Manchester United murió de impotencia en la final de la Champions. En la cama de Wembley el equipo inglés se acostó, pero no se levantó. El empate transitorio de Rooney fue solo una caricia a ese orgasmo del fútbol que es Barcelona. El cuadro catalán parece una mujer de bailes eróticos. Danza en la cancha y maneja los ritmos a placer. Los demás parecen mirarlo no más, hipnotizados. Y cuando se le antoja, mata. Con cualquiera. Pedro, Messi y Villa apuntaron en esta oportunidad la victoria. Barcelona tiene valores que seducen. Es grande en todos los sentidos. Abidal levantó la copa como capitán, en un símbolo de solidaridad absoluta tras haber sido intervenido de un tumor de hígado hace dos meses. Sus integrantes, con el técnico a la cabeza, son fieles al compañerismo. A la búsqueda de la victoria basada en principios de juego y la confianza en sí mismo. Ganó el mejor. Es indiscutible y también, sano. Barcelona intentó hacer gol 19 veces en la final. Manchester solo tuvo un poco de testosterona en Van der Sar y Rooney y llegó apenas cuatro veces a la portería de Valdés. Barcelona manejó la pelota 63% del partido. Eso lo dice todo. Los catalanes son amos de este juego. Y son reyes por cuarta vez de la Champions. Están muy alto, mientras otros necesitan Viagra para levantarse. Imágenes de la final En Twitter: @javieraborda
Actualizado: enero 25, 2017 02:42 p. m.