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Eslovenia, la otra heredera de la temible y perdedora Yugoslavia

Este martes la Selección Colombia enfrenta a Eslovenia, una selección que no le suena mucho a la mayoría, pero que mantiene la idea del fútbol de la ya desaparecida Yugoslavia, ese país que explotó en 1991 en una guerra que dejó cientos de miles de muertos y que a los mayores de 30 nos trae a la memoria equipos de ensueño llenos de técnica, de punteros endiablados, de arqueros temibles, de derrotas inexplicables... Lo que antes de 1991 era Yugoslavia, cuando precisamente Eslovenia se fue tras un referendo independentista que llevó a la primera de las guerras que partieron ese territorio, hoy lo conocemos como Serbia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Montenegro, Kosovo y, por supuesto, la dueña de casa en el partido del martes frente a Colombia al medio día. Sí, para los menores de 30 es inevitable pensarlo: ¿un equipo con los mejores jugadores de esas selecciones? Sería tremendo: en el arco Handanovic, Oblak (con los que nos veremos el martes), Pletikosa (croata), Stojkovic (serbio) o Ujkani (kosovar); defensas como los serbios Ivanovic, Kolarov, Rukavina o Nastasic, los croatas Srna y Pranjic, el bosnio Spahic, los eslovenos Brecko e Ilic, el montenegrino Savic... ¿Y qué tal elegir de medio campo hacia arriba entre Modric, Rakitic, Mandzukic y Olic (Croacia)  junto a  Dzeko (Bosnia-Herzegovina), Vucinic y Jovetic (Montenegro), Matic y Dordevic (Serbia) o Bunjaku (Kosovo)? Sería una de las selecciones más temibles del mundo, y lo fue: Yugoslavia siempre generó respeto en sus rivales a pesar de perder siempre. O bueno, casi siempre. Lo que viene es la historia de la mejor generación de futbolistas de un país que ya no existe, pero con una herencia viva aún y ante la cual nos enfrentaremos el martes: La generación que perdió la guerra (Publicado originalmente en el especial Mundial Sub-20 2011 de Revista Semana) Los Balcanes generan más fútbol del que pueden digerir. Sus futbolistas siempre han sido famosos por su velocidad, su gambeta, su técnica, su poder goleador y, a la vez, porque en algún momento determinado, generalmente en los partidos decisivos, algo pasa y pierden. Hay países que nacieron para perder en el fútbol. Yugoslavia era uno de ellos. Esta nación, que fue semifinalista de los Mundiales de 1930 y 1962, conformaba equipos que maravillaban pero que nunca ganaban, con la increíble excepción de los Olímpicos de Roma 60, cuando Yugoslavia se llevó el Oro dejando en el camino a Italia y venciendo en la final a Dinamarca. Pero la costumbre era perder en los torneos grandes. Así había pasado en las finales de las Eurocopas de 1960 y 1968, y nadie dudaba que eso sucedería en Chile 1987, donde se jugó el sexto Mundial Juvenil de la FIFA. El equipo del entrenador Mirko Jozic llegó a Chile con bajo perfil, pero en primera ronda los 'plavi' ('azules' en serbio) asombraron a todo el planeta. Zvonomir Boban y Robert Prosinecki eran los encargados de generar juego para que Davor Suker y Pedrag Mijatovic hicieran goles en un equipo en el que todos eran brillantes: Robert Jarni por izquierda; Igor Simac como defensa central, Branislav 'Branko' Brnovic, como recuperador en el medio campo... Yugoslavia no tuvo rival en su grupo. Goleó a Chile, a Australia y a Togo. Tal vez esta sí iba a ser la hora de ganar. En cuartos de final se tuvo que enfrentar con Brasil, potencia de cualquier categoría que contaba con Bismarck, un 10 que prometía ser el nuevo Zico y se quedó en nada, y contra todos los pronósticos la derrotó 2-1 con goles de Mijatovic y Prosinecki. En semifinales venció a Alemania Oriental por el mismo marcador. La final fue otra cosa. El orden de su rival, Alemania Federal, parecía anular a Yugoslavia, pero Boban abrió el marcador