Rusia se ha vuelto un pequeño país para conseguir resultados en el fútbol y muy grande en otros sentidos. Basta con decir que su población se acerca a los 142 millones de habitantes repartidos en una inmensa superficie de 17.075.400 kilómetros cuadrados. Es un mercado muy atrayente para la FIFA, para los negocios. Hay dinero por doquier. Rusia se vende como una nación nueva. Es la “unión entre Oriente y Occidente”. Allá se jugará el Mundial de 2018. Inglaterra, España, Portugal y Holanda, países con mayor tradición y desarrollo futbolístico, perdieron sus candidaturas al vigesimoprimer Mundial de la historia. No hubo premio a los inventores de este deporte para que recibieran el certamen otra vez, luego de salir campeones en casa en 1966. Tampoco al actual campeón y subcampeón del Mundial. Es una lástima, por gusto. Justo sí en torno al concepto de un fútbol para todos los rincones del planeta. ¿Por qué no Rusia? No hay porqués verdaderos. Rusia, potencia en varias disciplinas olímpicas, tiene cómo organizar un torneo de este calibre. Rusia (para los casos pertinentes Unión Soviética) ganó la Eurocopa de 1960 y fue subcampeón en 1964, 1972 y 1978. Ha jugado nueve veces en los mundiales (1958, 1962, 1966, 1970, 1982, 1986, 1990, 1994 y 2002). En el del ´62, siendo de peso en el balompié, enfrentó a Colombia en el recordado empate a cuatro tantos, incluido el gol olímpico del barranquillero Marcos Coll a uno de los mejores arqueros de todos los tiempos, Lev Yashin. Famosa la estampa de la camiseta que dejaba leer “CCCP”, acrónimo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en ruso. Para nosotros fue: "Con Colombia Casi Perdemos". El Mundial de 2022 será en Catar, por desgracia para Australia, Corea del Sur, Estados Unidos y Japón, los otros aspirantes a organizar el campeonato. El país árabe apenas tiene un millón de habitantes y 11.000 kilómetros cuadrados. Es casi tan grande como Jamaica. No tiene mucho que ver con el fútbol que conocemos. En realidad, nada. No ha aparecido en los mundiales. Diga un equipo de fútbol de ese país y un estadio. Difícilmente lo logra. La FIFA, que hizo la elección de sedes cuando aún suenan escándalos por corrupción de sus funcionarios, lo eligió porque debajo de ellos está su valor. Petróleo y gas por montones prometen construcciones de estadios espectaculares. El balón rodará en medio de edificaciones megalómanas, suntuosas. El mundo verá fútbol de “lujo” y tribunas llenas de islámicos. Toda una novedad. Sin embargo, también estará vigente la ley sharía. Si un Mundial en Inglaterra permitiría borrachos a cualquier hora, en cualquier lugar, no será así en Catar. La homosexualidad se considera una falta grave y las mujeres muy destapadas no son bien vistas en Oriente Medio. No como aquí. Será difícil encontrar entonces a otra Larissa Riquelme con mucha silicona y promocionando un desodorante en los pechos. El Mundial ya estuvo en Sudáfrica. Irá en 2014 a Brasil y luego tendrá dos escenarios extraordinarios. Cada vez se hace más global en conquista de nuevos hinchas, pero también de más dinero. El fútbol, queda claro, es un negocio muy rentable que busca más suscriptores tipo pague por ver. En Twiiter: @javieraborda
Actualizado: enero 25, 2017 02:42 p. m.