Tras el vértigo de la goleada al Bayern de Múnich que le coloca con un pie en la final de la Champions, al Barça le tocaba la descompresión habitual después de las grandes gestas.
Un partido trampa contra el equipo que le dio el toque de atención necesario para que, una vuelta después, esté en disposición de ganar el triplete.
Pero este Barcelona poco tiene que ver ahora con el equipo que cayó en Anoeta en uno de los peores partidos que ha hecho esta temporada. Aun jugando por debajo de su nivel, ha adquirido en las últimas semanas una velocidad de crucero que es ya muy difícil de frenar.
Luis Enrique también puso de su parte para que los locales no fueran la apisonadora del último mes reservando a su centro del campo titular (Busquets, Iniesta y Rakitic) y también a Jordi Alba, dejando, eso sí, al tridente titular, que en esta recta final del curso es absolutamente intocable.
Y así, al tran-tran, sin ese ritmo frenético que le ha caracterizado en las últimas citas, el Barça tuvo opciones de meterle una 'manita' a la Real en la primera mitad.
Rulli envió a córner un cabezazo de Messi que se colocaba por la escuadra, sacó una mano en una media vuelta de Piqué y se adelantó a un remate de Neymar que la grada ya cantaba como gol. Parecía destinado a ser el héroe del partido.
Luis Suárez también tuvo otras dos de cabeza, pero en ambas cruzó demasiado el balón, y hasta Dani Alves, que parece estar viviendo una especie de segunda juventud desde que negocia su renovación, lo intentó desde fuera del área.
Los azulgranas fuero de menos a más, aumentando de marcha al ver que no llegaba el gol, y la Real, que abusó del juego duro en esa fase de partido para frenar las acometidas del rival, solo se acercó con peligro a la meta de Bravo en algún rebote aislado y en un disparo de Vela que el árbitro anuló por fuera de juego.
Eso sí, al conjunto donostiarra se le veía cómodo atrás, con Íñigo Martínez y Mikel González marcando la línea atrás y Granero y De la Bella trabajando a destajo en la medular.
Pitó el descanso el árbitro y Messi dio una patada al aire camino de los vestuarios. Uno de esos desahogos para sacar toda la rabia, la frustración de no haber sentenciado ya y de saber que aun habría que remar lo suyo en la segunda mitad.
Y así fue. Donde no llegaba la chispa del equipo, aparecía la magia de Messi o de Xavi para seguir empujando para llevarse el partido.
Xavi se la puso templada a Bartra para que éste cabeceara a la escuadra a al inicio de la reanudación, pero Rulli volvió a volar para salvar el gol.
Sin embargo, el arquero argentino nada pudo hacer un par de minutos después, cuando Mikel González desvío mal un centro de Messi y Neymar cabeceó a placer.
El 1-0 le hizo más mal que bien al conjunto azulgrana. Porque, a partir de ahí, los hombres de Luis Enrique se tomaron un respiro y perdieron de vista la portería rival.
Mientras, David Moyes renovaba su ataque en la recta final para buscar un gol del empate que hubiera reventado la Liga. Chori Castro y Finnbogason sustituyeron a Canales y Vela y la Real empezó a tener más presencia en el campo rival.
El Camp Nou notó que su equipo flaqueaba y salió al rescate, y un Bravo espléndido abortó, en cada salida por alto, cualquier centro cruzado del conjunto vasco. Prácticamente su único recurso ofensivo durante todo el partido.
A falta de cinco minutos para el final, Pedro, que acababa de entrar por Rafinha, remacharía con una chilena espectacular un mal despeje de la zaga visitante. Los jugadores azulgranas y el público por fin respiraron tranquilos.
Messi pudo hacer el tercero en una jugada personal, pero quiso ajustar demasiado su remate, y Finnbogason, en el tiempo añadido, se encontró con Bravo en la ocasión más clara de la Real en todo el partido.
Ficha técnica: