Esta debería ser una entrada hablando del flojo rendimiento de Millonarios ayer frente al Cali. Sin embargo anoche en el estadio, fueron muchas las personas que fueron a Medellín y contaron sus historias de lo ocurrido en el viaje al final de la copa. En cada relato había en común ese sentimiento generalizado de que expusieron su vida. Varios hinchas de Nacional ayer por las redes sociales, me llamaban promotor de violencia, asesino y otras delicadezas. Con este relato serio, de Cesar Carrillo queremos poner en evidencia las graves fallas de la policía y el actuar de personas en Medellín. Denunciando queremos que esos hechos no ocurran jamás y que la rivalidad sana no termine en muertos. Ayer hasta hinchas de Santa Fe me escribieron denunciando hechos similares en la última final de la Liga Postobón. Yo tengo una rivalidad y reticencia profunda con Nacional, su entorno y el mensaje que envían de todo se vale. Pero eso no me da derecho a herir o matar a otra persona. Ojalá que este sea el ultimo escrito que debamos hacer sobre estos temas. MINUTO FINAL: Yuber Asprilla debería sentir un poco más de vergüenza futbolística. Con muy poco, el grueso de la hinchada lo apoya y aclama. Es hora que retribuya todo ese cariño jugando futbol. De eso muy poquito sr Asprilla. MAURICIO GORDILLO @MAUGOR ¿Trampa Mortal? Que en grandes ciudades existan desadaptados, revoltosos y vándalos por problemas sociales, falta de educación y empleo, y todo esto se vea reflejado en el fútbol, no es raro. Pero lo realmente sorprendente es que no sean casos aislados, lo realmente sorprendente es llegar a una región de nuestro país y que los desadaptados sean miles a tal punto de encontrarse una trampa mortal… como lo ocurrido el pasado domingo en Medellín. Todo esto, y que me entristece recordarlo, inicia desde la noche del sábado y el trascurso del domingo cuando en reiteradas ocasiones se recibían noticias y denuncias de lo que ocurría en las calles de Medellín. Taxistas recogiendo hinchas de millonarios en el aeropuerto, terminal y hoteles y poniéndolos como se dice: “en bandeja”, informando telefónicamente sabrá dios a quien sobre la descripción del pasajero y abandonándolos en puntos críticos como el obelisco o donde ellos quisieran en medio de las riñas; hinchas del común (barristas y no barristas; padres y madres de familia con hijos de 15, 16, 17 años) que llegaban al estadio para ingresar en tribunas preferenciales en completa paz buscando lo que en todas las plazas del mundo existe… algo de seguridad, pero que se encontraron con cuchillos pasando por los lados de su cuerpo, a menos de dos (2) metros dentro de un escenario deportivo de la categoría del Atanasio Girardot. Muchos lograron huir al ser identificados, muchos otros salieron gravemente heridos, algunos aún hoy se recuperan en los centros asistenciales de la ciudad más innovadora. Dos de mis compañeros azules, abonados de la tribuna de occidental del estadio el campin, tuvieron que verse en la caótica situación de “lanzarse” del taxi que los transportaba debido a las sospechosas y asfixiantes preguntas del conductor (portaba camiseta de nacional) que parecía más interesado en descubrir si eran o no de millonarios, que de preguntar hacia dónde se dirigían, para posteriormente realizar llamadas del tipo “en 15 minutos llego, tranquilo que yo llevo todo, estoy en tal punto y voy para tal otro, están pendientes, no?”. Dos personas que iban en completa paz y que pensaban que ingresar a occidental del Atanasio era tan tranquilo y normal como ingresar a occidental del Campín. Otros hinchas que supieron sortear dicha situación o que por cosas del destino no les tocó vivir eso, llegaron hasta las afueras del hotel donde se encontraba alojado nuestro equipo. Todos estaban en espera de una respuesta por parte de la policía. Luego llegamos otro grupo que fuimos amontonados en una estación donde en nombre de nuestra integridad fuimos aislados (custodiados solamente por ocho agentes antidisturbios). Nunca conocimos donde se encontraba toda la fuerza