al minuto 85. Ya estaban muy cerca del título. Sin embargo, tres minutos después un alemán fue derribado en el área. Ejecutó desde los 12 pasos el que no fallaba, Witeczek, el goleador del torneo. Ahora había que ir a definir la Copa desde el punto penal... y para alegría yugoslava, en esta ronda falló su cobro el que nunca fallaba. Los 'plavi' se impusieron 5-4: eran por fin campeones mundiales. La ilusión de empezar a figurar entre las potencias del fútbol parecía cierta. La base de la selección de 1987, que empezó a ser conocida como los 'Cileanci' (chilenos), fue tenida muy en cuenta para la clasificación a Italia 90. El técnico Ivica Osim llamó para aquel Mundial a Petric, Prosinecki, Suker, Mijatovic y Jarni. Era una selección de lujo: mezclaba lo mejor de la vieja guardia con la sangre nueva. Ese equipo nos vencería 1-0 en fase de grupos, dejaría a la España de Butragueño con un 2-1 en octavos de final y sólo Argentina, con Sergio Goycochea en los penales, pudo eliminarla en cuartos. Por la juventud del seleccionado yugoslavo se esperaba que en USA 94 llegara la revancha, pero un enemigo inesperado se les atravesó en el camino: Slodoban Milosevic. El difunto criminal de guerra se convirtió en el líder de un país fraccionado  en 1987, justo cuando los 'Cileanci' comenzaban su leyenda. En 1990, con Yugoslavia metida entre las ocho mejores selecciones del mundo, el gobierno de Milosevic ya había comandado la división de una nación inventada tras la Segunda Guerra Mundial. Incluso el apoyo al equipo lo era por región: los croatas exigían a Boban, los montenegrinos sólo celebraban los goles de Mijatovic, los macedonios reclamaban la titularidad de Pancev... Eslovenia, Croacia y Serbia entraron en guerra en 1991 y un año después se unió al conflicto Bosnia-Herzegovina, justo cuando la selección de todos ellos arrasaba en su grupo eliminatorio para la Eurocopa de Suecia en 1992. Pero la guerra pasó factura. La ONU, en la Resolución 752 de su Consejo de Seguridad, suspendió a Yugoslavia de todo intercambio con el resto del mundo y eso precipitó la expulsión de los 'Cileanci' de la Euro, a la que fue Dinamarca en su reemplazo para , irónicamente, ganar el torneo. Yugoslavia fue borrada del Mundial de Estados Unidos 94, y así como el país explotó en pequeñas naciones la selección también. Suker, Boban, Jarni, Stimac y Prosinecki se fueron a su natal Croacia con la que lograron el histórico tercer lugar de Francia 98. Katanec se fue a comandar el medio campo de la nueva selección de Eslovenia, en la que luego dirigiría  a Zahovic para clasificar a la Euro 2000 y el Mundial 2002, donde le hizo honor a su patria natal fracasando rotundamente. Brnovic y Mijatovic se quedaron en la nueva República Federal de Yugoslavia y bajo ese nombre compitieron en el Mundial de 1998 y en la Eurocopa 2000. Luego el equipo y el país se llamaron Serbia y Montenegro, y desde 2006 cada una es una nación y un equipo separado. Un dato curioso: si Mijatovic no se hubiese retirado del fútbol en 2004, se habría convertido en el único futbolista en jugar con cuatro selecciones diferentes: Yugoslavia, República Federal de Yugoslavia, Serbia y Montenegro, y Montenegro. Hoy muchos se preguntan qué hubiera pasado si esta selección hubiera disputado el Mundial de Estados Unidos 94 con el equipo de los 'Cilieanci' reforzado por las estrellas que aparecieron en las diferentes naciones de la disuelta Yugoslavia a finales de los 80 y comienzos de los 90: los serbios Milosevic, Savicevic, Stojkovic y Mihajlovic, el macedonio Pancev, el montenegrino Sabanadzovic, el esloveno Zahovic, los croatas Vaovic, Boksic y Stanic... Tal vez habría sido un fracaso. Los Balcanes, como ya se dijo, generan más fútbol del que pueden digerir. En Twitter: @PinoCalad  

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