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La historia del cuadro de Alejandro Obregón que fue “terminado a bala” y colgado en la sala de Gabo

El periodista Gustavo Tatis contó cómo ese autorretrato fue a parar a la pared principal de la casa del Nobel de Literatura en México.

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Con tres disparos certeros en el ojo de un autorretrato, el maestro Alejandro Obregón selló una discusión familiar sobre su obra recién creada.

El hecho ocurrió en 1979 en Cartagena de Indias. El suceso fue descrito por Gabriel García Márquez, que aseguró que ese fue, quizás, “el único cuadro que ha sido terminado a bala”.

Dos años después, Obregón, uno de los pintores más importantes del siglo XX se lo entregó a Gabo, su amigo.

Hoy, el cuadro está colgado en la pared central de la casa de la familia García Barcha, en México.

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El retrato acompañó al Nobel de Literatura hasta el último día de su vida.

Gustavo Tatis, periodista, cronista y artista, habló sobre la obra de Obregón, misma que tiene un aire macondiano.

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“Pero no solamente ese cuadro, ya él tenía antecedentes de dispararle a sus propios cuadros. Por ejemplo, en La cueva le disparó a una de esas mujeres que él pintó en un momento de locura. Ese diciembre del 79, esa es una obra que se llama Blas de Lezo Autorretrato. En medio de la situación, Obregón sacó el revólver y le disparó de manera certera, los tiros fueron a parar al ojo derecho del retrato”, dijo Tatis.

Curiosamente, Alejandro Obregón le disparó al mismo ojo que, con el paso de los años, empezó a perder.

Le disparó al ojo derecho, mismo que empezó a perder según un diagnóstico médico. En el 92 ya estaba casi ciego, había perdido la visibilidad. Blas de Lezo fue el hombre que defendió a Cartagena de los ingleses, era un hombre que había perdido un ojo, un brazo y una pierna. Obregón decía que era un hombre de media pisada, media mirada y medio abrazo”, comentó Tatis.

En una ocasión, el maestro Obregón llevó un elefante hasta el bar La Cueva.

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“Una madrugada llegó a pedir una cerveza y el dueño estaba dormido y le dijo que esas no eran horas de tocar la puerta. Obregón se fue hasta el circo que estaba en Barranquilla y le pagó al director y domador para que llevaran al elefante hasta el bar. El enorme paquidermo golpeó la puerta y el dueño del bar escuchó el ruido, al salir, en pijama, abrió la puerta y encontró al elefante en la puerta. Allí estaba Obregón que le dijo ‘no joda, Eduardo, ¿no me vas a vender la cerveza?”, relató Tatis.

Ese relato usted lo puede encontrar en el libro de Gustavo Tatis ‘Alejandro Obregón: Delirio de Luz y Sombra”.

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