
Thomas Müller y el adiós de la leyenda del Bayern Múnich: lo ganó todo en Alemania
El experimentado futbolista Thomas Müller cerró su magistral capítulo en el equipo bávaro, tras 17 temporadas. Hasta el momento ha sido su único club.

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Con el mal recuerdo aún de la derrota encajada en el Mercedes Benz Stadium de Atlanta contra el París Saint Germain, el adiós al Mundial de Clubes y la preocupación, aún vigente, de la seria lesión del joven Jamal Musiala, Thomas Müller dijo adiós a su carrera en el Bayern Múnich para erigirse en una leyenda del fútbol alemán.
A lo largo de sus diecisiete temporadas en el club bávaro, con el que ha mantenido una fidelidad inquebrantable, este elegante atacante, falso delantero centro en ocasiones, indescifrable en su posición, entre centrocampista y ariete, siempre con la portería rival como referente, ha vivido lo bueno y lo menos bueno de la etapa reciente de una entidad poderosa, una de los referentes del Viejo Continente.
Elevó a lo más alto Thomas un apellido de significativa tradición en el fútbol germano. Casi siempre hubo un Muller en los campos de Alemania. Gerd, el artillero de los años 70, el que sobresalió en el Mundial de 1974, el que formó parte del inicio preponderante del club, abrió el camino que luego continuaron Hansi, un centrocampista de calidad que apareció en el Stuttgart y siguió en el Inter Milan. Recogió el testigo de Gerd y lideró a su selección en Argentina 1978 que encumbró también a Dieter, atacante del Colonia y también del Stuttgart antes de marchar al Girondins. Aún no se vislumbra heredero para Thomas, el gran adalid alemán en el siglo XXI.
No ha habido más vida para este tipo de 35 años, nacido en Weilheim-Schongau, Baviera, donde irrumpió en el 2008 desde el filial, con 19 de edad, como recurso de una entidad que necesitaba un giro para recuperar la autoridad en la Bundesliga. Sin el título, que ese curso ganó el Wolfsburgo, fue de la mano de Jurgen Klinsmann cuando echó a andar como profesional en la entidad bávara aunque aún tardaría unos meses en amarrar la titularidad y en acreditarse como futbolista básico en un equipo legendario, sin fisuras en la historia del fútbol.
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El Bayern, por entonces, mantenía un mano a mano sin definición con un Borussia Dortmund al alza. En los cuatro primeros ejercicios de Thomas Muller el club de Múnich solo ganó un título de Liga. El Wolfsburgo, en una ocasión, y el Dortmund, en dos, se interponían en su tradicional autoridad. Excesivos movimientos en el banquillo -Ottmar Hitzfeld, Klinsmann, Jupp Heynckes y Louis Van Gaal manejaron el timón con distinto éxito. Pero sin la estabilidad deseada.
Thomas Muller, sin embargo, crecía progresivamente y su presencia en el campo era cada vez más necesaria. Para entonces ya era un jugador versátil; la calidad le auxiliaba para cualquier situación de medio campo hacia adelante y su físico y su instinto de goleador le hacían abrirse paso en el ataque.
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El Bayern, con Muller ya como referente, recuperó el poder. En el último año de Heynckes, el 2012-2013, ganó todo. La Bundesliga y la Liga de Campeones. Inició un ciclo interminable en la liga germana. fue el tramo en el que conquistó once títulos del tirón. Con el español Pep Guardiola, con el italiano Carlo Ancelotti, con Willy Sagnol, otra vez con Heynkes, con Niko Kovac, con Hansi Flick, con el que consiguió los seis trofeos que disputó y con Julian Nagelsmann.
Muller, con el 25 a la espalda, fue la imagen de la elegancia en el campo. El poderío físico que resume la fisonomía del jugador alemán de siempre, con cabalgadas de autoridad sobre el césped y, sobre todo, eficacia. Thomas ganó el triplete dos veces y fue campeón del mundo y de la Liga de Campeones.
Directo en el campo y en la sala de prensa, en la que se desenvolvió con la misma suficiencia, cierta arrogancia y una altivez a veces mal entendida, la aparición de Muller fue aire fresco también para la selección, con la que alcanzó los éxitos a la altura de la leyenda del equipo.
El paso del tiempo condicionó también el recorrido de Thomas que paulatinamente ha perdido peso en el equipo del que ha decidido jubilarse. Aún sin destino conocido, aunque tendente a Estados Unidos, Muller pasó de indiscutible a recurso ocasional para los entrenadores. Siempre fue tenido en cuenta pero pasó de protagonista a secundario sometido por la edad, por los nuevos tiempos y por el fútbol.
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No fue el más rápido ni el más técnico. Ni con un regate espectacular. Pero tiró de inteligencia y recursos para hacerse valer, encontrar espacios y momentos oportunos donde encontrar su momento.
Los nuevos tiempos no contemplan a Thomas para el futuro de la entidad que deja, con el título de la Bundesliga recuperado después de sucumbir en el pasado curso ante la frescura del Bayer Leverkusen de Xabi Alonso. Fue su decimotercera Bundesliga en diecisiete temporadas. Solo en cuatro no la ganó Thomas Muller que se marcha también con ocho supercopas Alemanas, seis Copas y, a nivel internacional, con dos Ligas de Campeones, dos Supercopas continentales y dos Mundiales de Clubes.
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En sus temporadas, Thomas ha jugado 756 partidos, ha anotado 250 goles y ha proporcionado 223 asistencias.
Su presencia en Estados Unidos, en el Mercedes Benz Stadium de Atlanta fue su último servicio. Ya se sabía. Thomas Muller, en el banquillo como ha terminado siendo habitual en los tiempos recientes, saltó al campo en el minuto 80, en el lugar del francés Kingsley coman para intentar evitar la derrota ante el París Saint Germain en los cuartos de final del Mundial de Clubes.
No salió el asunto como esperaba el técnico Vincent Kompany. La presencia de Muller no mejoró el panorama. El Bayern encajó otro gol y fue eliminado de la competición a pesar de ser mejor durante muchos minutos. «Cuando se pierde, siempre es duro. Primero hay que digerirlo y procesarlo. Si uno ve el partido, pusimos todo lo necesario. Nuestro equipo jugó bien, aguantamos muy bien en la primera parte, también por nuestra fortaleza en los duelos y por la presión. Por eso, incluso en la segunda mitad, ellos bajaron el riesgo. Jugaron muchos más balones largos, evitando deliberadamente salir jugando desde atrás. Siempre tuve la sensación de que estábamos cerca de marcar", fueron sus palabras.
Muller se dirigió a la grada, a su afición. Aplaudió el esfuerzo y el aliento muniqués y dijo adiós. Fue su último servicio. Espera la Liga de Estados Unidos. Una nueva etapa lejos del club ya en el que siempre ha vivido.