Hoy un poco mas viejo y sin meniscos en las rodillas, ansioso como de costumbre por ver de nuevo un capítulo más de fútbol en mi vida, me sorprendió el alba recordando esas piruetas que solíamos hacer de niños tras una pelota.
Ojalá muchos de ustedes hayan tenido el placer de vivirlo y si de repente tuvieron otras oportunidades pues sean todos sus recuerdos bienvenidos, que aquí con mucho gusto armamos una segunda parte, a continuación les dejo unos cuantos personales. ¿Quién no durmió con los guayos al lado de la almohada? Sí, como hoy en día lo hacemos pero con el celular, muchos para no perderse el mensaje a último momento “Qué haces” otros para consultar de primera mano a qué hora pasan el partido en pantalla. Sin duda la parrilla de TV es una visita obligada a un portal de fútbol, pero volviendo a los recuerdos, quién recuerda la primera marca de guayos que sus padres le regalaron, o quien recuerda para compartir con todos los niveles, ¿cuáles fueron esos guayos que por primera vez calzo así hayan sido prestados? A lo Maradona y Pelé los míos fueron unos marca Puma, no precisamente los de referencia gama alta ‘Puma King’, no esos solo estaban estrictamente hechos para los grandes reyes de dos estilos diferentes pero que hoy nadie discute. (Pele y Maradona). Sé que muchos recuerdan no haberlos sacado de su caja original, pero en mi caso las puntas de la caja me tallaban la cien, lo acepto nuevos y todo quise el primer día embetunarlos creyendo el cuento que así el cuero duraba más, pero hoy creo que no es más que un ritual de veneración para querer prolongar su larga vida útil. La mañana siguiente también recuerdo que desvelado y todo, me dejaron con los guayos nuevos y sin estrenar, extendiendo así una nueva ilusión de cara al próximo fin de semana. ¿Quién no jugó con uno mismo? Es extraño, pero a falta de hermanos o primos amantes de la pelota como uno, quién no se las arregló para salir detrás de ella y jugar en el patio trasero a Mario Vs. Andrés (mucho gusto), vaya manera de hacer todo el preámbulo y la parafernalia antes de saltar a la cancha, algún loco más avezado salía al patio -su estadio de niño-, con dos camisetas: una en la mano y la otra del rival. Es de la misma manera como hoy alguien se pone la diez y arma el picado de donde no hay, convoca a propios y extraños, se amista con el de la oficina, llama al de la universidad así haya sido un petardo en el campeonato de Facultades, solo para vivir de nuevo esos sueños de sólo dedicarse por un instante a la pelota. Continuando con el flashback, uno no aceptaba nunca el marcador, si era en contra y por lo general siempre ganaba el mismo personaje, pero esos partidos sí que eran buenos, porque todos sabíamos que el pitazo final, lo daba su señora madre con un estruendo grito y bajo la amenaza permanente, “Andrés usted ya terminó las tareas”. Esa advertencia aceleraba el reloj del corazón y me carcomía la paciencia cuando entre dientes y en voz baja decía “Pa qué pregunta si ya sabe que no”. El resultado de aquel encuentro terminaba con un marcador bien abultado, no propio del fútbol de hoy en día pero siempre por la diferencia de un tanto y dejado como siempre a la suerte. Muchas veces fue el palo quien no permitió que Mario lograra extender la agonía del fútbol, la ilusión, la revancha que deja la opción del empate. Cuando te volaste de casa sin permiso Muchos dicen que el fútbol esta amarado a la indisciplina, al vago, al irresponsable, ese también fue mi caso pero todo era en pro del fútbol, a diferencia del trago, las mujeres y la droga. No importaban los castigos, tampoco destejar el patio de la casa, el objetivo era salir a correr para no perderse el entreno, o quién pensaba en regresar a casa sin rasparse las rodillas, sin sudar la camiseta, sin jugársela. Cuando te llevaron por primera vez al estadio Es la primera experiencia de lo real sobre lo mágico, por suerte -esa mística que tanto venero en el fútbol-, fui llevado por primera vez a ver los colores que hoy defiendo, si al equipo de mis ilusiones, tristezas, alegrías y amores, porque no hay nadie que se parezca mas a una novia querida que el equipo de sus amores. Hablo de real, porque aun sintiendo lo mismo cuando me voy acercando al estadio Nemesio Camacho, El Campín. Ese palpitar en el pecho, ese momento abrumador de ver tanta gente reunida tras una pasión, quien no haya corrido para llegar a tiempo al partido no ha ido al estadio, así de simple. Perplejo y agarrado de la mano de quien me presentó el más enigmático de los escenarios, siempre de pequeño miré hacia arriba, sorprendido por ver tantas personas cruzando en frente, apresurados como siempre, buscamos el banquillo más cerca al túnel de los camerinos, salir en la foto al lado de los ídolos del momento era marcarle un golazo a los compañeros de clase, tener la oportunidad de ver al Tren Valencia marcar un tanto siempre será inolvidable. Cuando el debut llegó Vamos a sacar de plano el nivel al que cualquiera de nosotros haya llegado, un debut siempre será diferente, no siempre será el soñado pero siempre será lo que has deseado. Muchos llegamos a poco, otros legaron más allá de lo esperado pero todos sentimos ese animal redondo venir de cara directa hacía nosotros. “No la vayas a dejar pasar” eso era lo que me decían “No te vayas a cagar ahora”. El primer trato a la pelota se hace con calidad, debe ser claro y no ponerse de artista que eso ya estaba inventado y solo ha existido un objetivo. ¡Empujarla! Los minutos fueron pocos en la cancha, pero las piernas y el pecho se sentían como un globo de helio, no se creía en nadie de camino al camerino porque sabías que hasta el más incrédulo te iba a felicitar. Sin duda habrá más de un recuerdo allí guardado, quizás habrá otros recuerdos que ya no nos atrevemos a pensar, pero mientras existan las piernas los recuerdos sobre el fútbol, nunca van acabar, así que todos están invitados a compartir sus recuerdos y para terminar a continuación los dejo con un recuerdo mágico llevado a comercial. Ver Video @Macquiato en Twitter