disponible de la policía, pues en el interior del estadio y en los alrededores brillaban por su ausencia. La misma Sra. representante de derechos humanos (una sola profesional) le preguntaba a la policía por qué no había personal y por qué no habían solicitado refuerzos a los municipios aledaños o al mismo ejército. Asombrada nos miraba y nos pedía calma y tiempo para intentar mediar y encontrar una solución que no pusiera en riesgo nuestra vida. Realmente esta persona fue la única que no nos atacó por ser rolos. El tiempo se fue agotando y sectores de la hinchada comenzaron a caer en desesperación porque la policía no se pronunciaba. Algunos se fueron caminando hacia el estadio, la policía desconcertada y al parecer sin una orden de algún superior inicio la represión y abusos característicos en esa ciudad para las hinchadas visitantes. Al final, la solución de la policía fue trasportar a la gente con engaños en dos camiones hacia el terminal y aeropuerto, luego de decirles que finalmente serían llevados al estadio e ingresarían directamente a la tribuna occidental, “que fue asignada para la hinchada de los millonarios”. Eso sí, una vez abordo del camión la policía se aseguró de “decomisar” la boletería que tenían, boletas que jamás se volvieron a ver. En el recorrido sin escolta policial u operativo de movilidad debido. Quienes abordaron nos comunicaron telefónicamente que los camiones fueron atacados constantemente. Piedras, ladrillos, botellas y demás artefactos desconocidos caían encima, algunos heridos, normal en la ciudad de Medellín cada vez que cualquier hinchada del país llega a su territorio. Lo realmente espeluznante y que lo pueden atestiguar cada una de las personas que iba en los camiones, fue cuando comenzaron a sonar tiros la policía, muerta del pánico y aparentemente en caos al ver que todo se le salía de las manos, no tuvo más remedio que acelerar a fondo exponiendo aún más a los embajadores. Increíble que el encargado de la policía de la ciudad de Medellín haya salido a declarar que nada pasó, y que el operativo fue un éxito. Ya en el terminal la policía subió a buses a las personas que tenían el dinero del pasaje, no sé qué ocurrió con lo que no tenían dinero. Un pequeño grupo y yo decidimos utilizar una “última alternativa” con algunas boletas extras que teníamos e intentar acceder al estadio aprovechando el intenso aguacero y el inicio del encuentro, nuevamente afrontando el posible riesgo. Ya en el interior del estadio y lo pueden comprobar con los videos de la transmisión del partido, no se lograba ubicar un solo miembro de la policía dentro de la cancha ni mucho menos en las tribunas. Rara vez se veía uno que otro bachiller que prefería hacerse el de la vista gorda ante los sujetos de la barra de nacional que pasaban inspeccionando a las personas acomodadas en sus sillas y quienes a criterio propio decían quien se podía quedar y quien era expulsado del estadio. Quienes eran señalados de ser “gallinas” eran golpeados, robados y heridos con puñal. Conocí dos personas que fueron heridas con cuchillos dentro de la tribuna occidental en uno de los múltiples y constantes forcejeos. Este caso llego a ser tan degradante e inhumano que vimos como en un par de ocasiones hinchas de nacional (personas muy decentes y cansadas de esta situación) se lanzaron sobre las personas que estaban siendo golpeadas por los vándalos, para protegerlos y exigirle a los atacantes que no continuaran con su brutal y cobarde acto. Quienes no alcanzaron a ingresar a la tribuna pero llegaron al Atanasio, tuvieron que pasar unos “filtros” en donde miembros de la barra de nacional eran quienes ejercían total autonomía de decidir quién ingresaba y quién no. En algunos de estos filtros había bachilleres (en la mayoría de filtros y puertas no había presencia policial) que únicamente acataban órdenes de los barristas. Si la persona que iba a ver el partido se dejaba pasar, llegaba a un nuevo filtro y era “requisado” bajo las mismas condiciones. Si la decisión era “este es gallina” ó “este es rolo”, los bachilleres lo iban subiendo a un camión. Si no había policía, eran brutalmente atacados por personal de seguridad de la barra de nacional con armas blancas. Inclusive si la persona iba con prendas de nacional pero iba solo, o se le notaba nervioso, era obligado a hablar para determinar su acento y se le pedía la cédula de ciudadanía. ¿ah?. Muchos también nos hacemos el interrogante “¿qué hubiese pasado si millonarios se coronaba campeón?”