Los colombianos nos hemos tenido que acostumbrar a una realidad mezquina. Nos hemos visto obligados a hablar sobre los demás, muchas veces envidiosos de la suerte ajena. No podemos controvertir ya acerca de nuestras posibilidades sino de las que tienen Brasil o Argentina, por decir lo menos. No podemos soñar con un gol de un compatriota, con un triunfo, con pasar a la siguiente ronda. Nada. Absolutamente nada. Si acaso con clasificar al Mundial de 2014, de nuevo optimistas. La pena ha tenido varios clímax y uno de ellos fue el sorteo del Mundial, cuando literalmente 32 países estuvieron a la expectativa de su destino mientras el nuestro había conocido con antelación que la palabra “eliminación” se firmaba una vez más, por tercera vez consecutiva, por desgracia, por mediocres, en nuestra historia. Eso es triste. Pero hay mucho más. Recordar todo lo que un Mundial suscita para un país y sentirlo ahora tan abstracto, casi como algo irreal o surrealista, es lamentable. Colombia hoy sería muy distinta si se hubiera clasificado a Sudáfrica 2010. La gente estaría adecuando su agenda para ver los partidos en casa, en la oficina o en un bar (en este último caso, con bastante cerveza y aguardiente de por medio); veríamos un nacionalismo (carente de fondo) con las banderas de Colombia en los carros, en las calles; los vendedores ambulantes estarían pintados con los colores amarillo, azul y rojo ofreciendo llaveros, afiches y demás objetos dignos para la ocasión; se hablaría mucho más de fútbol en las ciudades y en los medios. Estaríamos, créase o no, unidos por una causa. Ese no sería un mejor país, desde luego, aunque al menos sí encontraría algo de regocijo y de esperanza ante tanta adversidad. Ver a la selección cantando el himno nacional en la cancha en un Mundial eriza la piel. Qué decir de un gol. ¡Es la ilusión que despierta un equipo de fútbol! Todo eso se extraña. Hasta la sensación de perder en una Copa del Mundo desapareció. Muchos no saben de qué se trata sentir la derrota como propia. Son recuerdos lejanos. Y con el paso de los días esta ausencia mundialista se asume como una caída natural, casi cotidiana. Colombia no va a la cita orbital desde Francia 1998 y nuevas generaciones están creciendo sin saborear este suceso. El fútbol les adeuda a todos ellos una fortuna, no lo duden. Shakira no es Colombia en el Mundial. Tampoco Juanes ni Óscar Julián Ruíz. Esas son puras mentiras. Aun así, es posible disfrutar el torneo de Sudáfrica. Ridículo sería entrar en una melancolía prolongada cuando hay tanto que ver y calificar. Mientras esto pasa, el sentimiento con Colombia es difícil de expresar porque es triste en medio de la alegría natural que supone la cumbre del fútbol. "El Mundial de África es una historia de amor", dijo Joseph Blatter, presidente de la FIFA. Nosotros estamos en un despecho que con suerte se ahogará en un mes, gracias a 64 encuentros de fútbol.
Actualizado: enero 25, 2017 02:40 p. m.