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El Presidente optimista

“Hoy (17 de mayo) comienza la cruzada para hacer de nuestro país el mejor anfitrión, con el mejor campeonato Sub-20 en la historia del mundo”, dijo Juan Manuel Santos en una frase de héroe cinematográfico estilo William Wallace y típica de político colombiano. Sucede, sin embargo, que un comentario ilusorio como ese rompe con el pronóstico y el deseo. Del campeonato ya han sido sede países como Holanda (2005); Malasia (1997); Qatar (1995), que albergará el Mundial de mayores de 2022 ; Australia (1993) y, entre varios otros, Portugal (1991). Todos estos países siempre han tenido mejor estructura y organización que nosotros. Hay que reconocerlo. En cualquier sentido, no sólo futbolístico. A poco del inicio del torneo (29 de julio), hay varios estadios remendados, pero lejos de estar arreglados definitivamente. No es bueno engañarse. Colombia está nadando hoy en la tragedia. La Dirección Nacional de Gestión de Riesgo indicó que hasta ahora han muerto 448 personas por la ola invernal y hay 3´321.199 personas damnificadas. Se presentan otros lunares. Bogotá, donde se jugará la final del Mundial, el 20 de agosto, no tendrá al alcalde electo para la fecha por su pésima gestión. Una vergüenza. En general, el país sufre en la actualidad por la inseguridad, el desempleo y la peor corrupción imaginable, lo cual contrasta con el espíritu del fútbol. Además, habría que tener un poco más de cuidado con la idea de Santos de convertirnos en “guías turísticos de los miles de visitantes extranjeros que llegarán al país”. Al menos en Bogotá, se consta que hay muchos lugares por donde es imposible andar. Del aeropuerto al centro es un buen ejemplo. Puras ruinas. Más allá de esas losas de lamentos, se han vendido para el Mundial algo más de 250.000 boletas (incluida la número 12 millones en los 34 años de historia del certamen) para 52 partidos , casi cinco mil por encuentro. Poco, aun cuando sea válida la salvedad de que habrá jornadas dobles. El Mundial es muy bienvenido, pero es difícil que sea el mejor de la historia, Presidente. La coyuntura lo impide. Podrá ser inolvidable, increíble o fantástico, si se quiere buscar un adjetivo más apropiado y si pasa algo extraordinario en la cancha. Su éxito dependerá en gran medida de lo que rinda el equipo de Eduardo Lara, de una aceptable organización y de que no pase nada raro de orden público. Colombia ya perdió el Mundial de mayores de 1986 gracias a un lamentable accionar de Belisario Betancur, que renunció al campeonato justificando otras prioridades para la Nación, y a unas buenas artimañas de directivos y patrocinadores. Tampoco era para hacerse a un lado esta vez esgrimiendo dificultades. Colombia sí puede salir avante ante la mirada de mil millones de televidentes que, se espera, vean el torneo. Esta es una maravilla de país. Para bien y para mal. Tal como lo dijo el optimista, el Presidente. En Twitter: @javieraborda

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