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Esta Selección se parece a ciertas viejas...

A mi me pasa a cada rato con las mujeres: conozco a una, me entusiasmo como loco por salir por primera vez y luego, en plena cita, siento una decepción tremenda. Claro, eso sucede cuando uno sale con una vieja que en plena comida dice que su carta astral apareció un calvo con mi signo, cuando después de una noche de rumba otra hace la esperada invitación a su casa y resulta que no es para lo que uno espera sino para que yo le dé una opinión sobre su campaña para edil o, maldita sea, cuando una más, una churra de proporciones épicas, resulta tener el cerebro de un extinto dodo. El miércoles pasado la vieja con la que salí fue la Selección Colombia y, a pesar de los ejemplos antes citados, fue una de las peores citas de mi vida. Como lo confesé en Twitter, antes del partido el planteamiento me convencía. Me entusiasmó ver a Zapata con Yepes en la defensa pues creo que esa es la transición obligatoria por los años del segundo; el medio campo me parecía interesante con una línea de cuatro flexible, con Aguilar y Sánchez recuperando y saliendo por el medio, y Soto y Guarín atacando por izquierda y derecha, respectivamente; pero lo que más me tenía a la expectativa era ver por fina dos delanteros en el campo y jugando no por las bandas, como ha sido la costumbre de 'Bolillo' con Dayro y ramos, por ejemplo, sino por el centro: en ese 4-4-2 había dos puntas, Falcao y Teófilo, y yo me comí el cuento. Me entusiasmé: es el efecto que esa mona tiene en mi. Obvio, no fui el único en caer en sus redes, así como no fui el único en quedar con una sobrecarga de preocupación y, sobre todo, de decepción después del juego: la vieja ni era tan churra como parecía ni su inteligencia daba como para entusiasmarse. Mientras veía ese desorden en el que terminó convertido el esquema de la Selección, que tras no generar ideas con el 4-4-2 se volvió un número telefónico diferente e incomprensible para el segundo tiempo, con Falcao en el área y una avalancha de centros desde los costados por Armero, Jackson Martínez, Dayro, Juan Gullermo Cuadrado y Zúñiga, sólo podía pensar en que ya me estoy malacostumbrando a que la Selección me decepcione. Y eso no es bueno. Es decir, tal como pasa con una mujer, estar enamorado de alguien que te decepciona constantemente te jode la vida y, en últimas, puede llevarte a lo peor que le puede pasar a un amor: convertirse en indiferencia, en tedio, en esa onomatopeya del '¡bah..!' que te sale del alma cada vez que la ves. ¿Y si en vez de haber estado de vacaciones después de las respectivas temporadas de sus jugadores la Selección hubiese empezado a tarabajar antes? Porque todos sabemos que de cara a la Copa América Colombia fue el último equipo que empezó trabajos y el único que no aprovechó las fechas Fifa anteriores. La falta de esos dos o tres partidos se vio en Pereira: Colombia es un proyecto de equipo que sí, está muy bien paradito atrás (aunque ojo, al frente teníamos a un rival de 'pipiripao' que no atacó y que cuando lo hizo nos llenó de miedo por dos despabiladas increíbles de Ospina y Zúñiga), pero que de la mitad hacia adelante es un desastre por una sumatoria de falta de ideas, falta de trabajo y exceso de ansias. Es muy complicado para un hincha enteder que su equipo tiene al goleador de la Europa League, el Botín de Oro argentino, delanteros cotizados en México y otras latitudes, y aún así no haga gol. Yo, que se supone que trabajo en esto y me he capacitado para entenderlo, no lo entiendo. No entiendo cómo hace esta Colombia de Hernán Darío Gómez para no meter goles. Así no se puede. El miércoles esa vieja vestida de amarillo, azul y rojo me volvió a decepcionar... el problema es que, tal y como me ha pasado con un par de mujeres de carne y hueso, no puedo evitar volver a creer en ella. Caprichos del amor... Sígame en Twitter: http://twitter.com/PinoCalad

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