o presionar, cuando no posee el balón.
Edwin Cardona era la solución, pero no está por cuestiones ajenas a sus desplantes irresponsables.
La inquietud hoy, además de la derrota inicial, es la inexistencia de planes alternativos en el juego.
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Soluciones de pizarra. Y las filtradas fisuras de vestuario, maquilladas en el pasado por los resultados.
No todo esta escrito. Hay camino y hay herramientas.
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Los futbolistas se empeñan con sus frases en elevar la moral del pueblo, pero más importante resulta repotenciar el equipo, fortalecerlo en su mente y en su juego. Son ellos quienes mas necesitan cambiar la actitud.