Jugar en Argentina es especial para los colombianos, no sólo por tratarse de una sede futbolera y con una de las historias más ricas del balompié mundial, sino porque allí, precisamente en Argentina y en una Copa América, el destino de nuestra selección se partió en dos.
En 1987 un viento de renovación sacudía al fútbol colombiano. Después de haber perdido la sede del Mundial de 1986, al que ni siquiera pudimos clasificar de la mano de Gabriel Ochoa Uribe, el entonces presidente de la Federación, León Londoño Tamayo, hizo una apuesta fuerte pero absolutamente incierta: nombró al novato Francisco Maturana como técnico de la Selección.
Muchos pusieron el grito en el cielo. Es decir, la experiencia del recientemente retirado defensa central no pasaba de un gran campeonato de 1986 con Once Caldas, hecho que lo llevó a ser contratado por Atlético Nacional precisamente para ese 1987, y de una aceptable actuación como técnico de la Selección preolímpica que ese año no había logrado clasificar a Seúl 88. Parecía una herejía poner a un tipo tan joven e inexperto en el puesto qe sólo dos años antes había tenido el técnico más ganador del fútbol profesional colombiano, pero así fue: Maturana tomó el lugar que hasta ese momento había tenido Jaime Silva como sustituto de Ochoa.
Lo dramático del asunto es que 'Pacho' debía enfrentar su primera gran prueba como técnico nacional en la Copa América de 1987, que se disputaría en Argentina y a la que el local llegaba estrenando oficialmente el título de campeón mundial de 1986. Para hacerlo contaba con un equipo joven que recogía los bloques más fuertes de los grandes clubes nacionales: la Selección jugaba con toda la defensa del Naciona (Higuita en el arco, Perea y Escobar en el centro de la zaga, Herrera en la banda derecha), la creación del Deportivo Cali (con Redín y Valderrama) y el ataque de Millonarios encabezado por Arnoldo Iguarán.
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Si fracasaba en Argentina, los críticos de Maturana iban a pedir su cabeza señalando que la “rosca paisa” no era la solución y, para meterle más nacionalismo al asunto, la Copa América iba a ser la primera en la que la Selección vestiría la bandera, toda vez que el amarillo, azul y rojo en el uniforme sólo se estrenó en 1985.
¡Esta es mi Selección!
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Colombia jugó en primera ronda contra Bolivia y contra el favorito Paraguay. En el primer partido la Selección ganó fácilmente 2-0 a los del altiplano y, lo mejor, la imagen que se dejó fue positiva. Los colombianos vieron por primera vez un equipo de su total agrado: Un juego de pases inteligentes y ofensivos que rompía la defensa contraria, una defensa sólida pero limpia, y un ataque contundente.
Sin embargo, el rival había sido demasiado liviano y muchos, aunque sintieron la empatía con el equipo, prefirieron esperar al partido con Paraguay para ver qué sucedía.
El 5 de julio de 1987 la Selección Colombia entró en el corazón de todos los colombianos. Ese día, en un juego que nunca se le había visto a un equipo colombiano, Paraguay fue derrotado por 3-0.
En el imaginario colectivo se empezaron a gestar tres nombres como ídolos. El primero y más importante fue el de Carlos 'El Pibe' Valderrama, un crack que hacía pases imposibles, dejaba quietos a los contrarios con sus movimientos y, además, tenía una melena rubia inconfundible.
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El segundo fue el arquero del Atlético Nacional que ya era el gran ídolo de su equipo, René Higuita. 'El Loco', como le decían, dejó boquiabiertos a los paraguayos al salir de su arco con el balón dominado y, tras eludir a los delanteros rivales, sacar un pase ofensivo que casi se convierte en gol: en Colombia todos habían quedado con el corazón en la mano por la angustia y en Argentina todos trataban de cerrar la boca por presenciar algo tan extraño y a la vez sorprendente.
El tercer jugador que se gravó en las mentes de los colombianos fue Arnoldo Iguarán. El goleador de Millonarios convirtió los tres goles de la victoria y demostró una velocidad y una potencia ideal para los pases de Valderrama.
