Varias motos se acercaban peligrosamente al bus, todas con un conductor y un pasajero armado con un machete, un cuchillo o una varilla. El chofer aceleraba y trataba de evitar el acecho de los bicentauros motorizados que, sin embargo, amenazaban con saltar al interior de su vehículo mientras los pasajeros del mismo los insultaban con todo tipo de improperios y mostraban sus propias armas dispuestos a la batalla. No, no es una escena de una película apocalítica (aunque juro haber visto algo similar en alguna de las de Mad Max), es lo que está pasando en la carreteras de Colombia entre las llamadas barras bravas. El sábado pasado era la primera prueba de fuego para la apuesta de implantar una cultura futbolística en los estadios del país. En el Pascual Guerrero, uno de los escenarios remodelados para el Mundial-Sub 20 (aunque ojo, ¡sin terminar!), se disputaba uno de los grandes clásicos del país, América-Nacional, un juego de 24 estrellas, muchas finales, rivalidad histórica y tres barras bravas en el mismo espacio y sin vallas de contención: Barón Rojo y Disturbio Rojo del América (aunque sin buenas relaciones) y Los del Sur de Nacional (con el problema de sus divisiones regionales internas). No lo voy a negar, yo tenía mis dudas y esperaba lo peor, sobre todo porque el partido estuvo muy emotivo y uno no sabe cómo puedan reaccionar estos personajes con la remontada escarlata en tres minutos o con la goleada final a favor del verde. Sin embargo, las cámaras no mostraron nada, no hubo problemas, el operativo policial en el estadio fue un éxito y me dije a mi mismo: "mira tú, sí se puede...". Cuál no sería mi sorpresa cuando el domingo me enteré de que la noche fue una pesadilla, pero no en el estadio: ahí adentro no pasó nada y extrañamente las autoridades muestran eso como un triunfo cuando fuera de él, especialmente en la carretera que sale de Cali, lo que se vivió fue una batalla asquerosa que dejó varios hinchas heridos, uno de ellos, de Nacional, por arma de fuego. Claro, como la vaina no quedó en el registro de las cámaras y como ya es costumbre (lo que es aún más patético), nadie dijo nada. Además, a fin de cuentas el operativo en el estadio había sido un éxito, ¿no? Pero yo me pregunto de qué éxito hablan cuando hay heridos, hay bala y hay terror en las carreteras del país con escenas como la que describí en el primer párrafo que no, aunque usted no lo crea no es ficticia: pasó. Porque resulta que el problema no fue el cacareado de las vallas en los estadios, el lío va mucho más allá de eso. Que las autoridades crean que controlar a las barras bravas en los estadios es la solución contra la violencia que ronda nuestro fútbol, es como pensar que el poder viajar a tu finca en carro significa el final de la guerrilla... Lo peor es que van tres fechas, ¡una semana de campeonato!, y la cosa asusta: los barristas del Huila y Millonarios se enfrentaron después de la primera fecha y hubo un muerto. Los de Quindío emboscaron (porque sí, los tales barras bravas emboscan al mejor estilo de guerra de guerrillas) a los de Santa Fe llegando a Armenia, casualmente iban pasando por ahí los del América rumbo a Pereira y la cosa terminó en batalla campal. Está la pelea ya mencionada entre los de Nacional y los del rojo caleño, y existen las silenciosas denuncias de los pueblos de las carreteras del país, que nunca llegan a los grandes medios pero que hablan de saqueos al comercio, daños varios, atracos... Las carreteras de Colombia se convirtieron hace años en territorio de guerra para las barras bravas y las autoridades parecen no hacer nada. Las policiales porque mientras no pase nada en el estadio, que es en donde están las cámaras, va a parecer que hacen su trabajo (y hasta la Fifa los destaca por ello ); y las deportivas porque en su extraño mundo creen que su responsabilidad pasa sólo por lo que suceda en el estadio. ¿Cuántos casos van de hechos de violencia en las puertas de los escenarios, a media cuadra, en la propia entrada, y la Dimayor no sanciona a nadie porque el hecho no fue adentro? Es ridículo... pero es obvio. Es decir, hablamos de los dirigentes del fútbol colombiano, los únicos dueños de una gallina que da huevos de oro capaces de matarla para hacer un sancocho. El 5 y 8 de octubre de 2008 se realizó con toda pompa en Medellín el "I Encuentro Nacional para la Seguridad y la Convivencia en el Fútbol Colombiano", organizado por las Alcaldías de Bogotá, Cali y la capital de Antioquia. A mi me invitaron para ser moderador de la tercera mesa de trabajo, en la que estarían las barras bravas, pero mientras avanzaba el evento me di cuenta de por qué es que fracasa cualquier plan o propuesta para tratar de encontrar una solución a este problema. En las primeras discusiones participaron políticos, periodistas, dirigentes de fútbol y todos se aplaudieron unos a otros; los auditorios estaban llenos, se tomaban fotos, se grababan las propuestas, 'Pacho' Santos estaba feliz... pero cuando llegó el último evento de la jornada, el momento de que se escuchara lo que tenían que decir los representantes de las barras bravas, no había nadie: los políticos seguían dándose palmaditas en la espalda, los periodistas ya tenían su nota y los dirigentes seguramente estaban tomando whisky con varios de los representantes de los dos primeros grupos. ¿Cómo quieren controlarlos si ni siquiera se esfuerzan en escucharlos, en saber qué piensan, en entender su comportamiento o ver qué alternativas proponen? Pero bueno, al menos en estos tres partidos de la Liga Postobón II no ha pasado nada los estadios y no se han extrañado las vallas. Eso sí, siguiendo la lógica de los que toman las decisiones en este país, tocará llamar a los obreros que trabajaron en la remodelación de los estadios mundialistas para que nos digan dónde están y las pongamos en la carreteras... PD1. Estoy convencido de que en el Cauca no hay hinchas de Millonarios. Es decir, ¿qué hincha del azul sería capaz de votar por Juan Carlos López, candidato a la gobernación de ese departamento y ex presidente del club? Es más, ¿qué habitante de la Colombia futbolística, aparte de Paché Andrade (por supuesto), cree que López es capaz de dirigir a un departamento si fue un desastre administrativamente al frente de un club? PD2. Las salidas en falso del alcalde de Cali en cuanto al fútbol son cada vez más frecuentes. Ya no se trata sólo de sus promesas sin cumplir en el tema de la democratización del América; en la última semana dijo que el mal estado de la cancha del Pascual Guerrero se debía a que el Cali jugó ahí frente al Once Caldas (claro, que él autorizara que en el estadio se celebrara durante tres días el festival musical Petronio Alvarez no tuvo nada, absolutamente nada qué ver...), y luego dijo que el tablero electrónico no se utilizó en el América-Nacional porque RCN no autorizó, cosa que desde ese canal refutaron a viva voz. Cómo es de fácil echarle la culpa a otros en vez de asumir responsabilidades, ¿no? PD3. Hablando de asumir responsabilidades, toca poner la cara: en Caracol no vamos a transmitir el Colombia-Jamaica de este martes. Una vez más el prime-time, esta vez estelarizado por 'Yo me llamo', le gana al fútbol... Sígame en Twitter: https://twitter.com/PinoCalad
Actualizado: enero 25, 2017 12:02 p. m.