Se reducen los plazos y aumenta la excitación por la proximidad del Mundial. Crece el optimismo y se cocina una dinámica competitiva con expectación, favoritismos y especulaciones.
Corre rápido el reloj. Pero no podemos los colombianos, con los ojos vendados por la emoción, pasar por alto aspectos que no cuadran en la selección. Para empezar, la lista de 35 preseleccionados transmite inseguridad y manipulación. Cruel es la tensa espera para los 12 que podrían perder el avión. Ya lo vivió el mejor futbolista de la época, Diego Maradona, cuando Menotti su entrenador, lo desplazó en el Mundial 78. Dice, fue el peor momento de su carrera.
En cuanto a funcionamiento, no hay equilibrio aun en repliegue y despliegue. En tareas específicas hay aprobado, pero en labores colectivas no, especialmente en los movimientos defensivos, a pesar de la memoria operativa que se trabaja hace años.
Las soluciones ofensivas, siempre sujetas a la creatividad con talento de James Rodríguez y a la proyección con velocidad y sorpresa de los laterales, que da amplitud y profundidad al juego, tienen a Falcao como referencia de gol. Pero autodestructiva es la dependencia de un solo jugador, porque anulado él, anulado el equipo.
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Las necesidades tácticas son más evidentes que la urgencia de talento, porque lo hay, al igual que fibra y temperamento, que tanto destaca el entrenador. Colombia tiene un sistema tipo con variantes, que arranca del 1-4-2-3-1 pero dista del estilo tradicional de juego y flaquea en el módulo elegido. La identidad de nuestro futbol pasa por el monopolio de la pelota; sin ella hay sufrimiento. Confrontaciones físicas propondrán Senegal y Polonia rivales directos en la aventura Mundial, el que Colombia deberá enfrentar con técnica y habilidad.
La solidez defensiva siempre está bajo sospecha, porque los filtros de marca medular pierden consistencia. Cuantas veces fuera de la jugada, cuantas con perfil errado, sin movimientos de respaldo o con invasión zonas. Esta necesitado Pékerman de compactar el equipo, hacerlo colectivo con intensidad de ida y regreso para acortar distancias hacia el éxito. Hay tiempo para remediarlo.
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