. La respuesta me asusta por la razón obvia de que no había policía suficiente ni dentro ni fuera del estadio. En la tribuna, los hinchas que a pesar de toda la brutalidad alcanzaron a ingresar y pudieron camuflarse entre los hinchas de nacional gracias al torrencial aguacero, estarían quien sabe en dónde. Y de los jugadores ni hablar, pues como pueden observar en las imágenes del partido hasta en los camerinos del equipo azul se ven claramente los personajes de la seguridad interna barristas de nacional, ubicados en la puerta como si fuesen los celadores del camerino. Pero más increíble aun que todas las hinchadas que se movilizan masivamente a Medellín sean atacadas por la hinchada verde y policía todas las veces que llegan allá y hasta el día de hoy no se hayan tomado medidas al respecto. Los años pasan pero las circunstancias no cambian. Increíble que no exista una logística y despliegue policial y que restrinja el paso de peatones por los sectores donde arriban los buses con barras visitantes, tal cual ocurre en Bogotá, donde por seguridad de ambas hinchadas y de los habitantes del sector, se habilitan zonas destinados a cada una de las hinchas e intransitables por alguno que no pertenezca a la suya. Increíble que a la llegada de cada caravana proveniente de Bogotá (o cualquier otra ciudad) se haya creado una conducta violenta y justificable de salir a tirar piedra y no dejar un solo vidrio a cada bus que pase. Asombroso e indignante que para la policía esto sea “normal” y se registren como casos aislados de violencia ajenos al partido y a la hinchada local. Increíble que a un simpatizante de cualquier equipo no se le pueda garantizar seguridad ni siquiera estando dentro del Atanasio Girardot. Increíble que nadie pueda transitar cerca a ese estadio sin una prenda de nacional porque es atacado por grupos de no menos de 20 personas armadas con machetes, cuchillos, piedras y botellas. Increíble que una ciudad como Medellín no pueda controlar el comportamiento del grueso de una hinchada y que a diferencia de otras ciudades, sean casos aislados de algunos vándalos. Allá ocurre todo lo contrario, no importa el estrato, la condición social ni la tribuna a la que se asista, su xenófoba manera de pensar los impulsa a moverse y atacar en masa. En Bogotá, las personas ajenas a las barras bravas rechazan a la misma hinchada, la juzgan y hasta la denuncian cuando cometen algún tipo de acto vandálico porque no actúan igual que ellos. ¿Será que el sr presidente de la república, sr Ministro de Defensa, el General Palomino, el Comandante de la policía de Medellín, la Alcaldía de Medellín, Gustavo Petro o su Secretario de gobierno, la hinchada de nacional o el mismo club nos pueden responder estas inquietudes? ¿Por qué si se había aprobado el ingreso de 3.000 hinchas azules, no hubo operativo de movilización controlada por parte de la policía, y la alcaldía local prohibió el ingreso de buses con hinchada visitante? Acá se les garantizó boletería, protocolo de seguridad dentro y fuera del estadio, movilización y custodia permanente. Igualdad era lo mínimo que pedíamos. ¿Por qué no hubo un protocolo de seguridad para la hinchada visitante que ya había comprado mucha de la boletería destinada? ¿Por qué no le fueron respondidas las inquietudes a la dra de derechos humanos?. ¿Por qué solo era una persona? ¿Por qué la policía movilizó con engaños a los hinchas? ¿Por qué la policía “decomisó” las boletas a los hinchas de millonarios y jamás las devolvió?. ¿Qué hicieron con ellas? ¿Por qué no hubo un espacio para la hinchada visitante dentro