Yo estaba en la tribuna occidental del Campín viendo un sufrido Santa Fe vs. Bucaramanga con uno de mis mejores amigos, hincha leopardo, quien sufría de más con la lamentable actuación en punta del jovencito Mauricio Chalar. De pronto, un personaje de camiseta amarilla sentado a nuestro lado se paró y le gritó con el alma al técnico visitante: "¡Sacá al negro Reyes! ¿O es que lo viste mear?". Yo reí, y no me las voy a venir a dar de nada negándolo: fue un insulto, me pareció increíblemente burdo, y solté una carcajada enorme. Sí, yo soy un ejemplo más de una cultura históricamente racista en la que el menosprecio por el otro es tan común como el día a día, cosa que se ve con los dos insultos básicos de la nación: negro hijueputa e indio marica. Intercambie la segunda palabra si quiere, es más, deje sólo la raíz (indio y negro) y tendrá las dos palabras más ofensivas de la sociedad colombiana, la misma que desde 1991 es supuestamente pluriétnica y multicultural, pero en donde hay afrodescendientes integrantes de movimientos nazis, bisnietos de chibchas que creen que nacieron en Estocolmo y señoras de las altas sociedades regionales cuyos apellidos con sabor a extranjero las hace sentirse matronas esclavistas coloniales. "No, yo no soy racista", es la frase común cuando uno le señala a alguien que un comentario como "huele a negro" o "esta indiamenta" es racismo puro. Esas son las mismas personas que se escandalizan si su hijo o hija llega a la casa con un novio o novia de lo que Rubén Blades categorizó maravillosamente como "color extraño" cuando criticó a la racista sociedad latinoamericana. Porque ojo, no es un problema nuestro no más, en el continente del mestizaje, en la tierra donde blancos europeos, indígenas americanos, negros africanos, árabes, japoneses, hebreos y más se han mezclado desde hace cinco siglos, somos increíblemente racistas. Se ve todos los fines de semana en los estadios, no sólo con el chiste de mal gusto con el que comencé este relato, sino con los señalamientos a los jugadores negros a quienes suele acompañar el ya mencionado "negro hijueputa" cuando cometen un error o humillan al equipo de los amores del que profiere el insulto. Lo absurdo (bueno, lo más absurdo, pues de por sí el racismo en Colombia es algo totalmente estúpido) es que la gran mayoría de futbolistas colombianos son negros o tienen raíces negras, desde el legendario Caimán Sánchez hasta el emblemático Pibe Valderrama, pasando por leyendas como Jaime Morón, Maravilla Gamboa, Willington Ortiz, Arnoldo Iguarán, Freddy Rincón, Bernardo Redín, Pedro Zape, Faustino Asprilla, Harold Lozano, Francisco Maturana, Tren Valencia, Pipa de Ávila... en fin, la lista de negros a los que les debemos tanta gloria y tanta felicidad es eterna, y crece si cada uno de nosotros hace la cuenta de los afrodescendientes que le han dado triunfos a su respectivo equipo. Los hinchas del Deportivo Pasto, por ejemplo, no deberían olvidar que el equipo que logró el ascenso en 1998 tenía a César Zape en el arco, que Oscar Echeverry y Herly Alcázar anotaron goles fundamentales, que el capitán era Julio Romaña cuyo compañero en defensa era John Viáfara, y que este grupo fue muy bien dirigido por Félix Valverde Quiñones. Tampoco deberían olvidar, digo yo, que el momento más feliz se los dio un equipo que en el 2006 dio la vuelta olímpica con una nómina en la que precisamente no había muchos eslovenos, pues Carlos Barahona, Ariel Sevillano, Walden Vargas, René Rosero, Harnol Palacios, Javier Arizala, Alex del Castillo y Deyler Sacramento no son precisamente modelos para un comercial de superioridad aria. Pero no, en Pasto algunos lo olvidaron y el "negro hijueputa" volvió a aparecer el fin de semana anterior frente a Equidad, por lo que la Dimayor sancionó al equipo de manera ejemplarizante e histórica , pues por primera vez Colombia ingresa a un mandato Fifa, la lucha contra el racismo y la discriminación, que es norma del ente rector del fútbol mundial desde el 2002 y que ha causado todo tipo de castigos, sanciones y polémicas, principalmente en Europa. Ya era hora que el fútbol colombiano hiciera valer una norma internacional y que de paso se uniera al principio constitucional de profesar el multiculturalismo y lo pluriétnico. Por eso aplaudo la medida, aplaudo el castigo, pero tengo serias dudas sobre el futuro de estas reglas básicas de convivencia. Porque claro, una vez más la Dimayor muestra que no hay nada más fácil que castigar al Pasto (yo no me olvido cómo institucionalmente se metió sutilmente la mano para que el club descendiera en el 2009), y si bien los actos irresponsables de algunos hinchas le representan al equipo un castigo de más de $11 millones y una sanción de orden social, es ridículo pensar que el Libertad de Nariño fue el único estadio en el que se escucharon insultos racistas el fin de semana anterior. No voy lejos, la tribuna oriental del Campín repite cada vez que Millonarios es local un desagradable coro de orangutanes para humillar a los jugadores de color de sus rivales, y frente a Itagüí no fue la excepción. Casos similares se encuentran en todos, absolutamente todos los estadios del país, en donde las muestras discriminatorias no sólo pasan por el color de la piel sino por el origen mismo del equipo. ¿O ahora me van a venir a decir que nunca han escuchado el "comeburras" para señalar a los costeños, "sicarios" para hablar de los antioqueños, que el término "rolos" o "cachacos" suele ir acompañado de un "malparidos" o que a los pastusos los tratan de "brutos" incluso desde las columnas de opinión de los diarios de otras regiones? Este es un país racista, estúpida y absurdamente racista, y para salir de eso hay que tomar medidas fuertes como la de la Dimayor con el Pasto. Pero como lo dije en Twitter, quiero ver a Ramón Jesurún y a la entidad que preside castigar también a un equipo grande cuando sus hinchas insulten a los jugadores, algo que es tan común y tan ofensivo que en últimas hace parte del deterioro mismo de nuestro fútbol. Este mismo fin de semana el reto es que las hinchadas se comporten yque los árbitros tengan los cojones para denunciar esa infaltable lluvia de "negro hijueputa" que caen cada fecha desde las tribunas, a veces incluso en contra de ellos. Si se presentan y no hay castigo, lo que le acaban de hacer al Pasto será otra muestra más de supuesta autoridad frente al humilde equipo de Nariño... y eso, señores de la Dimayor, también es discriminación. PD. A propósito de discriminación, qué irónico es que en el seno de la Federación Colombiana de Fútbol ahora se empiece a luchar contra el racismo, cuando el vicepresidente Alvaro González Alzate sigue en su cargo a pesar de sus notorias muestras de homofobia y machismo. Es curioso: le hacen caso a la Fifa en su lucha contra el odio racial, pero se pasan por la galleta el mandato Fifa por la igualdad de género... Discutámoslo en Twitter: http://twitter.com/PinoCalad
Actualizado: enero 25, 2017 12:07 p. m.