En febrero del 2000, paramilitares fueron a El Salado, un pueblito de Bolívar, y jugaron fútbol, borrachos, en la plaza con las cabezas de algunos campesinos que habían degollado solo minutos antes frente a niños y mujeres. El año pasado se cumplió una década de tal barbaridad y no se hizo mucho ruido al respecto. Tampoco numerosos clamores de justicia o visos de indignación. Muchos están por estos días literalmente consternados con la patada que le pegó Luis Moreno a una lechuza en la cancha del estadio Metropolitano. El panameño dio unos doce pasos y optó por elevar al animal con su botín derecho. Luego se le vino el infierno. Se excusó y no fue suficiente. Ya recibió, según dijo, hasta amenazas de muerte por su decisión, que no fue fortuita. Tuvo tiempo para advertir lo que iba a hacer. Y se equivocó. Disculpen la comparación. Pero si bien es muy cierto que entre los dos casos hay abismales diferencias, hay un lugar común que es un extremo. De eso somos expertos los colombianos. De elevar figuras y crucificar humanos. Este es un nuevo caso. A la lechuza, que en paz descanse, para seguir con la ridícula retahíla, se le trató mejor que a una de las miles de víctimas de nuestro país: al menos fue atendida por un médico veterinario. Y el futbolista, que naturalmente mostró carencia de sensibilidad e inteligencia, ha despertado todo el rechazo que debería nacer en nosotros ante un asesino o un violador, por decir lo menos. Aquí ya murió Andrés Escobar. Ni pensar en que algo le suceda a Luis Moreno. Es imperiosa la moderación y dejarnos de estupideces. El secretario de recreación y deportes de Barranquilla, Gonzalo Baute, llegó a decir que la lechuza sería embalsamada y puesta en una urna de cristal en el estadio Metropolitano. El veterinario que atendió al animal agradeció “el apoyo nacional e internacional de la comunidad científica” para ayudar a la lechuza antes de su muerte. Suena todo eso a exageración, al igual que el pedido de algunos para que el futbolista sea expulsado del país o que nunca más pueda ejercer su profesión en Colombia. El fútbol da para todo. En 2009, Hayder Romero, también con la camiseta de Junior sudada, había golpeado una lechuza en el estadio. Jugadores le han pegado más duro a recogebolas o han lesionado alevosamente a sus colegas. El tiburón Willie, mascota de Junior, tuvo problemas por pisar la camiseta del Cúcuta. Cientos de perros se han metido a las canchas. Goycochea se orinó en un poste de su arco en el Mundial del 90. El técnico de Alemania Joachim Low se comió los mocos en Sudáfrica 2010 ante millones de espectadores… La imagen de Moreno pateando la lechuza es repudiable e irritante. Bienvenido sea un castigo para él y su atrevimiento. Es suficiente. Si es por seguir hablando de animales, mejor paremos ya con esta lora. En Twitter: @javieraborda
Actualizado: enero 25, 2017 02:42 p. m.