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Tras una dura semifinal ¡bienvenida la final 17 en seis años!

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Yo quiero felicitar a Millonarios. Y quiero felicitar a esos hinchas azules que saben de fútbol, que saben que lo que vieron el domingo fue un partidazo. Se los digo de nuevo, me tiene podrido, mamado, hastiado y con vómito esos hinchas de ahora (de muchos equipos). Esos llorones 2.0 que van a mear y creen que les robaron la orinada. Todo lo lloran, todo es una queja, todo "Gueh, guehh, guehh". Tienen como ídolo la Chilindrina y como mejor herramienta una caja de pañuelitos con olor a nalguita de bebé. Idiotas que justifican sus mediocridades al son del llanto. "Me robaron, paisas ladrones, siempre es así, bla,bla,bla, con sorbida de mocos".

Es hora de cogerse las gónadas, dejarse de joder y crecer neuronalmente.

Por qué mejor no ver lo que fue esta llave entre dos equipos que lo dieron todo. Y yo, como hincha de Nacional, pero ante todo como alguien que sabe, jugó, estudió y vive este deporte con el alma pero con criterio, digo que me le quito el sombrero a este Millonarios. El azul fue un duro rival, el más duro Millonarios en décadas. Lleno de orden, de entrega y berraquera, con armas para hacer daño en la media distancia, en el juego por los costados y con una defensa de titanio. Sobresalen Cadavid, los dos laterales, Mosquera por la banda y la afirmación que Ayron del Valle debe ser titular. Y sobresale su técnico que les ha dado ese sello con una nómina que no pidió él. Vean mejor eso en vez de chillar por todo y creer que todo se los roban, porque a esos quejetas, sí les robaron algo: el criterio.

Los invito a aplicar esta frase mía: "La entereza de un equipo también se mide en cómo asume las derrotas. Mi respeto para los hinchas azules que no se quedan en la lloradera."

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El domingo, bajo el manto de unos 32 aguaceros que soportamos en la tribuna los 38 mil leales que fuimos al Atanasio, vimos un juego de guerreros. Más allá de la táctica fue el choque del 1 vs 1. El duelo del más fuerte y vivo ante la difícil cancha. Era barrio puro, duelo de la cuadra, jugar con el honor entre los dientes.

Bien lo describe Pablo Romero en una buena crónica sobre este juego en El Tiempo: "En ese escenario imposible reinó la furia. El que más pegara. El que más luchara. Hubo patadas despiadadas, golpes impunes, agarrones, faltas en ambas áreas, manos, jalonazos, duelos, penaltis no considerados por el central..." De lado y lado, es fútbol, contacto, humanidad.

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Y Millos complicó y puso de nuevo a Armani a volar. Y sí, Armani es nuestro y es virtud verdolaga tenerlo en sus filas.

Y al segundo tiempo, salvo una jugada de tiro de esquina que de nuevo sacó Armani, Nacional fue amo y señor de todo. Todo se jugó en campo azul. Millos plantó su guardia pretoriana y trató de contragolpear. El verde apeló al cambio de frente, a las bandas, al centro, al aire, al piso y no se lograba penetrar.

Pero no renunció, no lo hizo hasta el último segundo y por eso logró el gol. Fue orgásmico, como contra Junior y/o Rosario. Esos goles agónicos son hermosamente sufridos y bellamente llorados de alegría.

Capítulo aparte para Elkin Blanco. Se tragó la cancha. Es un toro, tiene el don de la ubicuidad y está lleno de poder. Jugadorazo en gran nivel.

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Capítulo aparte para Dayro Moreno. Siente el escudo, peleó, batalló, cantó el gol con el alma. Es ídolo del Once Caldas con merecimiento, acá nos está robando el corazón.

Se viene el Cali ¿Fácil? Jamás. Bella final, la número 17 de Nacional en estos seis inolvidables años ¡Soy del Verde, Soy maravillosamente feliz!

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