Aunque el Gobierno de Macron dice que aplicará progresivamente la reforma pensional, miles de ciudadanos se oponen a ella.
El primer ministro, Édouard Philippe, se esforzó en presentarse abierto al diálogo en esta segunda jornada de paros casi totales en la compañía de ferrocarriles (SNCF) y en la entidad del transporte metropolitano de la región de París (RATP).
Dejó claros dos mensajes: el primero, que no va a renunciar a una reforma que unificará los 42 regímenes de pensiones actuales en un "sistema universal" por puntos y con el que los ciudadanos tendrán que trabajar "un poco más", como ya ocurre en otros países.
El segundo, que esos cambios no hay que hacerlos "brutalmente, con urgencia", sino que su voluntad es que se apliquen "razonablemente, de forma progresiva".
Hizo una mención particular para los beneficiarios de los regímenes especiales de la SNCF y la RATP que pueden jubilarse a partir de los 52 años, en lugar de los 62, que es la edad de jubilación voluntaria en el régimen general.
Además, reiteró la promesa de una subida salarial a los profesores para compensar la rebaja de las pensiones que resultaría de su paso a un sistema por puntos.
Philippe no quiso dar cifras ni precisiones sobre sus concesiones con el argumento de que todavía habrá una última jornada de concertación con los sindicatos y con la patronal el lunes.
Los anuncios los hará el miércoles a mediodía, tras la segunda jornada de manifestaciones y huelgas intersectoriales que las centrales que se oponen a la reforma convocaron este viernes para el martes.
Nuevas manifestaciones el martes
Los sindicatos prolongaron su pulso reforzados por los cientos de miles de personas (800.000 para la policía, más de 1,5 millones para los sindicatos) que salieron a la calle este jueves en la movilización más importante desde la reforma de las pensiones de 2010.
El secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Philippe Martínez, líder de la protesta, solo acepta la retirada del proyecto, y su intersindical rechaza el sistema por puntos porque a su juicio "conduciría a una rebaja de las pensiones y a tener que retrasar todavía más la edad de jubilación".
Pero el Ejecutivo todavía confía en un vuelco de la opinión pública por el hartazgo con una huelga que altera mucho su vida cotidiana y que descansa en trabajadores con condiciones de jubilación mucho más favorables que el resto.
También por su margen para decidir que la reforma no se aplique, como estaba inicialmente previsto, a los nacidos a partir de 1963, sino a generaciones posteriores, y que se aplace para más tarde el equilibrio financiero del sistema programado para 2025 que necesitaría retrasar la edad de jubilación rápidamente.
Hasta que eso se aclare, la movilidad en Francia continuará complicada, como sucede desde el jueves. Este fin de semana únicamente circularán entre el 10 y el 15% de los trenes y, a falta aún de datos precisos para el lunes, la portavoz de la SNCF reconoció que el lunes la situación seguirá "muy perturbada".
Lo mismo ocurrirá en la RATP, donde esta semana terminará igualmente con muy pocas líneas de metro, tranvía y autobús en servicio, y las que sí lo están funcionando a medio gas.
Eso se traducirá de nuevo en más tráfico en las carreteras, como ya sucedió este viernes, con cerca de 400 kilómetros de atascos en los accesos a París a primera hora de la mañana, dos veces más de lo habitual.
Uno de los pocos consuelos es que durante el fin de semana la huelga no afectará al tráfico aéreo, después de que el jueves y el viernes las compañías hayan suprimido del 20 al 30% de sus vuelos.
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