Durante el primer Festival Iberoamericano de Teatro, en 1988, grupos al margen de la ley atentaron en contra de la vida de Fanny Mikey lanzando un artefacto explosivo que estalló contra un muro. Aquel día, la fuerza de la explosión hizo que se levantara el piso del escenario, pero los espectadores pensaron que era un efecto de la obra y se pusieron a aplaudir.
Al día siguiente, aproximadamente 60 mil personas se citaron en la Plaza de Bolívar para protestar en contra de los violentos y para mostrarle su apoyo a Fanny. A partir de ese momento, Fanny se comprometió a hacer el cierre del Festival Iberoamericano de Teatro en la Plaza de Bolívar.
A pesar del miedo colectivo que se tenía hacia los atentados en aquel momento histórico, ningún artista se retiró del festival, lo que lo convirtió en un evento de repercusiones mundiales.
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