Lo más importante es que esta convocatoria puede llegar a ser el remedio a un mal histórico de la selección Colombia. Cuando llegamos a los torneos en los que más esperábamos del equipo, nuestros jugadores se derrumbaron en medio de la presión que ejercían sobre ellos el favoritismo otorgado por la prensa, la obsesión de una hinchada sedienta de una segunda copa en la vitrina y su propio miedo de convertirse en campeones. ¡Vamos, Colombia! Por FB Héctor Cañón Hurtado / @Canon Hurtado Las cartas están sobre la mesa: la selección Colombia le ha apostado a un explosivo cóctel que mezcla la fama de jugadores curtidos con sus clubes europeos con el hambre de pelados que hace poco sacaron su primera cédula y batallan para consolidarse, cotejo tras cotejo, en las principales ligas de América Latina. No hay secretos en la lista de 23 convocados que entregó José Néstor Pékerman para la Copa América Centenario. ¿Grandes ausentes? Tampoco. Tal vez sorprende un poco que Adrián Ramos no esté en el equipo, a pesar de sus 10 pepinos con el Borussia Dortmund en la temporada que está por terminar. Es posible que Adriancho aparezca en la lista de convocados de la selección que disputará los Juegos Olímpicos. Sería una excelente noticia ya que le daría peso a un ataque que, de no contar con guerreros de otras batallas, podría llegar a pecar por liviano en Río 2016. Si hay polémicas en la convocatoria, es por la maña que tenemos los futboleros colombianos de buscarle pelea a todo el que piensa distinto y por la sed de tráfico de algunos medios que no hayan cómo más inflarles las noticias a los hinchas consumistas de titulares. ¿Falcao? Era obvio que no estaría: no juega hace meses y en su triste paso por Chelsea apenas anotó un gol. Lo más importante, en nuestro criterio, es que esta convocatoria puede llegar a ser el remedio a un mal histórico de la selección Colombia. Cuando llegamos a los torneos en los que más esperábamos del equipo, nuestros jugadores se derrumbaron en medio de la presión que ejercían sobre ellos el favoritismo otorgado por la prensa, la obsesión de una hinchada sedienta de una segunda copa en la vitrina y su propio miedo de convertirse en ganadores. Las selecciones que disputaron el Mundial Estados Unidos 94, los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 o la Copa América de Chile 2015 son apenas tres ejemplos de que el favoritismo no nos sientan nada bien. En la otra cara de la moneda, nuestros logros más grandes sucedieron cuando la expectativa de triunfos era corta: Brasil 2014 es la prueba más contundente en ese sentido. ¿Será que Pékerman, el zorro más astuto que haya dirigido una selección nacional, se pilló que necesitaba inyectarle hambre al equipo y por eso decidió llamar a nuestras filas a nueve jugadores del torneo nacional, cuatro de la liga mexicana y otros dos de Argentina? ¿Será que entendió que en Colombia hay cierto perfil de jugador que se asusta con el cuero después de haber matado a los tigres más Braveros? Es posible. Lo que es cierto es que los futbolistas que militan en el torneo nacional se triplicaron en los dos años que pasaron entre la convocatoria de Brasil 2014 y la de la Copa Centenario 2016. Pasaron de tres a nueve. Mientras tanto, los seleccionados que juegan en Europa se redujeron a la mitad, al pasar de 16 en la sele del pasado mundial a apenas 8 en la que ya empieza a entrenar en Miami. Si algo tienen Sebastián Pérez, Marlos Moreno, Roger Martínez y compañía es hambre. Aún no son estrellas de renombre y cualquier chance de entrar en la cancha será la oportunidad de abrazar al gloria con la amarilla y de paso ser vendidos a un club europeo donde su sueldo crezca varios ceros a la derecha de un solo golpe. Los dos primeros ya demostraron que no les queda grande la camiseta de la selección de mayores en la pasada fecha eliminatoria y el tercero la rompió cuando la repesca para Río 2016 empezaba a enturbiarse. Sin embargo, es importante resaltar que el hecho de que estemos en pleno recambio generacional nos obliga a mezclar jugadores que han dado vueltas olímpicas en Europa con chicos que debutaron en su terruño apenas hace meses y no tienen suficiente experiencia internacional. No teníamos otra alternativa y ya veremos en junio si la apuesta nos funciona. Hace años, tras la época dorada del Pibe Valderrama y compañía, brillar en México o Argentina era casi una garantía de ser convocado al equipo. Hoy, dos décadas después, jugar en un grande de Europa no le asegura el cupo a ningún crack. El fútbol colombiano, señores, cambió para siempre con la llegada de Pékerman y, al parecer, no hay pasaje de retorno a los vicios del pasado. La segunda conclusión más importante de esta convocatoria es que vamos a atacar con un solo delantero, que estará alimentado por tres volantes ofensivos. Bacca, James, Cuadrado y Cardona serán titulares y tendrán la tarea del gol en Estados Unidos. La selección hace apenas tres años no encontraba qué hacer con los tres goleadores natos que tenía vigentes. Falcao, Bacca y Jackson rara vez jugaron juntos y a lo largo de la era Pékerman se disputaron el puesto de 9. Por eso, Teo siempre tuvo un espacio para acompañar a uno de ellos como titular. Para la Copa Centenario, el escenario pinta diferente. Bacca será el único 9 y Dayro, Marlos y Roger esperarán su momento para romper, desde atrás y a punta de gambetas y potencia, las defensas que probablemente se apiñarán bajo los palos cuando intentemos darle rienda suelta a nuestro poder ofensivo. Las cartas, entonces, están sobre la mesa. A pesar de tener varios jugadores sin recorrido internacional, este es un equipo que tiene con qué ganarle al que le pongan en frente. No lo duden, señores. En los últimos cuatro años, la mentalidad del futbolista colombiano ha venido deshaciendo las telarañas del miedo y esta Copa América llega en el momento perfecto para probar si estamos listos para las vueltas olímpicas de los campeones. Es posible que por la inexperiencia de algunos de nuestros hombres en la zona defensiva (vale la pena recordar que Zapata y Arias son los únicos sobrevivientes de la última zaga mundialista) nos anoten con más frecuencia, pero también es una verdad innegable que de la mitad para arriba tenemos jugadores para romper con las defensas más fuertes. ¡Vamos, Colombia, cómo no te voy a querer campeona si te he visto caer tantas veces!
Actualizado: enero 25, 2017 12:02 p. m.