- ¿Y esa voz ronca por qué, “Pecoso”? ¿De tanto gritar en el partido contra Cúcuta? - (Risas) No, qué va… Pues sí grité un poco, pero estoy más maluco porque jugamos un ‘picado’ con los jugadores y no me pasaban la pelota… Eso me tiene fregado hace rato. Fernando Castro (suena raro llamarlo así no más, sin el apodo) se ha expresado en alaridos toda la vida. Los primeros seguramente retumbaron hace mucho tiempo cuando una máquina troqueladora arruinó uno de los dedos de su mano. Como jugador, un recio defensor, “Pecoso” era pícaro, pero no fiel a una picardía como de la que habló el presidente Santos en su campaña. Era más astuto. Hijo de la escuela de Bilardo, aprendió muchas mañas. Les untaba vaporub en los ojos a sus rivales o los chuzaba con alfileres cuando llegaban al área para aprovechar un córner o un tiro libre. Era una caspa. Esa era su estrategia para evitar goles. Como técnico ha actuado un papel parecido, sin ser corrupto. Nunca se ha callado, al menos no por mucho tiempo. No sería él. Inolvidables son, por ejemplo, sus airadas reprimendas, con decenas de ‘hijueputazos’, a Jaír “Chigüiro” Benítez o a Édison “Guigo” Mafla cuando los dirigía en Santa Fe. También es memorable cuando empezó una terrible gresca al jalarle las mechas al argentino Claudio Hussaín (Ver video ). Aquel hecho fue visto en todo el continente, así como la eliminación de River a manos del América en cuartos de final de la Libertadores 2003. La vida después pondría al pobre “Pecoso” contra las cuerdas y casi lo tumba. Dirigió otra vez a Santa Fe y lo sacaron por meter al “Bolillo” Gómez tras una campaña liderada por uno de los personajes más detestados del periodismo deportivo y que, por si acaso lo duda, trabaja, ya de salida, en la principal competencia de Caracol. Antes de eso, el D.T. había desencantado en Once Caldas. No le iba bien para nada. “Pecoso”, triste un poco, ya se estaba planteando el retiro. Pero le apareció una propuesta indeclinable, claro, teniendo en cuenta las circunstancias. Convertido sin saberlo en un gran personaje de nuestro fútbol, aceptó dirigir a un paupérrimo Quindío que apenas acumulaba un punto de 30 posibles en el primer torneo del año y que era una miseria. Iba a un conjunto que no tenía plata en absoluto y sí muchas deudas. El temple del técnico de inmediato hizo reaccionar a una plaga de jugadores insípidos. Fueron 14 puntos valiosos, aunque insuficientes para sacar al conjunto de Armenia del último lugar. Sin embargo, comenzando de cero en el segundo campeonato, “Pecoso” hizo 26 unidades y clasificó a los cuadrangulares. Todo un hito. Salvó al Quindío del descenso. Lo logró con una pintura de Botero llamada Léider Preciado, con el mismo desgarbado de Elkin Murillo y el viejito de Carlos Rodas. Vaya trío. Eso es suficiente para que “Pecoso” reciba una mención, un grito de reconocimiento. Con lo poco que tenía, hizo demasiado. La Gazzetta dello Sport anticipó que el mejor técnico del año será Vicente del Bosque. A él quisiera verlo dirigiendo a un equipo como el Quindío. No podría. Y viceversa. “Pecoso” está hecho para el fútbol colombiano y con los equipos a su semejanza. Aquí les gana esta vez a Diego Umaña, Juan Carlos Osorio y Néstor Otero. Sólo Hernán Torres, si acaso, podría espantarlo como el mejor del 2010. En Twitter: @javieraborda
Actualizado: enero 25, 2017 02:42 p. m.