Son muchas las supersticiones o cábalas que han manejado jugadores y técnicos de fútbol durante sus carreras profesionales para, según ellos, obtener buenos resultados. Algunas les han cuajado, por lo menos por un tiempo; otras, no tanto. Por ejemplo, cómo olvidar la cábala del brasileño Ronaldo, máximo goleador en la historia de los mundiales (15 tantos), que durante el calentamiento previo a los partidos no remataba al arco, disque para no gastar los goles. O la de Iván ‘El Bam Bam’ Zamorano, quien una vez se lesionó la muñeca de la mano derecha y debió recurrir a un vendaje para poder actuar con su equipo. Con el trapo en su extremidad, el artillero chileno anotó tres goles en un mismo partido, por lo que decidió no volvérselo a quitar. Y qué decir del famoso beso que le daba Laurent Blanc en la calva al arquero de la selección francesa Fabián Barthez antes de cada partido del Mundial de Francia 1998. Al final, el equipo anfitrión se quedó con el título del certamen. En Colombia también algunos equipos y jugadores han hecho gala de sus excéntricas creencias. Por ejemplo, Anthony de Ávila jugó muchos años al servicio del América de Cali con las uñas pintadas de rojo. Además, tapaba con un esparadrapo el escudo de su equipo, que tenía dibujado un diablo. Aunque ‘El Pitufo’ escribió su nombre como el jugador más veterano (45 años) en actuar en el fútbol colombiano, también posee el anti récord de perder cinco finales de Copa Libertadores (cuatro con América y una con Barcelona de Ecuador). En Barranquilla, los aficionados del Junior se emocionaban cada vez que veían aparecer sobre el estadio Metropolitano una lechuza que, según ellos, aseguraba la victoria del equipo ‘tiburón’. Sin embargo, la alegría, aunque no los triunfos, duraría hasta que llegó un defensa panameño del Pereira, de cuyo nombre no quiero acordarme, y la pateó provocándole la muerte. Pero si de cabalística se trata, los argentinos son los reyes de estas ‘artes’ y el técnico Carlos Salvador Bilardo su padre. El estratega durante el Mundial de México 1986, tras su primer triunfo ante Corea del Sur (3-1), recurrió a una misma vestimenta, repitió restaurantes y en general todas las rutinas antes de los juegos. Incluso, llegó a prohibirles comer a sus jugadores carne de pollo porque esta traía mala suerte. El ‘narizón’ se salió con la suya y, ante todos los pronósticos, le dio el segundo título mundial a Argentina. Pero ahí no terminarían las supersticiones de los miembros del seleccionado 'albiceleste', que adoptaron nuevas creencias de “buena suerte” para el siguiente mundial, el de Italia 1990. La que más se recuerda es la del arquero Sergio Coycochea, al que le dieron ganas de orinar justo antes de iniciar la definición por penaltis en la semifinal ante el representativo anfitrión. Ante la imposibilidad de ir al baño, el guardameta le pidió a sus compañeros que lo taparan haciendo un círculo mientras él se arrodillaba a calmar su nerviosismo. Goycochea, aquella noche del 3 de julio, les detuvo dos penaltis a los italianos y le dio la clasificación a Argentina a su segunda final consecutiva. Para la Copa América de 1993, 'Goyco' volvió a orinar en pleno campo y su equipo se quedó con el título. Volviendo a Bilardo, este no tardó en encontrar algunos émulos de sus ‘mañas’. Reinaldo ‘Mostaza’ Merlo, aquel que entrenara en algún momento a Nacional de Medellín, usaba siempre la misma camisa y cruzaba sus dedos ante los ataques de los equipos rivales cuando dirigía al Racing de Avellaneda, club al que sacó campeón de Argentina en 2001. Mario Vanemerak tampoco se quedó atrás y vistió idéntico mientras conducía a Millonarios en la Copa Sudamericana de 2007. La superstición le funcionó al equipo azul y a su técnico hasta semifinales. El martes anterior, en el estadio El Campín de Bogotá, Santa Fe derrotaba 4-0 a Botafogo de Brasil y se clasificaba a los cuartos de final de la Sudamericana. De repente, un perro saltó a la cancha (Ver acá el video) y por unos minutos deleitó con su astucia a los aficionados ‘cardenales’. La histórica fecha para Santa Fe, que al final se impuso 4-1, se recordará no solo por eliminar a uno de los equipos grandes del continente, sino por la aparición del juguetón canino; primero en violar la norma de no ingresar al terreno de juego desde que el fútbol se disputa sin mallas de protección en varios de los estadios colombianos. Pero, ¿se imaginan lo que hubiera pasado si el técnico de Santa Fe, Wilson Gutiérrez, fuera argentino? Ya habría adoptado el perro y exigido que en adelante este estuviera en todos los partidos del equipo bogotano; mejor aún, si pudiera ingresar siempre hasta el mismísimo gramado. Incluso, el león, la mascota del club, hubiera sido desplazado por un animal menos feroz pero que contó con la suerte de aparecer en el momento preciso. Al morir, el perro sería disecado y puesto en un altar hasta que los resultados dejaran de acompañar al técnico, quien de seguro buscaría una nueva cábala. Menos mal Gutiérrez es bien colombiano y, al parecer, no muy supersticioso; por lo que el perro de El Campín que entró, jugó un rato y se largó cuando quiso, no dejará de ser más que la simple anécdota de una noche de delirio santafereño. Por: Juan Carlos Calderón Medina Ahora en Twitter: @calderon_medina
Actualizado: enero 25, 2017 11:58 a. m.