Con la victoria el equipo español llegó a nueve puntos, los mismos que los alemanes. Saúl y Antoine Griezmann marcaron los goles. Santiago Arias no jugó.
El Atlético de Madrid doblegó sin matices al Borussia Dortmund, con el que ajustó cuentas con los goles de Saúl Ñíguez y Antoine Griezmann, al que devoró en casa aspecto decisivo del partido y al que igualó en el liderato del grupo A de la Liga de Campeones para completar una reafirmante noche europea.
Mientras aún no depende de sí mismo para alcanzar la cima, todavía necesita un tropiezo alemán por la diferencia particular en sus enfrentamientos directos en caso de empate a puntos, avista de cerca el pase a los octavos de final, que ya podría ser la próxima jornada si él gana al Mónaco o el Brujas no vence al Dortmund.
Este martes, el plan salió perfecto. El Atlético entendió el duelo desde diversos registros. El primero, a la espera del contragolpe, de esa destreza del robo del balón y la salida rápida que tanto le gusta y tan bien se maneja el equipo rojiblanco, al que no le importó dar la posesión a su contrincante, dentro de esa proposición del partido.
Un tramo que pareció del Dortmund, con el peso del balón, pero casi siempre en sectores intranscendentes del juego, sin conectar ni una sola vez ni con Marco Reus ni con el goleador Paco Alcácer; una apariencia sin más, porque cada una de las ocasiones, hasta cuatro, de los primeros veinte minutos fueron del mismo color: rojiblanco.
No tuvo la contundencia entonces, tanto en el sentido de la potencia del golpeo como de la eficacia, que exige un duelo de este tipo. Cada tiro, cuatro, tres de ellos de Correa, durmieron mansos en las manos del portero... hasta el minuto 34, cuando desmontó a su rival, desde el saque de banda de Juanfran hasta el gol de Saúl.
Entre medias, Kalinic disputó y ganó la segunda jugada, Saúl abrió a la izquierda a Filipe Luis, con un desierto por delante hasta el centro que dejó pasar Correa y al que llegó desde atrás Saúl para conectar con el 1-0, superado el guardameta y superado Akanji, cuyo despeje apurado no apartó el balón del destino final.
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El gol desató imparable al Atlético, que puso en marcha la segunda parte del plan y que desbordó sin discusión a su adversario durante un cuarto de hora en el que el Dortmund fue un espejismo, un equipo que bastante tenía con resistir, sobrepasado por el empuje local y sostenido por su guardameta: Roman Burki.
Sin él, o con algo más de eficacia, la diferencia habría sido mayor. Con él, la distancia al intermedio se quedó como estaba, corta desde todas las perspectivas, porque contó un puñado más de ocasiones el Atlético, de Giménez (lesionado luego, una baja más en el centro de la defensa contando ya las iniciales de Savic y Godín, y reemplazado al descanso por el juvenil Montero), de Thomas, de Griezmann, de Filipe... Y un penalti no pitado sobre Saúl.
Todo concentrado en una decena de minutos de imponente versión del Atlético, incontenible para el bloque alemán, que sintió el descanso como un respiro vital, de recomposición, de alivio porque había atravesado su peor momento con un sólo gol en contra, dentro aún de un partido que perfectamente podría ya haberse escapado.
No lo hizo entonces, reintegrado a un nuevo encuentro a la vuelta del vestuario, enfrentado a otro Atlético, de nuevo más contenido, de nuevo en el plan original, de nuevo a la espera de su rival para contraatacar, pero de nuevo, también, en el partido que quería, con otra ocasión, de Correa, al que le faltó algo más de precisión.
No le alteró la posesión de su oponente. Siempre hay riesgos e imprevistos, como el resbalón de Montero, que recogió Alcácer. Su centro lo remató a las nubes Guerreiro. Fue la única ocasión en todo el duelo -no tiró ninguna vez a portería- del Dortmund, sentenciado en una contra perfecta, iniciada por Gelson Martins, realzada por Thomas y culminada por Griezmann. Un 2-0 incontestable.
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