En nuestro especial 'Gente con Cancha' el recordado defensor de la Selección Colombia habló de la grave lesión en la rodilla que lo alejó de las canchas para siempre. Abrió su corazón.
“Usted ya no me sirve, arreglemos”. Esas fueron las lapidarias palabras que le dijo Gabriel Camargo, máximo accionista del Deportes Tolima, a Arley Dinas, hace 15 años, cuando supo que el potente defensor o volante no podía volver a jugar fútbol en su vida.
El 12 de julio de 2004, finalizando el primer tiempo del juego entre la Selección Colombia y Perú, en la Copa América, Dinas saltó a rechazar un balón con la cabeza y cuando cayó, sintió que algo se le había estirado en la rodilla y no pudo continuar.
Héctor Fabio Cruz, el médico de la Selección en ese momento, lo examinó y le dijo que era una distensión de ligamento. El plan de Cruz, entonces, fue acelerar la recuperación con sesiones de fortalecimiento, para que pudiera jugar los partidos que quedaban, pero fue imposible.
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Tras los estudios y las pruebas que le practicaron en la rodilla, el dictamen médico fue categórico.
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“Se me reventó el cartílago de la rodilla derecha y desafortunadamente no pude volver a jugar fútbol. Ese fue mi último partido como profesional”, recuerda, desde Cali, en una charla íntima con GolCaracol.com.
A Dinas Rodríguez se le terminó todo en una acción que hizo tantas veces desde 1991, cuando debutó con el América de Cali, y que en ese momento con 29 años y varias batallas por delante, lo dejaba sin la posibilidad de seguir jugando, tras años de duros entrenamientos, viajes, concentraciones, partidos, torneos y muchos más sacrificios que hizo para cumplir su sueño de niño.
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“La lesión fue por un desgaste. Cuando jugaba fútbol profesional me molestaba la rodilla izquierda y recargué todo a la pierna derecha, la diestra”, asegura hoy con tono pausado, sin extenderse en prosa y verso, y ya con las heridas curadas tras el abrupto freno que el destino puso en su carrera deportiva.
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Y es que de la manera menos pensada se terminaron 13 años de una trayectoria en las canchas con las camisetas de América, Cali, Tolima, la Selección Colombia (desde las juveniles hasta la de mayores) y Boca Juniors, de Argentina, equipo con el que había conquistado la Copa Libertadores un año antes de esa desafortunada lesión.
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Incluso durante la Copa América de Perú tuvo contactos con Atlético Nacional e Independiente Medellín y todo estaba encaminado para que llegara a uno de los dos equipos grandes de Antioquia.
“Lo más difícil fue asimilar que realmente ya no podía seguir ejerciendo ese sueño de todo niño que es jugar fútbol profesional. No fui con psicólogo porque tuve la personalidad de asimilar ese golpe. Al comienzo es duro porque uno viene de un estatus muy alto, estando en los mejores hoteles, dándose gusto, y de igual manera brindándole muchas cosas a su familia”, agrega.
Pero aún faltaba lo peor para el nacido en Caloto, Cauca, porque ni la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), ni el Deportes Tolima se hicieron cargo de su cirugía. Le dieron la espalda y lo dejaron solo.
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“Quedé en la mitad de la Federación y el Tolima, ninguno de los dos quiso ceder. El doctor Óscar Astudillo me dijo que no demandara a la FCF que él me iba a ayudar y no me salió con nada. Quedé decepcionado porque le dediqué muchos años al fútbol y cuando vieron que me lesioné, ahí ya no les serví más. Después de que me retiré, he ido tres veces al Pascual (Guerrero) porque el fútbol me pagó mal”, dice con evidente malestar y dolor, pese a que ya han pasado muchos años.
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Como si fuera poco, los que consideraba sus amigos, esos que estuvieron a su lado tantas veces en aquellos días de gloria deportiva, cuando estaba en la cúspide de su carrera, también lo dejaron solo.
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El soporte del caucano han sido su padre, quien se ha encargado de guardar como un tesoro las camisetas de los equipos por los que pasó; sus dos hermanas y sus hijos: Laura Valentina, de 21 años, y Arley David, de 15.
“Del fútbol nadie me ha acompañado. He estado con mi familia, que me ha apoyado en las buenas y en las malas. Cuando jugaba tenía mucha gente a mi alrededor y hoy, solo cuento con mi familia”, reconoce.
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El drama para Arley pudo ser peor, pero por ahí dicen que todos tenemos un ángel en la tierra que no nos desampara. Ese ángel fue el médico Mario Figueroa, que al ver que nadie se quería hacer cargo, lo operó gratis.
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“Quedé decepcionado porque le dediqué muchos años al fútbol y cuando vieron que me lesioné, ahí ya no les serví más”
“Me recuperé para ser una persona normal, pero ya no puedo patear con la pierna derecha porque se me sale el hueso”, dice resignado.
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Aunque la recuperación fue larga, tediosa, e incluso dolorosa, para el otrora potente zaguero las angustias no fueron mayores, pues como tipo serio y organizado, a medida que avanzaba su carrera dejó un colchón que después del infortunio le sirvió para que él y su familia tuvieran un techo donde vivir y que los tres golpes estuvieran puntualmente sobre la mesa.
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“Recién que dejé el fútbol, gracias a Dios tenía mis ahorros, tenía mis casas, apartamentos y pues fue un golpe muy fuerte. Hambre no he aguantado, dificultades como todos, sí, pero ahí se está luchando aún. Ahí tengo mi casa y no me puedo quejar”, afirma.
Dinas siente que su caso sentó un precedente en el país y ha servido para que los futbolistas no queden desprotegidos, en caso de tener una lesión tan grave como la que él sufrió defendiendo la camiseta de Colombia.
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“Desafortunadamente, me tuvo que suceder eso a mí para que las cosas cambiaran. Debido a la lesión mía y a la de Osman López, todo cambió a favor de los futbolistas y me alegro por ellos”, asegura.
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Algo que sí hubiera querido Arley es haber jugado en estos tiempos de salarios astronómicos en los que los futbolistas pueden asegurar su futuro e independencia en pocos años, diferente a como pasaba 20 años atrás.
“En esta época se gana mucho dinero, un jugador en un año o dos puede definir su futuro en un 60 o 70 por ciento por las cantidades que se manejan. En mi época era diferente, no se pagaba muy bien”, asevera.
Un nuevo comienzo
Los años le han servido a Dinas para hacer las paces con los que lo dejaron solo y también con el fútbol, ese deporte que se convirtió en su oficio y que por tantos años le dio alegrías y le permitió tener reconocimiento.
Ahora, con un nuevo comienzo (trabaja con el Inder, de Candelaria) y muchas metas por cumplir en su vida, Arley Dinas les deja un mensaje claro a todos los jóvenes que sueñan con llegar al profesionalismo.
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“Mi consejo es que lleven las dos cosas: el fútbol y su familia. Que aprovechen al máximo estar rodeados de su familia porque amigos no hay, lo digo por experiencia. Cuando yo jugaba fútbol tenía mucha gente alrededor y hoy solo cuento con mi familia”, finalizó.