Se va Lionel Messi del FC Barcelona. El último jugador por el que un ciudadano de a pie se gastaba el dinero de verdad por verle y pagaba una entrada. A Menotti se le atribuye aquella frase de "¡Qué lindo, qué bonito es levantarse una mañana de domingo sabiendo que por la tarde juega Maradona¡".
Parafraseando el texto, se puede escribir debajo del legado de Leo Messi algo similar. Llora el hincha culé y cualquier aficionado que le guste el fútbol de verdad. Sólo advenedizos y paracaidistas de nuevo cuño en el mundo del fútbol pueden alegrarse del adiós de Leo Messi del fútbol español.
Gracias Leo. Por dignificar el fútbol en el terreno de juego. Por emocionar. Seas o no aficionado del FC Barcelona, Messi ha dado un máster de conducción, de vértigo, de regatear sombras, y de definición. Durante muchos años, el FC Barcelona jugaba con doce. No con once. El elogio venía desde el vestuario del Real Madrid. Ahora, que se va, que todo ha prescrito, a Messi seguro se le reconocerá esa loa. No podía ser de otra manera. Luego, la rivalidad, el pique y el barullo forman parte del folklore del negocio, pero el reconocimiento de los profesionales siempre resultó obvio. Y le darán reconocimiento público de lógica cortesía.
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¿Y ahora, qué?. Esa es la cuestión. En primer lugar, el FC Barcelona anuncia que a pesar de "la buena intención de ambas partes por renovar", LaLiga ejecutó con seriedad y rigor su normativa y no ha permitido colar a Messi sin cumplir el 'fair play financiero'. Un golpe más de autoridad de Javier Tebas, que había escuchado el presunto trato de favor que iba a conceder al FC Barcelona. Al final, no fue así. El tiempo va despejando dudas.
LaLiga ahora debe rearmarse. Necesita a los dos clubes grandes fuertes y sólidos. En un torneo además que haya competencia. Ese flanco está cubierto. Atlético de Madrid y Sevilla, más la Real Sociedad y el Villarreal, animan el campeonato. Pero los dos grandes trasatlánticos necesitan un jugador franquicia. Ha vivido Laliga los mejores momentos de su existencia gracias a El Clásico, el gran duelo que permitía ver en el mundo entero a Cristiano Ronaldo y a Messi. Un desafío de película del oeste, que entraba bien en todos los mercados internacionales.
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Hace tres años que se fue Cristiano a la Juventus. Y esta semana aún se podía escuchar a un jeque de un emirato decir que para él y sus ciudadanos, el fútbol español crecía con estos dos nombres como bandera. Algo falla en el sistema si todavía se vive del recuerdo.
El Real Madrid va a pujar a fondo por Mbappé. Y el FC Barcelona, en transición, no puede ir a La Masía y fabricar con urgencia un relevo a coste cero. Pero moverá ficha de alguna manera. No tiene más remedio. Un clon de Messi tardará años en surgir. O quizás nunca más veamos algo así. Un tipo que te dé todos los días un 9 es una quimera. Pero sí ha dejado un plus de ganador, un ADN que como pudo comprobar un grupo de chavales del filial, una noche en Sevilla rompió a llorar en el suelo del vestuario del Pizjuán por una doméstica derrota en la Copa del Rey. Si Messi llora, qué nos queda a los demás, pensaron los chavales.
Messi no estaba a gusto desde el día del famoso burofax. Se vendió que era un asunto de su mala relación con el presidente anterior. Pero había más capítulos. Y su futuro no encajaba en el actual FC Barcelona, envuelto en una grave crisis económica. Messi ha ido rumiando su adiós con pausa, sabiendo que cuando uno dice que se va ir, ya se ha ido de las empresas. Al final, su adiós es lo mejor para ambas partes. Unos no podían seguir viviendo de las joyas de la abuela. Y Messi tampoco podía jugar gratis. Tampoco era justo. Leo había dado ya los 100 mejores partidos al FC Barcelona de su vida.
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Entretanto, Messi había encontrado en este páramo futbolero de estos meses un socio que le permitía divertirse. Era un crío. Se llama Pedri. Y se entendían con la mirada. El fútbol es voluble y cualquier día pueden volver a encontrarse. Y como además, la industria es incontrolable, quién sabe si el PSG entra en acción, se cumple la profecía de Sergio Ramos, juegan juntos este año, y Mbappé tiene su puente de plata para inaugurar el nuevo Bernabéu.