Él debía seguir trabajando para sostener su hogar y, ante el temor de poder contagiar a su hija con coronavirus, se mudó. La pequeña lloró con su regalo.
Desde el 20 de marzo, Scott Sneddon, de 50 años y que vive con su familia en Escocia, decidió irse a otra casa. Pero sin falta, cada día, llegaba a la ventana donde lo esperaba impaciente Mila.
A través de ese vidrio soñaban con abrazarse y darse un beso fraternal.
La madre de la niña, Llynda Sneddon, debió velar por el tratamiento de la hija y también extrañaba tener la compañía de Scott.
“¿Por qué no puedes venir?”, preguntaba Mila sin entender muy bien la pandemia que enfrenta el mundo entero.
Y dada la emergencia médica que ha causado el coronavirus, el trabajo de Scott fue suspendido.
Entonces él estuvo aislado voluntariamente para estar seguro de que no había enfermado y luego de que le confirmaran que no tenía COVID-19 sorprendió a su hija.
Cuando Mila lo vio entrar por la puerta de su casa y sintió sus amorosos brazos después de dos meses, no pudo contener las lágrimas de felicidad.