Sobre el 0-0 en el partido de ida de la Final de la Copa Libertadores, el juego dejó otra demostración inconmensurable de Matías Kranevitter. Es un futbolista con rasgos futbolísticos muy concretos, pero también muy versátiles. Es decir, a Kranevitter le gusta jugar más con la pelota que sin ella, pero el poso físico y la planta defensiva que va adquiriendo partido a partido le permite asumir roles específicos en partidos de este tipo. Es un prototipo menos limitado que actúa con mayor naturalidad. Por ejemplo, River Plate tuvo menos la posesión que Tigres, sobre todo en la última media hora, pero Kranevitter insistió en pedirla y moverla. Un funcionamiento no quita lo otro, y más si es su factor distintivo. Cómo la toca. Por otro lado, ante un River que aguardó y se vio comprimido ante Damm, Gignac y Dueñas, Kranevitter no vio necesario marcar la altura de la presión. Él habitualmente marca la línea defensiva y ejecuta las coberturas a la espalda de sus mediocampistas, pero es un mediocentro joven que entiende el fútbol como un adulto. Más allá de lo que haga, guste o no, salga bien o mal, prefirió sujetar las llegadas desde segunda línea de Arévalo Ríos y sostener las transiciones defensivas que perdieron calidad sin Tabaré Viudez y con Lucho González. Y acertó. Gallardo se está encomendando a un futbolista que, sin duda, potencia sus virtudes y mejora sus defectos. No pasará a la historia de las exhibiciones por las Finales de Copa Libertadores, pero Matías Kranevitter tiene pasta. No cualquiera. El centrocampista de 22 años enseñó que la edad es un prejuicio y pretexto. El tucumano es especial. Son muestras activas y abundantes de categoría y determinación. El John Locke de la banda roja. En Twitter: @RicardoPinilla4
Actualizado: enero 25, 2017 11:46 a. m.