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Con un equipo al que le llovían los elogios nacionales e internacionales, Colombia estaba por segunda vez en una semifinal de Copa América (la primera vez había sido en 1975). Chile acabó el sueño al vencernos por 2-1, pero poco importó: la Selección se volvería la novia de todos los colombianos al vencer a Argentina, el entonces campeón del mundo que contaba con el gran Maradona, en el estadio Monumental de Buenos Aires en la definición por el tercer lugar.
El 10 es 'El Pibe'
Ese día, 11 de julio de 1987, todo parecía estar en contra de la tricolor: Iguarán no podía jugar por una fractura en una costilla durante el juego frente a los chilenos y las atestadas tribunas del Monumental exigían una goleada a Maradona y su corte para lavar su orgullo después de perder la semifinal frente a Uruguay.
Lo curioso del asunto es que todo el planeta futbolero estaba pendiente del Diego y al que terminaron aplaudiendo fue al 'Pibe', que con dos jugadas magistrales habilitó a Gabriel Jaime 'Barrabás' Gómez y Juan Jairo 'El Andino' Galeano para terminar el primer tiempo con un 2-0 inesperado.
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La segunda parte fue una lección de táctica de Colombia a Argentina. Por más variantes que hizo, Carlos Salvador Bilardo no pudo lograr que su equipo rompiera el orden colombiano; Maradona se vio maniatado, Argentina no pudo demostrar en ningún momento que era el campeón mundial, y sólo un gol de Claudio Caniggia les dio la posibilidad a los locales de celebrar algo.
La Selección de Maturana volvió a Colombia entre alabanzas por su juego y con el tercer lugar de la Copa, el goleador del torneo, Iguarán, y el mejor jugador del continente de ese año, Valderrama.
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Este fue el punto de inicio para generar la relación de identidad total entre el colombiano y su Selección. Por primera vez se tenía un estilo de juego propio y del cual se podía sentir orgullo. El sistema de ídolos que se veía interrumpido tradicionalmente con cada nueva convocatoria estaba consolidándose tras la sombra del mejor jugador de América, 'El Pibe', y un séquito de jugadores que ejemplificaban valores y regionalismos: el veloz Iguarán, el valiente Leonel Alvarez, el caballeroso Andrés Escobar, el potente Luis Carlos Perea, y el arriesgado y “loco” Higuita.
El simbolismo no estaba sólo en el tricolor que vestían los jugadores de la Selección, sino en la representación nacional que cada región y grupo social sentía que estaba aportando y que se veía reflejado en un discurso impuesto por Maturana de crear y mantener una identidad y un estilo. Y este estilo no era sólo futbolístico sino también estético, pues las melenas de Higuita, Leonel, Gildardo Gómez, Escobar, Eduardo Niño, “Barrabas” Gómez, y sobre todo del “Pibe” le dieron un estilo propio e inconfundible al equipo.
Además, por primera vez en mucho tiempo los niños de una generación, al jugar sus partidos en la cancha del barrio, no se pedían ser Maradona, Pelé, Gottardi, Falcioni o Cabañas, sino que jugaban a ser un colombiano: Iguarán, Valderrama o Higuita.
Pero sobre todo esto pesó algo que siempre le importó a los colombianos: la imagen del país. La Selección de Maturana en la Copa América del 87 surgió en momentos en que Colombia pasaba por uno de los momentos más oscuros de su historia.
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Todos los colombianos se sentían acusados de narcotráfico en el exterior y las masacres y magnicidios opacaban las buenas actuaciones de los ciclistas en Europa y los títulos mundiales en boxeo de Miguel 'Happy' Lora y Fidel Bassa. Y si bien en fútbol nunca se había ganado nada, ahora el deporte más popular del país tenía una carta de presentación para el mundo que creía, o al menos así pensaban los colombianos que creían, que este era el país del diablo.
Los colombianos encontraron en esta década de los 80 que los triunfos de sus deportistas eran los triunfos del país y que eran la única forma de sentir que tenían una imagen positiva en el mundo.
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Había nacido una nueva era, la de la mejor selección Colombia de la historia, y todo empezó en en Argentina..