La operación fue riesgosa no solo para los pequeños y su entrenador, sino para quienes trabajaron largas jornadas para traerlos de regreso.
La salida de un médico y tres buzos expertos, los últimos en salir tras el rescate de la cueva, fue recibida con aplausos de alivio y satisfacción. Fue la parte final de una hazaña heroica.
Y cómo no rendir homenaje a la única vida que no se salvó. La del buzo de las fuerzas especiales Saman Kunan, quien se quedó sin oxígeno cuando regresaba de llevar provisiones al grupo.
“Él es un héroe, no solo para Tailandia sino para el mundo entero. Espero que descanses en paz, héroe de Tham Luang”, señaló el mayor general Kanadej Pongbangpho, subjefe de seguridad en Chiang Rai.
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También celebran los que construyeron los diques y drenaron el agua. Es un triunfo de muchos.
Poco antes, habían confirmado el rescate de los últimos cuatro menores y su entrenador. Como ocurrió con las expediciones del domingo y del lunes, fueron llevados de inmediato al hospital.
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La entraba estaba cercada por decenas de pobladores emocionados.
“Vine para apoyar a los jabalíes salvajes porque quiero que reciban apoyo moral y que puedan convertirse en atletas nacionales”, decía Acha Ahjaw, conductor de mototaxi.
Aunque están en cuarentena para evitar infecciones pues están bajos de defensas, ya están con sus familias. Algunos ya pudieron verse a través de vidrios y pronto podrán tener contacto con sus seres más cercanos.
Vea también:Luz al final de la cueva: rescatan a los 12 niños y el profesor que estaban atrapados en Tailandia Se informó que algunos presentan síntomas de neumonía, pero están recibiendo antibióticos. Por lo demás, el reporte es óptimo.
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Recibirán, eso sí, apoyo sicológico en los próximos días. La pesadilla quedó atrás, pero tendrán que lidiar con el impacto.
No es para menos, se requieren fuerzas y valor extremos para haber soportado los 4 kilómetros del tenebroso recorrido hasta la salida, caminando a veces, buceando otras. Estaban guiados por un cable que les mostraba la ruta, antecedidos por un experto que les sostenía el tanque, y escoltados por otro para ayudarles ante cualquier imprevisto.
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Tan complejo fue que la prensa sensacionalista especuló con la versión de que los niños habían sido sedados.
Indignado y molesto, el primer ministro tailandés explicó que les dieron un tranquilizante para que no estuvieran tan nerviosos y no entraran en pánico. Aseguró que incluso es la misma medicación ansiolítica que toma él.
Con semejante desenlace, al menos por estos días ya no va a necesitarla.