Al término de la fecha 16 de la liga Águila los hinchas del Cúcuta deportivo dejaron caer sobre sus rostros lágrimas que brotaban desde la decepción y el desconcierto más profundo. El motivo apenas justo para que el dolor embargue nuevamente esta ciudad, después de lo sucedido en el 2013. El equipo de sus amores por cuarta vez en sus 91 años de historia descendió a la segunda división del fútbol profesional colombiano y ni siquiera se han cumplido con todas las fechas del calendario futbolero actual. ¿Cómo es que un equipo de tanta historia, con una hinchada noble y leal, campeón de liga, semifinalista en libertadores, puede sucederle lo indeseable para cualquier equipo en menos de un año? ¿Por qué el General Santander, ese escenario majestuoso que vibraba con cada gol, cada pase, cada jugada mágica que salía de los pies de algún protagonista que vestía de rojo y negro se encuentra sólo y abandonado? Digamos que todo empezó a finales del 2013 cuando luchando por no descender el equipo cambia de dueño y este inicia con su legado de arbitrariedades e injusticias. Recuerdan algunos jugadores de ese Cúcuta Deportivo que se jugaba el descenso ante el Fortaleza FC, que el señor entró al camerino irrumpiendo la concentración que se vivía en ese momento. Sin mediar palabras con nadie, dejó salir un mensaje poco alentador para los protagonistas de esa noche, con tono amenazante advirtió a los jugadores que pasara lo que pasara no pensaba seguir pagando esa nómina tan costosa y que se venían cambios, el que estuviera en desacuerdo bien podía salir del club. Al terminar lo dicho dio media vuelta y se fue. ¿Qué se puede esperar después de tan fluida intervención? Ese año Cúcuta deportivo descendía por tercera vez en su historia a la primera B. El afamado empresario para quien el fútbol es un negocio y sólo piensa en llenar sus bolsillos a costa de los equipos y el sentimiento futbolero del país, armó para la temporada 2014 una nómina modesta con jugadores de su empatía y circulo maquiavélico e inició las competencias con un mensaje a los hinchas del doblemente glorioso: “Es una nómina para jugar y ganar la segunda división, el otro año jugaremos en la A”. Esa excusa ridícula que tienen algunos directivos de decir que se deben armar para jugar la segunda división con jugadores con características específicas (baratos, veteranos y acomodados) omitiendo lo que otros equipos en el mundo como River Plate o la Juventus hicieron lo contrario y lograron prontamente su ascenso. Inició la temporada y el que prometía cambiar empezó a demostrar que nadie camba solo aprende a mentir con mayor perfección. Contrató para ese primer semestre, una cantidad importante de jugadores dirigidos por el técnico Héctor Estrada. En las tribunas los hinchas gritaban con furia alentando al equipo de sus amores, mientras tanto desde una oficina lejos de Cúcuta el presidente del club manejaba a su antojo la nómina y la titularidad de cada encuentro. Irónicamente con la excusa de malos resultados el técnico Estrada dio paso al profesor Alberto Suarez, quien sería el timonel rojo y negro hasta la mitad del 2015 en la primera categoría, logrando el ascenso polémico en los cuadrangulares de enero. El equipo en la primera división, ríos de gente saliendo alentar en las calles a jugadores con hambre de gloria y una ciudad que volvía a disfrutar del fútbol en primera después de .un año complicado, ¿Qué faltó, qué salió mal? Como en todos los equipos productivos si todos no apuntan a un mismo objetivo nada sale bien, y mientras el objetivo de cuerpo técnico, jugadores e hinchas era revivir viejas épocas de gloria y felicidad, los objetivos de su dirigente estaban lejos de lo futbolístico y pasaban más por lo económico. Entonces se inició la liga 2015 con un partido en el General ante Junior. Nómina nueva jugadores de bastante recorrido, entre los que se destacaban Gerardo Bedoya, Edwards Jimenez, Franco Sosa y Marcos Lazaga. Ese día cuarenta y dos mil almas en un estadio y casi 700.000 mil más en la región, saltaron de emoción con el gol de Bedoya que le dio el triunfo al Cúcuta contra el poderoso Junior y que ponía a soñar con el cambio de mentalidad del dirigente. Con el correr de los partidos algo pasaba dentro del equipo. Mientras la prensa Nacional extrañada titulaba que por problemas administrativos jugadores de peso abandonaban el club y la prensa local investigaba que pasaba realmente, dentro del camerino los jugadores debían aguantar el mal trato por parte de la dirigencia y la falta de lealtad por parte de algunos de sus mismo compañeros que para congraciarse con los de arriba, comentaban hasta el más mínimo detalle de lo que pasaba. Mal presagio para un equipo de tan magna historia. Con el paso del tiempo Alberto Suarez cansado del maltrato y manoseo también abandonó el equipo, en su reemplazo un argentino que poco conocía el fútbol local y que nunca había dirigido en primera. Marcelo Fuentes tomaba un equipo sin forma, sin jugadores y sin alma. Después de varios compromisos sin obtener buenos resultados el gaucho también abandonó. Carlos Quintero el gerente del club, tomó entonces el mando del equipo mientras terminaba la temporada. Con 15 puntos finalizó esa pobre campaña, una de las peores en su historia. La gente se preocupaba, el equipo no tenía ni siquiera un patrocinador y su presidente, dueño y dirigente se la pasaba de coctel en coctel en la capital de país. Para el segundo semestre nuevamente con gran elocuencia salió el presidente a presentar sus refuerzos prometiendo mantener la categoría. Todo el equipo había sido cambiado, exceptuando extrañamente unos cuantos jugadores que parecían inamovibles e intocables. Flabio Torres llegó para hacerse cargo del equipo y con él jugadores de alta trayectoria y de clase como Germán Centurión, Luis Delgado, Jhon Hurtado, Jhon Montaño, Gustavo Bolivar, Martín Morel y el ecuatoriano Marlon de Jesús Pabón. Pintaba bien el proyecto, Flabio había realizado una excelente campaña con el Pasto y la gente confiaba en su criterio, además los jugadores confiaban en su palabra y manifestaron venir al equipo sólo por Flabio Torres. Pero nuevamente todo salió mal, presionados con la misma consigna de aquel juego ante Fortaleza el presidente, dirigente y dueño entró al camerino después del empate en casa ante Millonarios, con las mismas amenazas y el mismo tono pronunció las palabras mágicas y el equipo se vino abajo. Flabio salió sin recibir el pago por su trabajo junto con su cuerpo técnico, Germán Centurión, Luis Delgado y otros jugadores denunciaron doble contratación y falta de pago, y nuevamente Quintero tomó el equipo que descendió en la fecha 16 contra once Caldas. Ahora bien apartándonos de lo futbolístico, administrativamente el equipo tampoco anda bien, la superintendencia de Sociedades estudia detenidamente cada paso, se espera una penalización por parte de Dimayor por el incumplimiento en el pago de parafiscales, el estadio General Santander está deteriorado y abandonado por parte de la administración municipal y el IMRD que son los encargados de su mantenimiento y adecuación, el equipo fue desalojado de las oficinas que tenían sede en dicho estadio por el no pago de arrendamiento y otros cánones administrativos y ahora parece tendrá que pagar por usar sus instalaciones para cada juego, porque no van a ser más permisivos con su uso. La historia irónicamente terminó como inició, con un equipo en agonía que espera la ayuda salvadora de un empresario y no un mercenario del fútbol. Por: Eduard Lizcano Tamayo // Twitter: @drlizcano
Actualizado: enero 25, 2017 11:58 a. m.