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Reviviendo el legado del pez capitán en el río Bogotá: ¿por qué es tan importante?

El pez capitán, un pez que solo se encuentra en la sabana cundiboyacense, solía nadar libremente por la cuenca del río Bogotá y hoy enfrenta una situación lamentable.

Río Bogotá: reviviendo el legado del pez capitán

Zanjas y camellones muiscas es el proyecto que desarrolló un colectivo interdisciplinar para recuperar la memoria del pez capitán, una especie endémica del río Bogotá, a través de la construcción de un sistema hidráulico prehispánico en la reserva Van der Hammen. Con esto también buscan ponerle la lupa al estado del río Bogotá.

Antiguamente, según historiadores, a través de un sistema de zanjas y camellones, los muiscas, un pueblo pescador, aprovechaba las condiciones naturalmente inundables de la sabana para irrigar sus cultivos y recibir al pez capitán que les serviría de alimento. El sistema desapareció con la llegada de los españoles a Los Andes.
Hoy, 300 años después, este sistema hidráulico fue reconstruido en la reserva forestal Thomas Van der Hammen, antiguo territorio muisca de la sabana inundable de Bogotá para recuperar la memoria del pez capitán y las prácticas ancestrales del territorio.

“Hace unos 20 años, empecé a estudiar la historia de la comida en la sabana de Bogotá y entre los recetarios antiguos, las historias, empecé a encontrarme con un pez capitán, empecé a saber que era el pez del río Bogotá”, cuenta María Buenaventura, artista plástica.

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Según María, artistas, curadoras, arquitectos, biólogas, dramaturgos, antropólogas, ingenieros y, en especial amantes de la comida, trabajaron por meses para revivir este sistema ancestral.

El colectivo construyó seis camellones basándose en las investigaciones de la historiadora Lorena Rodríguez. Se sembraron varios alimentos como maíz, lupino y tabaco. Desde entonces, gracias a las zanjas y canales que mantienen irrigadas las plantas en el camellón, la siembra es productiva.

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“En el sistema de camellones, que consiste básicamente en elevar el terreno donde se va a cultivar, se hacen plataformas de 70 cm de alto aproximadamente intercaladas por canales. Estos canales van a controlar estas inundaciones, van a darle un manejo para que los grupos humanos puedan convivir con el agua”, explica Lorena Rodríguez, arqueóloga, historiadora y docente de la Universidad Nacional.

Reconstruir el curso natural del agua, retomar las formas de convivir de manera armónica con el territorio y traer de nuevo la vida es lo que busca este colectivo. Así lo afirma la profesora y defensora ambiental Liliana Novoa.

“Tenemos que empezar a entender por qué hemos venido manejando el territorio de acuerdo a preceptos o a lineamientos digamos de nuestra cultura blanca, pero no estamos teniendo en cuenta cómo se maneja el territorio. El territorio tiene una manera muy clara de manejarse y es a través del agua. El agua tiene memoria y muy seguramente el agua vuelve a ocupar los espacios que nosotros hemos invadido y esas son nuestras inundaciones”, señala Liliana Novoa, profesora de ciencias naturales en el colegio Tibabuyes Universal.

Desde el páramo de Guacheneque, donde nace, hasta Girardot donde desemboca en el Magdalena, el río Bogotá enfrenta una situación lamentable.

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Fernando Vásquez, director de la Fundación al Verde Vivo, dice en el libro ¿Quién es el capitán?, que hoy la indiferencia de la población y de la academia acentúan de manera drástica el estado de abandono del río Bogotá.

Desde hace 30 años, la fundación se ha dedicado a la conservación, recuperación y mantenimiento del río Bogotá en la cuenca alta. Han dedicado varias investigaciones a la geología y biodiversidad del río.

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Afirman que el pez capitán, que está en peligro de extinción se sigue consumiendo, pero a un gran costo.

“Aún se sigue consumiendo, pero este pez tiene en los estudios que hemos hecho con la Universidad Nacional, con la facultad de veterinaria, se ha detectado que tiene una alta contaminación de metales pesados en sus tejidos”, explica Fernando Vásquez, director de la Fundación al Verde Vivo.

El riesgo de procesos de extinción de especies y de la vida misma muestran el estado del agua del río Bogotá y su calidad. Además, en el pez puede medirse el nivel de intoxicación producto del vertimiento y la contaminación por plaguicidas usados en la agricultura tradicional.

“Hay un entendimiento en tiempo real de un lugar en el territorio que dicta la manera como esta tecnología y este sistema va creciendo, a diferencia de no sé un edifico el cual casi que nos anula esa relación con el ambiente, lo que hace este sistema es acercarnos a saber escucharlo mejor”, dice Juliana Steiner, curadora parte del colectivo.

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El futuro de los camellones en la reserva Van der Hammen es incierto, el colectivo espera que ese espacio se pueda convertir en salón de clase, donde los estudiantes puedan aprender e interactuar con el pasado prehispánico y usar la tecnología precolombina como inspiración para el presente y futuro de la sabana. También esperan que los bogotanos dejen de “darle la espalda al río Bogotá” y, tal vez, en un futuro no muy lejano, sea posible que el pez capitán vuelva a los ríos y a la sabana de Bogotá.

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