Con su seguridad defensiva y su perfecto planteamiento táctico, el Atlético aguantó la intensidad inicial del Celta, un equipo que en ataque que perdió la creatividad y frescura que mostró en el arranque del curso, a lo que ha contribuido notablemente la lesión de Nolito.
Sin el internacional español, el conjunto de Berizzo perdió profundidad y su uno contra uno que tantos réditos le ha dado en los últimos tiempos. Depende en exceso del chileno Orellana o de Iago Aspas, esta noche bien sujetados por la sólida defensa rojiblanca.
Ahí cimenta sus éxitos el Atlético de Simeone. Sus ocho goles encajados son números de un equipo campeón. Ante el Rayo y el Levante tampoco brilló en exceso pero ganó. En Balaídos supo aguantar el arreón de su rival y cuando éste redujo una marcha se adueñó del duelo.
Cierto es que en el primer tiempo sólo creó peligro con un disparo del francés Griezmman desde la frontal -en el minuto 33-, pero en la recta final de ese periodo la sensación era que ya tenía controlado a un Celta que se había desinflado.
Y así fue: a los tres minutos de la reanudación Griezmann, tras una espectacular combinación con el argentino Vietto, puso por delante al Atlético. El 0-1 animó a Diego Pablo Simeone a mover ficha. Retiró del campo al ex céltico Augusto, silbado por los que hasta hace poco coreaban su nombre en Balaídos, y metió al belga Yannick Carrasco.
El Celta parecía superado, sin capacidad de respuesta ante la contundencia y solidez defensiva de los rojiblancos, cada vez más juntos, esperando un contraataque o una acción a balón parado para matar el duelo.
Y ese paso atrás que dio el Atlético por momentos hizo creer al conjunto vigués con el empate. Pero cuando más atacaba, un error monumental de Cabral, al intentar despejar un saque en largo de Oblak, dejó el balón en los pies de Carrasco, quien encaró a Sergi Gómez, se metió en el área y con calidad superó a Sergio Álvarez para sentenciar el choque.
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