de la tribuna cuando se tenía un aforo de 3.000 boletas? ¿Por qué la alcaldía local cambió la decisión de permitir el ingreso de nuestra hinchada a último momento cuando ya todos nos encontrábamos en Medellín y teníamos boletería comprada? ¿Por qué en Bogotá se sanciona la hinchada azul por banderas con fragmentos de canciones (las cuales no comparto) como “hijos nuestros morirán”, o porque en una red social escribieron “esta vez no hay piedad para matar a un sureño” que también es fragmento de una canción tal cual como las tienen todas las barras bravas del país y del mundo, pero en Medellín el día domingo y en plena final nadie habla de la bandera ubicada en oriental (se ve en todas las imágenes del partido) “millos paz en tu tumba” como si esto fuese un mensaje directo para nuestra hinchada de lo que tenían planeado que iba a ocurrir? Yo me niego a creer que todo esto se trató de un complot entre la policía e hinchada verde (hablando solo de quienes fueron de “cacería” y no por su equipo) como muchas personas que vivieron y conocieron ese calvario lo están comentando. Yo me niego a creer que quienes nos cuidan y protegen pueden llegar a ser tan despiadados que no les importaba si las personas heridas que llegaban a la estación de policía donde nos retuvieron, eran esperados en casa por hijos, esposas y madres desconsoladas. Me niego a creer todo eso porque así como hay vándalos disfrazados de hinchas, también hay quienes asistimos en completa paz al estadio y tenemos amigos de todos los equipos con los que reímos día a día y compartimos momentos de nuestra vida. Hay policías corruptos y bandidos que dañan esa institución pero esa minoría no representa a un grupo tan grande como nuestra hinchada. Quedan muchos interrogantes luego de este sin número de sucesos, muchas preguntas por resolver, sentimientos encontrados que probablemente nadie nunca resuelva o le brinde interés y atención porque en esa ciudad todo parece manejarse como si fuese una república independiente al resto del país, donde la “ley” y el “orden” no son ejercidos por la policía sino por la hinchada local y bajo sus propias e inhumanas reglas. Lo que no se debe perder nunca es la verdadera fiesta del futbol pero esto radica en principios de igualdad, que desapareció como por arte de magia y que se vio contaminada con maldad absoluta y sevicia y a la fecha con impunidad. Tal vez seamos muy diferentes culturalmente pero todos somos ciudadanos con los mismos derechos regidos bajo la misma constitución. Quizá la mayor diferencia de nosotros los rolos con los paisas, vallunos, costeños y demás personas… se deba a que en Bogotá crecimos compartiendo con personas de cada rincón del país. Vecinos, compañeros del colegio, universidad y hasta el trabajo que salieron de sus provincias natales para buscar una mejor opción de vida, una oportunidad para su futuro y la encontraron. Bogotá es una ciudad de puertas abiertas, acá llegan todos y se queda el que quiera. Triste, muy triste que eso no ocurra en el resto de ciudades especialmente en Medellín, donde bogotano que llega, bogotano que es maltratado y menospreciado por no ser de su provincia. En mi ciudad las únicas personas que odian a las de otras regiones son algunas de las que respiran todo el día futbol. Comportamiento que siempre critiqué pero que desde el domingo “comprendo” un poco mejor, y resalto las comillas. No estoy de acuerdo con eso y jamás lo estaré, pero ahora entiendo cuando escucho a alguien mencionar con desprecio y odio a un paisa, pues cada vez que pisa Antioquia (futbolísticamente hablando) no sabe si regresa a su casa en una silla de ruedas o en un cajón de madera. NO MÁS VIOLENCIA NI DENTRO, NI FUERA DE LOS ESTADIOS, NO MÁS ARMAS, NO MÁS CEMENTERIOS, NO MÁS CÁRCELES. YO QUIERO QUE MI HIJO VIVA TRANQUILO EN MI PAÍS Y NO TENER QUE IRME LEJOS DE MI FAMILIA Y MI CLUB PORQUE PORTAR UNA CAMISETA SEA IGUAL A TENER UN TIRO AL BLANCO EN MEDIO DE UNA GUERRA COBARDE Y TRAICIONERA. Cesar Carrillo Twitter: @c4m77
Actualizado: enero 25, 2017 02:49 p. m.