Fredy Rodríguez es enfermero del Hospital de Kennedy, en Bogotá, y Camilo, su hijo, es médico. Los dos enfrentan al COVID-19 día a día y de cama en cama.
No solo temen por sus pacientes, sino que deben lidiar con la angustia de saber que el padre o el hijo están en riesgo constante.
“Si uno siente temor por un hijo que salga a la calle y está pensando en qué le puede pasar, el temor que yo siento se multiplica muchas veces más de ver a mi hijo con el compromiso que trabaja, con el amor que atiende sus pacientes”, expresa Fredy Rodríguez.
El sentimiento de Camilo no es muy distinto. “Tengo miedo de que mi papá se llegue a contagiar, que llegue a presentar síntomas y pues todos los días en el ámbito hospitalario está uno en riesgo”, dice.
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La historia de Camilo y su padre siempre ha estado marcada por la salud, pues cuando él era pequeño, su papá enfermero lo llevaba al hospital donde hoy trabaja como médico de cuidados intensivos.
Por eso, aunque hoy Camilo sea un gran médico, dice que el verdadero héroe es otro: “Más grande que un Superman. Con sus limitaciones, con sus problemas, con su fuerza lo puede conseguir todo”.
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Desde adentro, con el miedo que confiesan por el coronavirus, ven con tristeza cómo en la calle la indisciplina y la falta de responsabilidad pone en riesgo la vida de mucha gente, incluyendo la de ellos.
“Pasar un turno de seis, ocho o doce horas comprometidos con esto, con el temor en el corazón de contagiarnos y de llegar a enfermar a nuestra familia, y salir y ver en la calle a la gente comportándose como si el virus no existiera, como si fuera un mito”, señala Fredy.
En medio de esta preocupación, el padre enfermero le escribió una carta a su hijo médico con el objetivo de motivarlo aún más para seguir cumpliendo ese compromiso que asumió con la vida. Un texto que acompañó con un secreto, el que alimenta su valor y su compromiso con la vida: “Mi superpoder es el del corazón, es el amor”.