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El día que la caldera se apagó… qué triste, América de Cali

Como buenos colombianos, vivimos aferrados a esos momentos de éxtasis y gloria, momentáneos claro está, que nos dieron un aliciente necesario para festejar, llorar pero no de tristeza y dolor, como nos acostumbró un país en el que las pasiones nos ganan y de vez en cuando, quizás más de lo habitual, sacan lo peor que hay en nuestro interior. Y efectivamente, esto es una simple opinión de un hincha americano, o mejor, un Escarlata que se cansó de esperar el regreso de ese rojo vivo y apasionado conocido como "La Mecha", en sus mejores épocas cuando hacía vibrar más allá del Pascual, a todo un país. La Caldera poco a poco ha perdido su miedo, ese temor que se sentía al momento de colocar un pie en ese templo del fútbol que alberga la Sucursal, lo digo como hincha, porque tuve miedo y una sensación indescriptible cuando las tribunas del Pascual reventaban al ver salir los ‘Diablos rojos’; era literal: “UNA CALDERA”. No quiero imaginarme si así lo sentíamos quienes alentábamos con coros, bengalas, gritos y la pasión de todo un estadio que a mi parecer, estuvo a punto de caerse más de una vez, los entiendo, claro que entiendo a los rivales que pisaban esa gramilla… ¡QUÉ PANTALONES! Esa caldera quemaba al que fuera, no tenía compasión con ninguno, y quien se atrevía a desafiarla, corría el riesgo de ser aplastado por una banda de jugadores que respiraba fútbol, amor y pasión por ese color que llevaban puesto, si no me cree, recuerde ese legendario 4-1 frente a River Plate en Cuartos de Copa Libertadores del 2003, Cali quemaba en sus calles más de lo habitual, todo era fiesta, una Avenida Sexta paralizada y un rojo que contagió a toda la ciudad, a decir verdad, pensé que ese día el estadio se vendría al piso. Lo sé, han pasado muchos años y pareciera que la ‘Maldición del Garabato’ volviera a rondar por los pasillos de mi equipo, me resisto a creer, soy supersticioso a esos temas, pero si algo extraño, es la gallardía, pasión y compromiso de quien se ponía esa camiseta roja, ese diablo en el escudo que quisieron quitarlo de nuestro uniforme pero que jamás lo pudieron lograr. Me resisto a creer que la pólvora se la llevaron aquel Luis Barbat, Foad Maziri, Julián Vásquez, David Ferreira, Gerson, el ‘Tigre’ Castillo, ‘Palmira’ en fin… ¡Qué buenas épocas! Hasta el mismo De la Pava que un día se fue para nunca más volver, a tal punto que el ‘Pipa’ de Ávila después de 12 años sin marcar, una leyenda que sintió la camiseta y le enseñó a los más inocentes jugadores que en esta institución no se juega por jugar, por un sueldo o por moda, les enseñó que esto es por amor y compromiso con esa gente que desde la tribuna, vivimos y sentimos cada minuto que los diablos rojos nos ponen a ver el infierno cuando no se baila y se juega al buen fútbol en la cancha. Dije al principio de este texto que no pretendía arraigarme al pasado de lo que fue el segundo mejor equipo del mundo, lo siento, la emotividad me gana y debo plasmar mi tristeza y dolor que hoy me agobian como hincha americano que soy, pero debo mostrar mi rechazo absoluto y contundente frente a lo que es evidente, una burla a los seguidores de un club que esperan ansiosos ver jugar a su equipo cada fecha y que sin importar a dónde vaya, lo sigue alentando. Señor Sangiovanni, como usted mismo lo dice, desde sus siete años lleva este equipo marcado en su corazón, entonces lo invito a que lo viva no desde su oficina junto a los otros 64 socios de la Sociedad América de Cali S.A., al son de unos Whisky´s y disfrutando seguramente de una buena salsa como caleño que es, y haciendo cálculos sobre cómo llenar la tribuna cada ocho días así sea colocando la boleta a dos mil pesos como en algunos casos se ha dado, ¡NO!. De esa manera no se maneja el timón de un barco en el que van a bordo tantos escarlatas. Como hincha me cansé, me cansé de las burlas y de este panorama que parece no mejorar, me hace falta entonar a todo pulmón ese ‘Himno de Fe y Alegría’ que tanto coreaba, hace rato, mucho rato que no puedo gritar: “América y Cali a ganar, aquí no se puede empatar…” Me dirijo a usted señor Oreste, porque estoy agotado de esa ‘reorganización económica’ de la que pareciera, nunca vamos a salir, me resisto a pensar que debo agradecerle por haber salido de la oscura Lista Clinton y por ende, aguantarme hasta el 2018 para poder correr de ese hueco en el que se encuentra mi equipo, porque una buena dirección se lleva tomando las mejores decisiones pensando en todos los que hacemos parte de esta familia Escarlata, no de unos cuantos que se resisten ver a la ‘Mecha’ de nuevo en primera categoría, a propósito, de donde nunca debimos salir… Ya estuvo bueno, tres años en esta situación ya es suficiente, de verdad, que vergüenza de equipo tenemos, no se necesitan millones de dólares para armar un plantel competitivo y con jugadores que sientan la camiseta y que por lo menos, sean conscientes de lo que significa portar el uniforme del gran América de Cali. JAMÁS dejaré de ser Escarlata, por más crítico que pinte el panorama, siempre acompañaré a mi equipo pero la hinchada se está cansando, exijo respeto por esta familia y por lo que representa el club que tantas alegrías nos ha dado. Me despido respetuosamente. Atentamente: Un Escarlata indignado. Por: Sebastián Ordóñez Trochez // Twitter: @Trochez92

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