Incluso los diáconos de los cementerios han tenido que cambiar su indumentaria para ofrecer el servicio exequial.
En el último mes de cuarentena, en el cementerio Jardines de Paz han recibido cremación y cristiana sepultura 300 personas, pero no con las tradicionales ceremonias, pues el COVID-19 lo cambió todo.
Allí se permite el ingreso de diez personas cuando se trata de una muerte natural, pero cuando está relacionada con coronavirus solo pueden asistir dos acompañantes.
En el protocolo COVID-19, el fallecido pasa directamente al horno crematorio.
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Los empleados deben usar un traje antifluido y encima se ponen una vestimenta blanca. Además, utilizan guantes de nitrilo y otro par que les cubre gran parte del brazo. Cuentan con una careta y un respirador de dos filtros de vapores.
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